Roger Waters dice que es «más importante de lo que The Weeknd o Drake serán jamás», y tiene razón
El ex Pink Floyd se chulea pero no miente al asegurar que es más trascendental que muchas nuevas estrellas «por muchos millones de streaming que tengan»
![Roger Waters en señal de victoria durante un concierto](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2022/07/18/Roger-Waters--RrxarGeLX6prnZx3dPevFpJ-1240x768@abc.jpg)
Es la enésima machada (¿aún se puede decir machada?) de míster Roger Waters pero oigan, cuando tiene razón, tiene razón. Esta vez la cosa ha venido a cuento de un pequeño ataque de celos que el ex Pink Floyd sufrió hace unos ... días, cuando un periodista del diario canadiense The Globe and Mail le confesó que su medio prefirió cubrir un concierto de The Weeknd al suyo, a su paso por Toronto. «Pero si el de The Weeknd se canceló...», respondió puntilloso el músico británico antes de sacar su lengua rapada al cero. «No sé quién o qué es The Weeknd porque no escucho mucha música. La gente me ha dicho que es un artista muy importante. Bien por él, no tengo nada en contra de él pero, ¿no habría sido posible cubrir su concierto una noche y el mío otra noche?». Su entrevistador trató de salir al paso asegurando que su periódico «ya no cubre tantos conciertos como antes», a lo que Waters replicó: «No estoy intentando hacer un ataque personal ni nada por el estilo. Es sólo que me parece raro. Yo soy más importante de lo que The Weeknd o Drake serán jamás, por muchos millones y millones de streamings que ellos tengan».
El chuleo egomaníaco es flagrante, pero como decíamos antes, es la pura verdad. Y se puede demostrar. En sus primeros diez años de vida, Pink Floyd alcanzaron una enorme fama internacional que llegó a todos los rincones del mundo. Especialmente después de 'The Dark Side of the Moon', 'Wish You Were Here' y 'The Wall', el nombre de Roger Waters era conocido prácticamente en cualquier parte del planeta y por gente de casi todas las edades. Drake y The Weeknd llevan ya más de diez años de carrera, pero si ahora salimos a la calle y preguntamos por ellos a una muestra transversal de transeúntes, la mitad de las veces nos encontraremos con encogimientos de hombros.
El cambio de hábitos es esencial en esta cuestión, porque todavía sigue habiendo una enorme porción de población melómana que no escucha música en streaming (somos muchos más que los 400 millones de usuarios que tiene Spotify). Por eso ahora hay tantos artistas que son número uno sin formar parte de la cultura popular real. La de veces que habremos dicho «pero ¿este quién es?» al ver en lo alto de las listas de ventas (o mejor dicho de reproducciones) a personajes encumbrados por un sólo sector del público, el juvenil, usuario mayoritario del streaming.
Y al streaming, se lo lleva el viento. Los hijos y los nietos de la muchachada que hoy escuchan a The Weeknd o a Drake, no escucharán a ninguno de los dos en el futuro. Es lo normal, y también lo deseable, que cada generación tenga a sus héroes. Pero si un día esos descendientes se toparan con un elepé de inquietante portada curioseando por las estantería de los papis o los abuelos, probablemente lo acabarían pinchando movidos por la intriga. Ah no, que no tendrían cómo hacerlo. Qué va a hacer un tocata en casa de alguien que creció siendo un consumidor de música exclusivamente en streaming.
Los tocadiscos han sido durante décadas un gran punto de encuentro entre generaciones dentro de los hogares. Han sido en innumerables ocasiones un catalizador de transmisión de gustos musicales con descubrimientos asombrosos para los aprendices. Por el contrario, el móvil, principal reproductor del 'streaming', es puro individualismo. Raro será que un chaval le ceda el teléfono a sus padres para que le pongan su música. Pero dejar ahí a la vista una colección de vinilos, incluso de cedés, seguro que algún día tiene su efecto y el jovenzuelo acabará dando con Pink Floyd, o con Led Zeppelin, o con Triana. El formato físico los hará eternos.
Los álbumes de Roger Waters son sólidas piedras angulares de la música popular casi medio siglo después, y lo seguirán siendo dentro de otros cincuenta años. Pero cuando pase ese mismo tiempo para los de Drake, The Weeknd y tantos otros, estarán troceados en canciones sueltas, diluyéndose en el océano de las listas de reproducción como migas de pan. No perdurarán de manera tan rotunda. Y, huelga decirlo, jamás ganarán tanta pasta como lo sigue haciendo Waters.
El legado de Pink Floyd, y esto es lo menos discutible de todo, es de un calado sociocultural infinitamente mayor que el de Drake o The Weeknd aunque éstos tengan la misma cantidad de números uno y sean tan referentes en su época como la banda inglesa lo fue en la suya. Y en esto no influye sólo la altura intelectual y creativa de las letras y melodías de Waters, porque aquí, el mítico bajista juega con ventaja. Cuando publicó sus obras maestras, su capacidad de influencia y penetración era infinitamente mayor gracias a que entonces no existía la avalancha de mensajes y estímulos que nos arrolla constantemente hoy día.
No se trata de que Roger Waters sea mejor o no que Drake, The Weeknd o si nos ponemos, Bad Bunny. Él mismo habla de importancia, y no de calidad. Es, simplemente, que ya casi nada es importante. Ya casi nada perdura.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete