Pixies: el gustazo de recoger lo sembrado
La banda de Boston actuó en las Noches del Botánico de Madrid sin hacer concesiones al presente, centrándose en los himnos que los convirtió en el grupo más influyente del rock alternativo de finales de los 80 y principios de los 90
Frank Black, durante la actuación de los Pixies en las Noches del Botánico
'Gouge Away', 'Wave of Mutilation', 'Monkey Gone to Heaven'. Así, para empezar, sin saludos de por medio, con un Frank Black al más puro estilo Dylan. Aquí hemos venido a trabajar. Tan solo el 'You Know My Name' de los ... Beatles sonando previamente de fondo para dar la bienvenida. Tampoco hubo gritos de arenga al público, que no parecía necesitarlos, ni un mísero «gracias por venir» en las casi dos horas de concierto. A los Pixies no les hacen falta grandes aspavientos para llevarse al público de calle. Bastaron estos tres temas de 'Doolittle', su disco de 1989, para empezar y ya estaba todo el mundo cantando a grito pelado.
Son tantos los himnos que los de Boston grabaron en aquella primera etapa entre 1986 y 1993, que es salir ahora y besar el santo. Así ocurrió este domingo en las Noches del Botánico, en Madrid, con todas las entradas vendidas desde hace tiempo. El gustazo de recoger lo sembrado, más de treinta años después, con aquella extraña, bella y original vía a partes iguales que los Pixies abrieron en el rock alternativo… eso sí, sin que el éxito comercial les correspondiese. Pero es seguir ahora con 'Cactus', 'Caribou', 'Hey' y 'Velouria', de una actuación centrada casi exclusivamente en sus álbumes clásicos y con un sonido perfecto, y la organización tiene que llamar la atención a varios seguidores veteranos que bailan emocionados en las escaleras de salida.
«Duros, sucios, alucinados, delirantes y sangrientos». Así los describía ABC en la crónica de su primer concierto en Madrid allá por 1990. La joven banda llegaba desde Boston a la sala Universal, en el centro comercial Parquesur de Leganés, convertidos entonces en los «ídolos de los campus universitarios de Estados Unidos», pero sin grandes cifras de ventas. Tan influenciados por el pop y el surf de los Beach Boys, como por las guitarras distorsionadas, el humor más bestia y el hardcore puro y duro.
«Tal vez los Pixies sucumban, como casi todos, en los dulces brazos del Top 40, pero hoy por hoy son de los pocos reductos soeces, lenguaraces y desvergonzados que el rock puede colar en una emisora de radio», advertía nuestro crítico al final del artículo. En realidad no lo hicieron. En los seis años que duró aquella primera etapa, que se cerró en 1993 de manera abrupta y entre gritos, a Frank Black, Joey Santiago, David Lovering y la irrepetible Kim Deal no les dio tiempo a grabar malas canciones, pero tampoco un hit superventas ni a convertirse en mercancía de estadios.
«Un Beatle psicótico»
Los Pixies que ayer llenaron el recinto de las Noches del Botánico –sin Kim Deal al bajo y los coros desde hace tiempo– son los mismos que aquellos, pero disfrutando a sus sesenta años de las mieles del éxito que les fue esquivo entonces, a pesar de ser calificados, con permiso de Sonic Youth y Hüsker Dü, como el grupo más influyente del rock alternativo de finales de los 80 y principios de los 90. Que se lo pregunten a David Bowie, que antes de morir declaró: «La primera vez que los escuché fue en 1988 y me pareció la música más convincente que había oído en toda la década. Siempre pensé que había un beatle psicótico dentro de ellos». O Kurt Cobain, que reconoció haber compuesto 'Smells Like Teen Spirit' intentando copiar a Frank Black.
Pero es ahora –en realidad desde que regresaron en 2004–, cuando encabezan los festivales más importantes del mundo y llenan recintos de 15.000 personas, como ocurrió hace solo un año en el Wizink Center de Madrid. Por eso la de ayer –y la del miércoles en la sala Razzmatazz de Barcelona– fue una ocasión un poco más especial, porque la banda volvía a un espacio más o menos pequeño y cediendo tan solo tres canciones de las 33 que interpretaron al nuevo material.
En la primera hora del concierto, y con un sonido perfecto, a los Pixies ni siquiera les hizo falta tirar de rabia y velocidad para meterse al público en el bolsillo. La cosa no dio un primer aviso de acelerarse y ensuciarse, en el buen sentido de la palabra, hasta que Frank Black comenzó a gritar aquello de «¡vamos a jugar por la playa!, ¡vamos a jugar por la playa!», como un martillo pilón, y varias cervezas volaron sobre las cabezas de los seguidores que se apiñaban en la pista cuando. La magia está más en la grada y la pista que sobre el escenario, pues la banda se mueve poco, pero anda sobrada de buenas canciones y estribillos.
Sin respiro
Prueba de ello es como el público se desgañita con 'Here Comes Your Man', y ya todo fue fiesta hasta el final. Sonó 'Head On', la icónica versión de los The Jesus and Mary Chain que los Pixies aceleraron en su momento, dando rienda suelta a su genio desbocado y superando a la original. Salvo 'Where Is My Mind?', con todo el aforo grabando el momento y cantando los coros, tantas veces reproducida en películas y anuncios para alegría de la cuenta bancaria de Frank Black, apenas hubo ya espacio para el descanso.
'Crackity Jones' con su «¡Paco Picapiedra!», 'Isla de Encanta', 'Planet of Sound', 'Alec Eiffel', 'Tame', 'The Sad Punk', 'Dig For Fire', 'Bone Machine'... ni un respiro. Se despide el grupo con 'Winterlong', la versión de Neil Young con su confusa letra sobre drogas o relaciones sentimentales traumáticas. Quién sabe. Y antes de abandonar el escenario, sin exagerar el teatro y los instrumentos ya quitados, Frank Black se vuelve y pregunta con gestos, nada de abrir la boca, si pueden tocar una más. Y suena 'Debaser', con todo el mundo botando como despedida. Parece que podrán seguir exprimiendo la naranja durante mucho tiempo más.