Persiguiendo a Bach en bicicleta
El Festival Bachcelona, desde hace ya una década, venera la figura del compositor alemán no solamente rememorando sus partituras, sino también, buscando nuevos formatos
Bach, música para la eternidad

En el siglo XIX, los compositores y pianistas Clara Schumann y Franz Liszt revolucionaron el formato de los conciertos. El salón burgués, las iglesias y la corte se les habían quedado pequeños y aprovecharon que la música llegaba cada vez a más teatros y ... auditorios públicos para ofrecer una nueva forma de disfrutar. Prometían emociones fuertes haciendo recitales en solitario, con obras de autores de diferentes épocas, tocando de memoria y luciendo su maestría técnica a cada compás. Hoy, en plena fiebre de las series televisivas, ese modelo ya no resulta tan atractivo, y de ahí que surjan cada vez más iniciativas que buscan poner al día la relación entre la música clásica y su público.
Entre las últimas, la que el pasado fin de semana congregó a ciento cincuenta fanáticos de Bach dispuestos a ir pedaleando de ermita en ermita a escuchar conciertos con su música. El esfuerzo, eso sí, se veía compensado con una degustación de productos de la zona al llegar a cada iglesia, porque el músico alemán nutre los espíritus, pero puestos a ir de aquí para allá en bicicleta también se agradece llevar el estómago lleno.
La cita fue en La Vall d'en Bas, un municipio catalán ubicado en la impresionante zona volcánica de La Garrocha, debidamente rebautizado para la ocasión como La Vall d'en Bach. El impulsor de la iniciativa es el Festival Bachcelona, que desde hace ya una década venera la figura del compositor alemán no solamente rememorando sus mejores partituras, sino también, y de manera especial, buscando nuevos formatos que pongan al día sus corcheas.
«Estamos acostumbrados a hacer locuras, pero dos semanas antes de la actividad tenía dudas de si esta vez se nos había ido la mano», admite Daniel Tarrida, alma de Bachcelona y, por extensión, de este Bach que degustamos a golpe de pedal. Por si fuera poco, la lluvia amenazaba la actividad. A las diez de la mañana, en efecto, los ciento cincuenta fanáticos estábamos en el centro cultural Can Trona, con el chubasquero puesto.
Primera parada: Sant Romà de Joanetes, el único de los conciertos que requiere subir una pequeña cuesta. Por el camino llueve, pero nos consolamos saludando a las vacas, viendo los bancos de niebla en las cumbres borrascosas y odiando un poco al propietario de ese casoplón con los setos recortados al milímetro, que parece que los hayan podado con tiralíneas, qué envidia. Al llegar, quesos ecológicos de la explotación familiar del Molí del Perer, y una selección de fragmentos de 'El arte de la fuga' a cargo de un cuarteto de cuerda formado por estudiantes de la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC).
La directora del centro, Núria Sempere, se encuentra entre los ciclistas, y a la que puede enumera todas las virtudes de iniciativas como estas: «Está sobre la mesa que las músicas de tradición clásica necesitan ser repensadas en términos de relación con el público», por lo que es esencial «innovar en los formatos sin renunciar a la calidad artística». Proyectos como éste hacen que los estudiantes sean más receptivos a esas innovaciones: «Sitúa a los músicos en una excelente posición para repensar su relación con la audiencia». Además, pueden arriesgarse a hacer experimentos que no osarían hacer en el marco de una evaluación.
Salimos del concierto con el ánimo reconfortado, la lluvia amainando y el camino cuesta abajo. Más vacas, más ovejas, más masías. Vamos a Sant Esteve d'en Bas (o d'en Bach), donde nos espera una coca dulce de la panadería Bataller, fundada en 1953 y hoy regentada por la tercera generación de maestros panaderos. Además, la sexta Suite orquestal de Bach.
La última etapa de este tour es el antiguo convento de Puigpardines, un paraje natural y patrimonial espectacular. A estas alturas ya ha salido el sol y discurrimos por una carreterita estrecha. Un coche se aproxima en la dirección opuesta a la de la comitiva, por lo que una de las ciclistas se planta en medio del camino para exigir a la conductora que pare y deje paso. La aguerrida pedaleante resulta ser la periodista Mercedes Milá, que supo de la iniciativa a través de su cuñada y no paró hasta que los organizadores le hicieron un hueco a pesar de que el aforo estaba prácticamente completo: «Tuve que arrodillarme delante del jefe máximo [el azorado Daniel Tarrida] para que me dejara venir», sobreactúa.
Tras atacar algo de embutido artesano de los productores Gori, establecidos en el municipio desde hace casi un siglo, procedemos a escuchar una de las 'Suites para chelo' de Bach. Milá, erigida en Gran Hermano, graba y fotografía con el móvil todo lo que puede, para subirlo a redes. Está entusiasmada con el evento: «Repetiré toda mi vida», asegura.
Al finalizar, comida popular en Can Trona con todos los participantes alrededor de un buen arroz, intercambiando impresiones, pero también recomendándose experiencias innovadores como esta, que se han ido haciendo más frecuentes en los últimos años. El Liceo organiza funciones de ópera para jóvenes que acaban con música electrónica; mientras el Real se pasea por ciudades españolas con La Carroza para acercar la lírica al público que no puede ir a verla a un teatro.
La Fundación Juan March, también en la capital, innova constantemente en formatos ofreciendo conciertos de elevadísimo nivel musical, donde los intérpretes conviven con estilos y disciplinas artísticas diversas pero con un cuidadísimo discurso estético. El Auditorio Nacional organiza el 'Bach Vermut', ciclo de conciertos de órgano que se hacen a mediodía los fines de semana y acaban, como su nombre indica, con un tapeo: algo tendrá Bach para inspirar tanta idea brillante.
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