Pearl Jam lucha contra el viento y sale airoso de milagro en el Mad Cool
Los de Seattle salvaron la papeleta con actitud y pundonor pese al sonido en su contra
Dua Lipa, o cómo mueve la melena la fábrica de baile en el Mad Cool
![El cantante del grupo estadounidense Pearl Jam, Eddie Vedder, durante su actuación hoy jueves en el Festival Mad Cool](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/07/12/pearl-jam-kgVB-U602835499387QwH-1200x840@diario_abc.jpg)
Tras el huracán de glamur de Dua Lipa y la nostalgia alternativa de Smashing Pumpkins de ayer, el segundo día del Mad Cool se agarra a este último plan para salvar por la campana del grunge la papeleta de un día poco excitante. Bienvenidos así Pearl Jam al festival madrileño, segunda vez ya que tocan en este evento, ojo, y no mucho más, con unos Keane (poderosa flor de un día de hace veinte años, sonaron estupendamente melancólicos y con afición), Mando Diao (han tocado tanto en España que temo encontrármelos debajo de mi cama alguna vez), el también viejo conocido del lugar y soulman Michael Kiwanuca (que sigue abriendo las tardes, un superclase), la nueva esperanza del rock Greta Van Fleet (estos sí eran muy esperados) y una vertiente tecno con la que el festival aspira a abrir nueva veta.
Pero se abrió literalmente el telón en la pantalla. Y salió a escena el gran reclamo desde Seattle, que abrió con la punkarrada de un minuto de 'Lukin' seguida de 'Corduroy', con un gran solo de guitarra que se oyó con altibajos. Y aquí ya percibimos un profundo problema, el sonido se iba y venía provocando desniveles y casi interferencias debido quizá al leve viento (lo grave es que casi no hacía viento, una brisa...), quizá por el manejo del volumen también de los técnicos vete a saber por qué (¿no molestar a los vecinos?), con la banda dándolo todo pero con una blandura sonora muy deficiente en muchos tramos y canciones enteras. Y eso que nos cambiamos de sitio, consultamos a gente en otras zonas y la norma solía ser esta baja potencia.
«¿Cómo estáis? Somos amigos. No os veo muy bien, ¡os veo fantásticos!», dijo Eddie Vedder leyendo una hoja en un simpático castellano, para luego darle un trago a una botella de vino. En otro momento, elogió a España, a Madrid como «ciudad legendaria», se acordó de Javier Bardem y dedicó una canción a Miguel Ríos y su hija. «No se puede encontrar otro hombre mejor», dijo sobre él en un momento casi surrealista. El tema de sacar la hoja cada poco rato para hablar en español y presentar a la banda o contarnos cosas estuvo bien al principio y luego... seguramente no tanto, pausaba demasiado el show.
Un Vedder, muy juvenil a sus casi 60 años luciendo una gorra con visera hacia atrás y camiseta de fútbol americano, un cantante y líder que mantiene la garra en la voz pese a que los años no pasan en balde y que se entregó también en ser cariñoso junto a sus compinches míticos (Ament, Cameron, un McCready que llegó a hacer un solo de espaldas...) para tratar de escapar airoso en una lucha contra los elementos que le salió bien por derroche de brío, pues estuvieron cerca de hacer un Red Hot Chilli Peppers como el año pasado, que fue un fiasco en ese mismo escenario. En un repertorio distinto al de su show previo en Barcelona, pocos grupos varían tanto de 'setlist' entre conciertos, lo que les honra, cayeron grandes clásicos como 'Given yo fly', 'Daughter' o 'Even flow' y algunas de su último de este año 'Dark matter', con los fans seguro que añorando otros tantos, por ejemplo, el legendario 'Jeremy'.
Uno de los momentazos y casi punto de inflexión para llevar la noche por buen cauce fue la emotiva 'Black'. Ante 57.621 personas de aforo (aunque no todos estarían en este escenario de los varios que hay en el Mad Cool), la gran banda del grunge noventero que queda vivita y coleando (aciago y casi coherente destino de la escena) fue a por todas en el último tramo con 'Better man', 'Do the evolution' y un 'Alive' muy coreado. Así Pearl Jam salvó la papeleta a base de actitud y pundonor, porque tablas les sobran.
Es decir, salieron 'Alive' de milagro (perdón) y se crecieron ante un sonido desvaído que merece un análisis técnico por parte del festival, porque no es la primera vez. Igual que la organización y la reducción de aforo han mejorado sustancialmente la experiencia esta edición, habría que atajar esto, sobre todo en los cabezas de cartel. Mucho mérito del grupo, por tanto. Y del público, que apoyó y acompañó con su voz cantando también, sobre todo en la segunda mitad de resurgir. Dos horas de unión ante la adversidad y garra. Lástima el plano sonoro, porque podría haber sido algo arrollador.
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