Cuando la música llena de vida la noche de los pueblos de España
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Los eventos que reúnen a un público tan variado y heterogéneo como una orquesta lo hace se pueden contar con los dedos de una mano. A finales de julio, la París de Noia -junto al Combo Dominicano y Panorama, la orquesta más ... grande de Galicia- inauguró las fiestas de Ribeira, un municipio coruñés en las Rías Baixas. Ante ellos, calculaban a ojo algunos músicos, entre 3.000 y 5.000 personas. En una explanada del puerto se yergue un escenario, que es un tráiler desplegado, de unos 15 metros de altura, plagado de pantallas led. Y cuando comienza el espectáculo, casi una veintena de músicos y bailarines sobre el escenario extienden el concierto hasta las tres horas tocando versiones de ayer y hoy, acompañados por una iluminación cegadora, pirotecnia y acróbatas.
Lo que ocurrió en Ribeira, durante los veranos, pasa todos los días a lo largo y ancho de Galicia. Calculaba uno de los músicos en uno de los descansos que llevaban 37 días seguidos tocando. Y en todos ellos, delante encuentran siempre un público enorme, sea donde sea. Raro es encontrar a un gallego que no haya visto nunca a una orquesta como esta: entre el público se mezclan jóvenes que salen este verano de fiesta por primera vez y mayores que vieron por primera vez a la París de Noia cuando los músicos que ahora la componen no habían ni nacido. Porque para entender el fenómeno de la orquesta gallega hay que hacer un viaje al pasado, y la París de Noia sirve como guía por ser de las más antiguas todavía con vida.
Año 1957: Constantino Pego 'El Gitano' y su amigo Joaquín García fundan esta formación. Ahora son sus nietos los que conforman el equipo, Brais Lema y Antonio Maneiro, pero ahí ya llegaremos. Los primeros pasos de la París de Noia los conoce muy bien Miguel Fernández, propietario de una histórica relojería de Noia e íntimo de Joaquín García. Joaquín y 'El Gitano' «eran unos amigos que uno tocaba el acordeón y otro cantaba. Iban haciendo fiestecillas por ahí», relata el relojero, con una memoria admirable de 65 años atrás. Iban cargando con su equipo caminando a todos lados, «hasta 12 kilómetros». Aquel Constantino era «un verdadero 'showman'». Y aunque se retiró hace más de 40 años, todos los mayores de Ribeira lo recuerdan. «Cuando tocaba 'El Gitano' hace más de 60 años aquello era increíble», rememora una señora que consiguió sitio privilegiado para ver el espectáculo de la pasada semana, junto a sus amigos. «Con 'El Gitano' mandaba carajo», concuerda uno de ellos.
Fichajes y estrellas
Pero recapitulemos: Joaquín y Constantino, recordado por su espectáculo en el que hacía de borracho, tirándose entre el público con la camisa manchada de vino tinto, formaron la banda Veracruz. Y los ficharon de otro grupo llamado Os Beiros, pero poco duraron allí: «Al otro lado del puente de Noia formaron otra orquesta, la París. Y los de la París terminaron convenciéndoles con un buen sueldo, y se los terminaron llevando«, recuerda Miguel Fernández. Y fue un asunto legal por el nombre del grupo lo que les obligó a añadirles el 'de Noia': ya existía una orquesta llamada París en la zona de Cangas (Pontevedra).
Durante aquellos años «trabajaron mucho» por el tirón de 'El Gitano', asegura Fernández. Y así fueron pasando los años a ritmo de pasodobles y rancheras. De parroquia en parroquia, montando y desmontando escenarios. Pero era un modelo que comenzaba a estar caduco.
Llegaron los años 80 y uno de los hijos de Joaquín, Miguel –hoy alejado de la orquesta al ser condenado por defraudar a Hacienda–, se fue a hacer la mili a León. Y allí conoció a José Antonio Blas Piñón, conocido por todo el mundo simplemente como Blas: hoy desarrolla la labor de mánager y es el único miembro que queda de aquellos años, retirado forzosamente del escenario tras una caída. A finales de los 80 «revolucionamos» el mundo de la verbena gallega, recuerda el que fue cantante de la París de Noia varias décadas. Y fue «exitoso porque luego otras formaciones siguieron nuestro ejemplo«, como la Panorama, fundada en los últimos años de esa década.
Llegó 'la modernidad'
Paulatinamente los boleros eran sustituidos por pop, luces y, más tarde, pantallas. Reconoce el artista que no solo fue por inquietud artística, sino que también había mucha necesidad. «Las comisiones de fiestas y municipios se quejaban de que no había gente joven en las orquestas», solo personas mayores, aquellas que 25 años atrás frecuentaban las verbenas, acostumbradas a aquel tipo de 'show' que ya parecía obsoleto. Las bandas necesitaban renovarse, pero «el cambio no fue fácil». «La gente tenía la imagen de orquesta de siempre, no nos aceptaban», pero las orquestas en aquellos años alcanzaron un modelo que contenta a casi todo el mundo. Los conciertos de hoy en día lo demuestran.
«Antes las orquestas eran de las pocas cosas que había que hacer» en los pueblos, cuentan los vecinos de Ribeira. Quizá había alguna sala de baile. La verbena era la única forma de escuchar música en directo. «Las orquestas de antes eran muy románticas. Cogías a alguno que se te acercaba y ya le tenías que decir 'separate un poco…'», ríe Nieves con otras dos amigas al sol del domingo en la plaza del Ayuntamiento, recordando sus primeras orquestas, allá por los 60. «No bebíamos, estábamos limpitos», añade, y el día de la fiesta del pueblo «era cuando comíamos carne. ¡De vaca, incluso!». Y todo el mundo bailaba. Las mujeres se ponían, si podían, los vestidos a estrenar.
«Antes era mejor»
En lo que están de acuerdo todos los mayores es que las orquestas «de antes» eran mejores. Ahora no se baila, la música no es tan buena, creen. Aunque reconoce Senén Bande, consciente de que llega una edad en la que parece que todo tiempo pasado fue mejor, que «los viejos opinamos como los viejos». «Lo de ahora me parece más un cabaret sobre el escenario, no es música», opina otro de los vecinos de Ribeira.
![La orquesta, en una actuación](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/08/13/paris2-U41621561882Ovt-624x350@abc.jpg)
Pero la realidad arrolla ese discurso. En cualquier orquesta, y sobre todo estas que reúnen a un público multitudinario, existe una variedad de público que va desde los niños en carrito de bebés a personas que llevan 25 años jubiladas. Se puede tratar de trazar una historia del fenómeno de la orquesta gallega, pero es fácil de explicar: «Aquí en Galicia es lo que más se lleva, a mí es lo que más me gusta, desde pequeñito con mis padres», cuenta un joven de Ribeira. Y es algo que le acompaña toda la vida. Más adelante, protagonizan sus primeras borracheras: «Alguna vez hasta me subí a un escenario, pero vamos a dejarlo aquí». «Son una experiencia que hay que vivir al menos una vez en la vida«.
Vida de músico
«Espectáculo» es la palabra más repetida cuando se le pregunta al público de Ribeira que defina, en este caso a la París de Noia. En el primer tema que interpretan, Alexis Iglesias, el joven guitarrista de la formación, es elevado a seis metros de altura, y su guitarra comienza a echar fuegos artificiales. El resto de la noche pasa entre confeti, pirotecnia, decenas de atuendos, acróbatas y espectáculos con fuego en directo. Y todo sale redondo. «Hasta 200 conciertos por año», calcula el cantante Oliver Pérez.
Lo más difícil es «tener a la familia lejos», reconoce. En la parte de detrás del escenario tiene Antonio Maneiro su puesto de control, desde donde escoge las proyecciones que se ven en las pantallas led. Cuelgan de la pared dibujos de su hija en los que se puede leer 'Papá'. Y al menos esa noche su mujer se sentó a su lado en su «oficina» durante el espectáculo: «Aprovechamos cuando tocamos cerca de casa –Ribeira está a media hora de Noia– para coincidir más». Sus días se vuelven cortos durante el verano, porque se acuestan «a lo mejor a las 7 de la mañana» para al día siguiente poner rumbo a otro lugar.
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