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ABC Cultural

Muere Wayne Shorter, gigante del jazz y saxofonista del quinteto de Miles Davis, a los 89 años

El músico formó parte de dos las formaciones más importantes de la historia del jazz: los Jazz Messengers de Art Blakey y el segundo quinteto de Miles Davis

Wayne Shorter, durante una actuación en 2008 REUTERS
David Morán

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Barcelona

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Cuenta la leyenda, y ya se sabe lo que opinaba John Ford de cosas como esta, que cuando Wayne Shorter entró en el quinteto de Miles Davis para reemplazar nada menos que a John Coltrane, las aportaciones del genial saxofonista eran de las pocas cosas que recibían un visto bueno casi inmediato. El huraño y malhumorado Miles le apretaba las tuercas a Herbie Hancock y hacía sudar tinta a Ron Carter y Tony Williams, pero con Shorter, parece, todo iba rodado. «Yo fui el único que lograba mantener sus aportaciones intactas... En alguna ocasión, claro», bromeaba el saxofonista hace años.

La anécdota, repetida en cientos de charlas, conferencias y entrevistas, ayuda a entender la dimensión de un músico que vivió como titán del jazz y como tal ha muerto. Porque Shorter, uno de los grandes arquitectos del jazz moderno, ha fallecido este jueves a los 89 años, según ha confirmado su publicista, Alisse Kingsley, a 'The New York Times'. El músico, nacido en Newark (Nueva Jersey) en 1933, lega un imponente catálogo marcado tanto por sus trabajos junto a Miles Davis y Art Blakey como por sus aventuras al frente de Weather Report o sus colaboraciones con Joni Mitchell, Carlos Satana o Steely Dan. «La palabra 'jazz' para mí solo significa 'te reto'», solía decir.

Hijo de un soldador y de una costurera, Wayne Shorter fue un apasionado de los cómics y la ciencia ficción a quien descubrir el bebop en la radio le cambió la vida. Charlie Parker, Dizzy Gillespie y Thelonious Monk se convirtieron en sus nuevos superhéroes, y el modelo a seguir para un crío crecido en un entorno industrial y que no tardó en cambiar el clarinete, su primer instrumento, por el saxofón. Su hermano Alan se quedó con la trompeta, pero sería Wayne el que mayor partido sacaría a su instrumento: tras pasar por el ejército y tocar para el trompetista Maynard Ferguson, en 1958 le echaron el lazo los Jazz Messengers de Art Blakey y ya no hubo vuelta atrás.

De revolución en revolución

El batería andaba entonces liderando una revolución a la que Shorter se sumó gustoso escribiendo 'Ping Pong' y 'Children of the Night' y volteando el hardbop junto a Lee Morgan y Freddie Hubbard. A la vuelta de la esquina le esperaba Miles Davis, genio y figura del jazz del siglo XX que lo fichó en 1963 para su segundo gran quinteto. Coltrane, Evans y compañía habían dejado el listón muy alto, pero con Shorter llegó la renovación y la apertura de miras de discos como 'Bitches Brew' o 'In a Silent Way'. «Para mí, el maestro escritor de ese grupo era Wayne», dejó dicho Herbie Hancock. Suyas son, sin ir más lejos, páginas doradas de aquella época como 'E.S.P.', 'Nefertiti' o 'Footprints'.

El interés por la experimentación, la fusión y el arrimar el jazz al rock, el funk y el R&B cristalizó en Weather Report, supergrupo de jazz fusión (por ahí andaban Joe Zawinul, Miroslav Vitouš, Alphonse Mouzon o Jaco Pastorius) de ventas millonarias y éxito casi instantáneo. Un proyecto de impacto que le sirvió a Shorter para abrir un provechoso vaso comunicante con el rock y el pop: no tardarían en llegar colaboraciones con Don Henley, Steely Dann, Joni Mitchell e incluso The Rolling Stones, con quienes grabó en 'Bridges To Babylon'.

Galardonado en 2017 con el Polar Prize, el Nobel de la música, Shorter siempre un fue un trabajador incansable y un creador inquieto que lo mismo apadrinaba a jóvenes promesas como Brad Mehldau que reincidía junto a Carlos Santana en la fusión con otro supergrupo, el estelar Supernova, o recuperaba viejas alianzas con Herbie Hancock para ponerse al servicio de Joni Mitchell.

«El jazz significa luchar por ser mejor persona, el bebop llegó porque queríamos ser mejores personas», dejó dicho un Shorter que, virtualmente retirado de los escenarios, lanzó hace un par de años 'Iphigenia', una ópera con libreto de Esperanza Spalding. «Necesitamos el coraje del jazz para ir hacia el futuro sin miedo», defendía el saxofonista. Y sabía bien de lo que hablaba, ya que la vida le golpeó con dureza: su hija Iska murió en 1985 con solo 14 años y su esposa falleció en 1996 en un trágico accidente aéreo. «La música del futuro es la banda sonora de las pocas personas que tienen el descaro y el coraje de continuar, de llegar al final de la línea y no desanimarse», aseguró en una frase que bien vale un epitafio.

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