Massiel, de regreso a Eurovisión

Más allá de todo esto, lo que uno aprecia siempre es que Massiel es un asunto vigente. Porque viva, o vivísima, lo ha estado siempre. Yo sospecho que Massiel ni duerme. Me gusta escribir que le ha puesto voz de oscuro énfasis a la lírica de Goytisolo, entre otros ilustres, y que ha cantado subida a un tractor, en la Cuba revolucionaria.

Massiel, a veces, tercia en las tertulias de la tele, y le mete marcha y memoria y adjetivo al tema, con lo que ya la llaman poco, o muy poco, porque en la tele funciona la media cháchara de salfumán, y ya está. Massiel es una artista con galones desde cuando a Eurovisión iban cantantes, e incluso antes. Quiero decir que siempre está ahí, con su genio de la Gran Vía, su melena de atropello y su anécdota siempre a punto y bien bordada, porque ha vivido, y lo sabe contar.

Sus hombres oficiales han sido Pablo Lizcano, Luis Recatero, Carlos Zayas. Aunque su hombre primero es su hijo, Aitor Carlos. Massiel acierta cuando exagera, y exagera mucho, como Sabina, pero con escote. Hace discos con letras propias, y luego enrama los nombres de Luis Eduardo Aute, Cecilia, o Hilario Camacho.

Hemos alternado mucho, durante años, en las mañanas de Susanna Griso, y siempre era Massiel un manadero de ingenio vital y desmelene verbal. A mí me mola, lo que pasa es que veces no te deja dar ni los buenos días. Pero si habla arrastra una cátedra, porque ha vivido y lo sabe contar. Tú te pones a hablar del Real Madrid y sale Massiel relatando cómo Di Stéfano le otorgó la insignia de honor. Tú te pones a hablar de la Presyler y Massiel te hace el retrato coral de todos sus retoños pijos. Tú te pones a hablar del columnismo y va Massiel y te cuenta una tarde en el Palace con Umbral. Tú te adornas hablando de ópera y va Massiel y te recita un soneto a Maria Callas. De manera que Masssiel lleva décadas siendo la Massielona.

No hace tanto, nos regaló, del tirón, dos discos que son historia de su aventura íntima y del desperezo de la España democrática. Se titulan 'Viva', y 'Deslizes', y concretan una reunión de solo volumen, que hacen un arco de canciones separadas por quince años bullentes, o quizá más. En esos dos discos puso Massiel apuesta artística y billetería de producción, porque Massiel es mucha Massiel, cuando se arranca, y no se arranca para un disco, sino dos.

Alguna vez escribí que vivía en aledaños de Montera, «entre rameras y tatuadores», y me celebró el apunte paisajístico, que dice que le dará para aliño de nuevos textos. Massiel debiera escribir sus memorias, porque tiene siempre un capítulo personal, en los avatares de lo social, y en la aventura de lo político, o artístico, con lo que la memoria de su vida es un poco la nuestra. Estamos ante una mujer que no se aburre, con voz propia en todo. Lo contrario a las guapitas de moda de 'OT' y otras gogós del playback. Su 'la, la, la', reliquia con futuro, volverá a sonar en una serie.