Festival de Cap Rocat: no disparen al pianista
Sondra Radvanovsky, Jonas Kaufmann, Mikhail Pletnev y Lisette Oropesa brillan en el certamen mallorquín
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Once y media de la noche. En el bar del exclusivo hotel Cap Rocat, en Palma de Mallorca, un hombre de gesto hosco y rostro impasible repite machaconamente sentado al piano diversas escalas. En la barra del bar y en la terraza contigua le ... observan asombradas varias personas, que toman una copa después de asistir al concierto que acaban de ofrecer en ese lugar Sondra Radvanovsky y Jonas Kaufmann; una mujer, fastidiada ante tanta repetición, golpea el cristal que le separa del pianista tratando de llamar su atención para que cese en su tarea. El pianista levanta la mirada y, sin mudar el rostro, sigue con sus escalas. Alguien advierte a la mujer: «Es Mikhail Pletnev, uno de los mejores pianistas del mundo...». La señora mira incrédula y, aunque la respuesta no termina de satisfacerle, se resigna. Pasa por allí Ilias Tzempetonidis, director artístico del festival que se acaba de inaugurar en este lugar y le comentan la escena. Abre los brazos y dice con sorna: «This is Cap Rocat» («Esto es Cap Rocat»).
Y es que, un año más, la música ha tomado por asalto la antigua fortaleza de Enderrocat, construida hace aproximadamente un siglo en la Bahía de Palma -aunque nunca llegó a funcionar como tal-, y hoy convertida en un hotel de lujo gracias al arquitecto Antonio Obrador, quien también tuvo la idea de crear un festival musical en el que ha implicado a toda su familia, especialmente a su hija María, secretaria general de la Fundación Madina Mayurqa (el nombre árabe de la isla de Mallorca) y directora del festival.
Cap Rocat es un certamen muy joven; este año ha celebrado únicamente su cuarta edición, pero lo ha hecho con un programa deslumbrante: recitales de la soprano Sondra Radvanovsky y el tenor Jonas Kaufmann; del pianista Mikhail Pletnev y de la soprano Lisette Oropesa: cuatro verdaderas estrellas en el mundo de la música hoy en día. Y es que Tzempetonidis tiene en la cabeza una palabra: «excelencia». No se trata únicamente de subir al escenario grandes nombres, explica, sino de hacerlo con una idea artística. Así, el programa que reunió a Radvanovsky y Kaufmann tenía como eje a Giacomo Puccini, de quien se conmemora este año el centenario de su muerte; Pletnev ofreció un recital dedicado a Frédéric Chopin, un compositor con un estrecho vínculo con la isla balear por su estancia en la localidad mallorquina de Valldemosa, donde todavía pueden verse sus huellas; y la estadounidense Lisette Oropesa cantó un exigente programa con arias belcantistas y francesas al alcance de muy pocas voces -entre ellas, y por primera vez en su carrera, la de la ópera 'María Stuarda', de Donizetti, un papel que estrenará en diciembre en el Teatro Real-.

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Las tres veladas fueron extraordinarias. Sondra Radvanovsky y Jonas Kaufmann -dirigidos por la sabia batuta de Marco Armiliato, un veterano lobo de mar en este repertorio- mostraron su jerarquía con arias y dúos de 'La fanciulla del west' -la soprano abordaba por primera vez esta ópera, que añadirá próximamente a su repertorio-, 'Tosca' o 'Turandot'; los dos con sus robustas voces y su canto dramático y siempre expresivo. Solo el viento se atrevió a intentar estorbar la velada, tamborileando en los micrófonos, pero el propio tenor alemán ayudó a resolver el problema: tras su primera intervención habló con Armiliato, cruzó el patio de butacas y se dirigió a la mesa donde estaban los técnicos de sonido, para pedirles que cortaran los micrófonos del coro cuando éste no interviniera: problema resuelto.
Como lo fue que Mikhail Pletnev pidiera antes del concierto que no dejaran pasar a nadie mientras calentaba sus dedos, antes del concierto, nuevamente en el bar del hotel (no pudo hacerlo en el piano en el que ofreció el recital). No estaba del todo seguro el músico de que sus manos estuvieran a la altura, pero no tenía por qué preocuparse. Su Chopin estuvo lleno de lirismo y de suave colorido. Tocó varios nocturnos y los '24 preludios', una pieza que el autor polaco compuso en parte en la propia Cartuja de Valldemosa, donde pasó el invierno de 1838 junto a la escritora George Sand.
También Lisette Oropesa tiene vínculos con Mallorca. Durante su estancia en la isla descubrió que su tatarabuela era mallorquina. Lo compartió con el público durante su deslumbrante concierto -«el programa necesitaría tres sopranos distintas», dice Tzempetonidis-, que remataría con dos piezas de zarzuela: 'María la O', de Ernesto Lecuona, y las Carceleras de 'Las hijas del Zebedeo', de Ruperto Chapí, y en el que estuvo acompañada por la Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares, dirigida por Pablo Mielgo. La soprano, estadounidense de origen cubano, tiene previsto publicar próximamente un disco de zarzuela.
La excelencia y la calidad han estado presente en esta cuarta edición del Festival de Cap Rocat, que tiene otros alicientes tanto para los artistas -Kaufmann ha expresado su deseo de volver- como para el público. Además del enclave -Cap Rocat es un privilegiado mirador sobre la Bahía de Palma-, Tzempetonidis destaca la «humanidad» de la familia Obrador y el clima que crean entre artistas y público. «Mi intención es que Cap Rocat se convierta, en cinco o diez años, en uno de los festivales de verano más importantes de España, siempre respetando la tradición española y su gusto por las voces -su idea es ofrecer una ópera en concierto en cada edición- y por la música».
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