Estopa, 25 años de rumba, carretera y manta: «No sabemos fingir»

«Mi hermano, que es un pesado y siempre me dice que me quite los pelillos de aquí», explica David al cabo de un rato señalándose la nuca y haciendo gala una vez más de esa naturalidad que ha acompañado a los autores de 'Tu calorro' desde que saltaron de la cadena de montaje a las listas de éxitos, del extrarradio de Barcelona al Olimpo de la rumba urbana. «No sabemos fingir», argumenta el mayor de los Muñoz. «Actuar es un papel que hay que interpretar. Y me parece un trabajo. Además, que se nota, ¿no? Si yo veo a alguien que está impostando algo, lo noto, todo el mundo lo nota. Me gusta fluir», añade.

De su hermano José (Cornellà de Llobregat, 1978), por cierto, ni rastro: a pocas horas de su primer Estadi Lluís Companys, gesta olímpica sin parangón que los convertirá en la primera banda española-catalana- barcelonesa en conseguirlo, el menor de los Muñoz atiende en solitario y en una sala contigua a las cámaras de Movistar Plus+, que prepara junto a Sony Music un documental sobre la gran noche de Estopa en Barcelona. ¿Objetivo? Celebrar por todo lo alto el 25 aniversario del dúo e inmortalizar en un 'rumbamental' aquella noche de julio en la que casi 60.000 personas se arrancaron la camisa entre jolgorio de palmas, pulseras luminosas y ojitos rojos y vidriosos.

Las entradas volaron en un par de horas, pero en cuanto el promotor sugirió la posibilidad de una segunda fecha en el mismo recinto, los Muñoz tuvieron claro que con uno era suficiente. Al menos de momento. «Si quiero cantar como si no hubiese un mañana, no puedo tener otro concierto al día siguiente. No quiero tener que dosificarme ni doblar los nervios», asegura David. Mejor así, la verdad. Porque lo de Barcelona fue una memorable fiesta de cumpleaños que, algo habrán leído, marcó el clímax emocional y simbólico de una gira que se alargará hasta el próximo 18 de octubre y con la que, en cierto modo, Estopa recoge todo lo sembrado durante este cuarto de siglo de orgullo de barrio, rumbitas acorazadas y carisma al natural.

Veinticinco años y nueve discos después de su legendario debut de 1999, es ahora cuando el dúo afronta sus actuaciones más multitudinarias y vende más entradas que nunca. A la hora de encontrar posibles explicaciones, David lo fía casi todo a un relevo generacional más que evidente a pie de pista. «No sé si es porque Rosalía, C Tangana o Auronplay han dicho cosas, pero se nos han sumado muchos niños que han tomado nuestras canciones antiguas como algo de referencia», teoriza el cantante segundos antes de que su hermano José se desplome a su lado en el sofá para sumarse a la conversación. «¡Qué poco me gustan las entrevistas yo sólo!», anuncia nada más llegar. «Ahora me echas de menos, ¿eh?», replica con guasa David.

-¿Siempre las hacéis juntos?

-Como Epi y Blas, sí. Hasta la fecha, sólo nos había separado el Jordi Évole para su programa.

-¿Y qué rol tiene cada uno?

-Pues cuando uno mete la gamba el otro trata de subsanarla y cuando decimos una tontería inocua nos seguimos el rollo hasta la muerte. No hay que contradecirse.

Bien podría ser ese el secreto, o uno de ellos, de David y José Muñoz, superhéroes de extrarradio que un día abarrotan el Metropolitano y al siguiente vuelven a sus vidas como si nada. Esta gira, de hecho, está diseñada pensando precisamente en eso: actuar en sábado, dormir el domingo y rutina doméstica y familiar para estrenar la semana. «A partir del lunes ya toca la vida típica de ir a comprar, tirar la basura… ¿Qué somos si no podemos conciliar? ¿Qué tipo de calidad de vida es esa?», se pregunta David mientras asoma de nuevo esa naturalidad, ese duende espontáneo y genuino, que no hace más que subrayar lo excepcionalidad de Estopa. Y no sólo en lo personal, también en lo musical, donde los catalanes fueron una de las primeras bandas en poner en el mapa el Baix Llobregat de forma masiva y desplazar el foco del centro a la periferia.

«A lo mejor Barcelona es ahora la periferia», sopesa David, francamente sorprendido de que se les considere pioneros de algo.«No me lo había planteado, pero si hemos servido para que la gente se quite los complejos de gente charnega, de persona quizá no tan rica, sin estudios ni referentes… Me haría mucha ilusión haber abierto puertas, dar voz a gente que nunca ha tenido voz. Nuestras canciones están llenas de crónicas del barrio, y el barrio es uno cualquiera del Baix Llobregat», reflexiona.

Esa fidelidad a sus propias raíces es el hilo que va de 'Estopa' al más reciente 'Estopía' y la columna vertebral de una manera de la música popular que, de 'Cómo Camarón' a 'La rumba del Pescaílla', les ha mantenido en sus casillas, lejos de los vaivenes de las modas y los conatos de injerencia externa. «Una vez nos trajeron un productor colombiano que empezó a hacernos como una especie de sesión de terapia para intentar convencernos de que el pop actual es el reguetón, porque el pop es muy aburrido y hoy en día se hace muy buen reguetón… Al final nada, no hicimos ni puto caso. Le dijimos que o hacía lo nuestro o que adiós muy buenas», recuerda David. «Eso fue uno de la compañía que nos dijo que porque no hacíamos un poco de reguetón», completa José. «No le va a gustar que lo digamos, pero bueno, ya no está en la compañía. Él sabe quién es. Le dijimos que nos estaba faltando al respeto. ¿Que nos tenemos que modernizar? ¡Modernízate tu! En tiempos tan oscuros, hay que ser más Estopa que nunca», reivindica el menor de los Muñoz.

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Sí que han estrechado lazos los de Cornellà con Alizzz, acaban de colaborar con el rapero zaragozano El Momo y no cierran la puerta prácticamente a nada. O a casi nada. «El trap no me gusta, me gusta el rap. Y el reguetón tampoco me gusta, me gusta el reggae y el ragamuffin», lista David, enemigo declarado del abuso de autotune en la música contemporánea. «El desafinar también es algo único, mágico, y el autotune está acabando con la imperfección, que es algo básico para el arte». «El arte no puede ser perfecto», añade José.

Lo que sí les gustaría, desvelan, es hacer algo con Els Amics de les Arts, con quienes llevan tiempo sopesando un posible cameo. «Al final, para hacer una colaboración nos tiene que gustar, nos tenemos que ver», aseguran. Otra cosa es que se acabe imponiendo la lógica familiar y el amor de padre. «Mi hijo, te lo juro, no para de decirme que por qué no hacemos algo con The Tyets», asegura José. Todo llegará. Como ese Camp Nou que, después del Olímpico de Montjuïc, se antoja la próxima plaza a conquistar. «¿Te imaginas?», fantasea David durante la sesión de fotos.