Duki: El sueño del pibe
El Wizink se llenó de camisetas de la selección de fútbol argentina con el número 10
Un Wizink muy argentino, lleno de camisetas con el '10' inmortal, recibió a Duki. El bonaerense, que viene de conquistar su patria, aterriza en España para una gira invernal corta pero productiva: dos conciertos en Madrid y dos en Barcelona, en todo un Palau Sant Jordi, con casi todas las entradas vendidas.
En Madrid, donde arranca su visita, le recibe un público entregado desde el inicio.
Arranca sólo con 'Givenchy', haciendo una buena primera mitad, y 'Rockstar', donde se une la banda, un trío clásico de guitarra, bajo y batería. Sorprende en el inicio 'Si te sentís sola', un poderoso rock distorsionado de motivos rítmicos interesantes y complejos.
Las canciones se precipitan sin apenas pausa, en una de las mejores aportaciones de la música moderna al directo.
'Piensa en mí', que recuerda a algunas de las célebres bandas del rock pre-metalero, destaca en el inicio.
Se ve rápido en el concierto y, aunque es la norma en este siglo XXI (¿el último?), el cronista debe contarlo. La línea entre la interpretación y el playback que suena por debajo es tan difusa que es casi imposible saber qué suena exactamente. Los fans de Duki dicen que es parte del estilo y mejora la música; los puristas ponen el grito en el cielo y balbucean sobre Tin Pan Alley. Yo, que pienso en ello a menudo, cada vez sé menos. La voz, al menos en el caso del argentino, es la suya. Canta con muchas limitaciones (¿también parte del estilo?), y afina con Autotune, que es con diferencia el artista más influyente de las últimas décadas, pero tiene una presencia, un 'flow', un aura de artista, que suple esas carencias.
Tras este momento de introspección personal, suena 'Unfollow' que tiene un toque disco que me gusta. Las canciones son todas una mezcla de influencias entre las que domina el rap. Existen por y para la letra, siguiendo una estructura sencilla, repetitiva, y con pocos sobresaltos, a fin de que el mensaje brille.
'Otro level' demuestra uno de los talentos del argentino: el arte de la pronunciación; el 'delivery' que dirían los anglos, tristes amos del mundo. Duki lo hace muy bien, marcando el acento donde lo haría el catedrático, y entonando, una rara avis en el gremio.
Otra de las sorpresas es la ausencia de reggaeton. 'Top 5' es el primero claro y suena pasada la mitad del concierto, algo que habla bien de él.
Sale entonces Quevedo, que últimamente viene mucho por este escenario, y canta 'Si quieren frontear', una canción de raza y barrio a la que sigue 'Antes de perderte', de las pocas que quizá, y forzando un poco, podría considerarse una balada. La más clara, con guitarra acústica y minimalismo, es 'Ave Fénix'.
El concierto ya va 'in crescendo' y este Wizink, que hoy es más argentino que el Malbec, canta todas. Un chaval observa con exagerada atención y anota en un cuaderno, rechazando el éxtasis colectivo. Ha venido a estudiar, como hicieron antes sus ídolos. En trance, rechaza cualquier tipo de coreografía o asociación, aislándose en el mundo de los obsesos. Pronto empieza; mejor.
De aquí al final, 'She don't give a fo', 'Marisola', 'Como si no importara', 'Givenchy' y algún recuerdo emotivo por el camino recorrido, que le ha llevado en cinco años desde la Sala But hasta este Wizink que hoy se ubica en Mar del Plata.
Como en casa, en ningún sitio. La suerte de Madrid es que es la casa de todos.
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