Críticas de los discos de la semana: Pixies, Viva Suecia, Rigoberta Bandini y Beth Orton
Nuestros especialistas musicales hacen un repaso de las novedades discográficas más interesantes de las últimas semanas

Esta semana los críticos de ABC analizan los nuevos trabajos de Pixies, Viva Suecia, Rigoberta Bandini y Beth Gordon. Veteranía y debuts, regresos tras un periodo 'out of the musical context' y espíritus alternativos mejor o peor entendidos.
Por Javier Villuendas
Pixies - 'Doggerel'
Octavo disco de los Pixies, el cuarto tras su vuelta en 2014, o sea el mismo número ya que cuando su legendaria formación con super Kim Deal allá a finales de los 80 e inicios de los 90, los de Frank Black empiezan este 'Doggerel' con 'Nomatterday', una canción que parece de su faceta (facetón) en solitario, un 'Los Angeles' de su primer disco a solas, y que tiene un cambio de tempo a mitad que hace levantar la ceja a lo Carlo Ancelotti ilusionado por si… No.
Rock alternativo
Pixies - 'Doggerel'

- Discográfica BMG
Los Pixies son uno de los grandes grupos alternativos de la historia del pop, distorsión, alaridos, marcianismo literal y espiritual, salvajismo y coros angelicales en canciones de poca duración, Kurt Cobain, la esponja, da fe de estos ritos, pero en esta ocasión nos sumimos en la versión más conservadora de los de Boston. Destellos haylos en sus 42 minutos, y mucha solidez y sobriedad, demasiada, y muchas codas bonitas marca de la casa (como en 'Haunted House', 'Get Stimulated', 'You're Such A Sadducee', como casi todas), con muchas guitarras patentadas por Joey Santiago y algunos atisbos de las cumbres de belleza de antaño ('The Lord Has Come Back Today').
Pero ausencian dos claves: caos y magia. O imprevisibilidad y hits. Volviendo al facetón en solitario nos recuerda al aura de los discos más clásicos de Black en solitario, como 'Honeycomb', que a la austeridad rabiosa y surf de Los Duendes, destacando en esta veta la gema neilyounguera 'Pagan Man'. Aunque temas memorables pocos, ejercicios de estilo muy solventes muchos, que no es poco, pues tiende su autor a hacer canciones pop como churros divinos, pero precisamente esta banda nos convenció de lo contrario, de su falta de convención, con mundos melódicos nuevos y mágicos que abusaban de tan bonitos y aquí son los menos, aunque se acerquen de lejos, lo que da hasta rabia.
Por Fernando Rojo
Viva Suecia - 'El amor de la clase que sea'
Al escribir esta crítica, es difícil abstraerse a todo el ruido que ha rodeado, desde muchos meses antes de anunciarse su publicación, el nuevo disco de Viva Suecia. La abrupta salida de Subterfuge, con gruesas acusaciones por parte del grupo al sello madrileño; el fichaje por una multinacional; las colaboraciones de Leiva, Luz Casal y, sobre todo, de Dani Fernández, integrante de la 'boy band' Auryn... y como consecuencia de todo ello, el reproche por parte de muchos seguidores de haberse vendido al 'mainstream'. Vaya por delante que nada de eso condiciona mi veredicto. Más bien al contrario: lo que a uno le pide el cuerpo es ponerles cinco estrellas a los murcianos, más que por sus méritos, por la creciente aversión a los guardianes de las esencias del indie patrio.
Pero lo cierto es que me ha decepcionado bastante el resultado conjunto del disco. Principalmente por tres razones:
Indie
Viva Suecia - 'El amor de la clase que sea'

- Discográfica Universal
1. Por la decisión de borrar completamente las guitarras de sus canciones. Hay pocos casos de grupos que en apenas siete años hayan dado un giro tan radical a su base musical. Una banda que se caracterizaba por sus guitarras distorsionadas termina olvidándose del instrumento protagonista que fue su santo y seña. Ellos son muy libres de hacerlo, como nosotros de echar de menos aquel prodigioso riff de 'A dónde ir', que nos puso a los pies del grupo. Una cosa es la evolución y otra derrumbar los cimientos que te hicieron crecer.
2. Por el uso y abuso de un mismo patrón de éxito para fabricar hits. A todos los artistas que se precien les pasa que muchas canciones se parecen a otras, pero lo de 'El amor de la clase que sea' bate todos los récords. Empieza el disco con 'El bien' -un himno de tomo y lomo que bien merece las dos estrellas de la calificación- y la fórmula se repite, con pequeñas variaciones, en las diez canciones restantes. Lo peor que se puede decir de un disco, y con este me ha pasado, es que va empeorando en las siguientes escuchas.
3. El esfuerzo por no desagradar. Ya no es que esté concebido para las emisoras de radiofórmula o para llegar a un público más amplio, lo cual es perfectamente legítimo. Es que todo el disco es reproducible durante horas en el hilo musical de Mercadona. Cuando el rock es tan previsible y acomodado, olvida su componente artístico y pasa a ser un simple artículo de consumo...
Y sin pretenderlo, me doy cuenta de que me he convertido en otro guardián de las esencias. Otro más.
Por J. V.
Rigoberta Bandini - 'La emperatriz'
Una oda bailable sobre la maternidad con constantes menciones a Sorrentino, cineasta a su vez constante en el ramplonismo espiritual de los medios generalistas, que le encumbran como tuerto en el reino de los ciegos sordomudos tetrapléjicos del alma, Paula Ribó, alias Rigoberta Bandini, aborda en 'La emperatriz', su debut en largo con ocho singles ya conocidos más cuatro inéditos, este tema maternal primando la canción ligera en clave de pop sintético sobre géneros como la cumbia, de imperativa inclusión para agraciar al sector altermundista de su extenso 'target' en el intento y, quizá, concilio con el refinadísimo público del colegio mayor Elías Ahúja. O sus novias. O sus novios (pero nunca novies en el cielo alcohólico de la capea).
Pop
Rigoberta Bandini - 'La emperatriz'

- Discográfica Desconocida
'La emperatriz' comienza con 'In Spain We Call It soledad' y sigue con 'Ay Mamá', dos de sus canciones más conocidas, en donde la catalana muestra ya sus puntos débiles y fuertes, esto es pop pegadizo, tocateclismo garante de éxito por sus reivindicaciones 'woke', valiosa desvergüenza torera y generación también de vergüenza a cuentagotas en algunas salidas, en una artista con público masivo tras su paso por el Benidorm Fest. Luego viene 'Perra', como ya hiciera la modelo y cantante Blanca Romero como La Perra en 2007 en esta onda de liberación 'soy muy salvaje' y tal, en un espectro también parecido al 'Puta' de Zahara, seguidismo indecente de La Zowi que llegó antes cuando la puerta transgresora había que abrirla y tenía mérito.
Por supuesto, hay que cantar al twerk y al perreo, y el momento más duro de escuchar es la conversación grabada mega espontánea entre Bandini y Amaia de Operación Triunfo sobre cómo hay que hacer para hacer el twerking adecuadamente. En realidad, cualquier parte hablada amenaza escalofríos por eso de aparentar naturalidad además de una coda a no saber hacer ni un huevo frito en tonos del gran Manolo Kabezabolo pero que no hay por dónde coger esta confesión casi con vanagloria (en el mejor de los casos una extraña metáfora sobre la felicidad que conlleva la ignorancia).
En el lado positivo, un notable talento melódico (en la misma 'Ay Mamá, 'Canciones de amor a ti', la afrancesada 'Julio Iglesias', en la mayoría, vaya, en una onda general que recuerda a La Bien Querida), la arquitectura de los juegos de voces para hacer crecer los temas también destaca, todo ello en una producción sencillita para poner en el foco el a veces temerario ingenio de Bandini a la que siempre le vamos a elogiar el atrevimiento, jugándosela líricamente desde la ligereza y la inventiva libre como norma. La de 'A todos mis amantes' a lo Violeta Parra con amagos tecno-pop y juegos de voces es muy bonita y sobresale la inédita 'Tú y yo', romanticismo costumbrista con partes espaciales a lo Beach House entre coros.
El final del disco tiende hacia esa deriva más flotante, lenta y gregoriana hasta 'La emperatriz', donde canta «Busco en Google ser feliz, dicen que me apunte a un coro», en un último tramo de cante religioso que remite a la canción anterior 'Que Cristo Baje' donde dice que este descienda y le enseñe a rezar, y aquí explica «No sé bien a donde ir, siempre me ha importado poco» y tira de aleluyas, y recordemos portada celestial con gorra y paquete de Marlboro Light alado mediante, y una bendición para acabar de tu sacerdotisa de confianza que pone fin a este lanzamiento y etapa artística.
Por David Morán
Beth Orton - 'Weather Alive'
Siempre a punto de casi todo, siempre batiéndose el cobre con el sí pero no, Beth Orton asomó la cabeza a principios de los noventa cabalgando beats sintéticos junto a The Chemical Brothers y William Orbit y desde entonces su carrera ha sido algo así como un agitadísimo Dragon Khan emocional y estilístico. Un Guadiana generoso en pendientes, recovecos y zonas oscuras que, de la electrónica con vistas al folk a la canción de autor más espartana, siempre prometía más de lo que acababa ofreciendo.
Folk
Beth Orton- 'Weather Alive'

- Discográfica Partisan
«Había llegado un momento en el que mis discos eran una mezcla de muchas aportaciones de personas diferentes, algo que está genial, pero necesitaba descubrir mi propia voz. Probar, fallar y seguir probando. Encontrarme con una canción que hace cinco años había dado por acabada y descubrir que realmente no lo estaba«, reconocía la propia cantante en 2012 en una entrevista con este diario.
Pues bien: una década y una mudanza después de aquello (también congoja pandémica y extraña enfermedad mediante), la británica no solo ha encontrado su voz, sino que además ha alcanzado su Valhalla creativo. Una cima difícilmente repetible que parece moldeada con la misma arcilla que 'Astral Weeks' de Van Morrison, 'Spirit Of Eden' de Talk Talk, y 'Fetch the Bolt Cutters' de Fiona Apple. Discos de belleza arrebatada y melancolía envolvente que Orton trasplanta en un territorio de letras fragmentarias, remansos de paz melódica y composiciones a las que basta con acercar la oreja para escuchar cómo se van quebrando por dentro.
Ocurre con la sublime 'Friday Night', una de las mejores del lote, y ocurre, en fin, con todo este 'Weather Alive' hecho de suspiros, lamentos y nebulosas de folk y jazz. De belleza desnuda y discretos bufidos de saxofón. De voces con las que Orton parece querer cantar a través de PJ Harvey y Beth Gibbons (sí, de las dos al mismo tiempo) y de apariciones espectrales como 'Forever Young'. El folk como bálsamo sanador y la canción convertida en el más efectivo de los filtros purificadores. El desborde de 'Lonely', el batallón de caídos de 'Fractals'... Nunca antes había sonado la de Norwich tan vulnerable y sobrecogedora. Tan imponente y rotunda. Aunque, claro, nunca antes se había tropezado con un disco como este.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete