Bob Dylan: un premio Nobel se despide de España sin decir adiós y tocando rock and roll
La leyenda se centró en su último disco, 'Rough and Rowdy Ways', y no ofreció ninguno de sus clásicos
El bardo es un 'cobardo' virtual
Noches del Botánico: 48 días de música
![Bob Dylan en una imagen de archivo. El artista no permitió la entrada de fotógrafos](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/06/08/1414817742-R23GYfh3h82B0p9LPrr470L-1200x840@abc.jpg)
A paso ligero de octogenario y sin saludar, Bob Dylan se sentó detrás del piano y la banda se arremolinó a su alrededor en formación. Empieza la misa en Madrid. Y suena el hoy poco punzante riff de 'Watching The River Flow', en el que el chico de Duluth cantó casi inaudible y haciendo temer los peores presagios sobre su voz: «Qué pasa conmigo, no tengo mucho que decir». Historia histórica, una de las figuras capitales del siglo XX, el genio que dio fondo al rock and roll, gazmoño él porque no tiene nada que decir al patio del Real Jardín Botánico Alfonso XIII que todavía andaba sentándose. Lo que tampoco dijo es que se trata del final del cuento. Pero sobran las palabras, vivan las sombras. Y la voz la tiene mejor que bien, falsa alarma.
Lejos de los estadios a lo Bruce Springsteen, este concierto de arranque de su gira española en las Noches del Botánico se planteó como el clon del clon de su largo tour mundial en lo que ya sabes lo que verás: mucho de su último disco de 2020 'Rough and Rowdy Ways' y ningún clásico. Sigue haciendo deconstrucciones a lo Ferrán Adrià de sus platos musicales pero manda la cuadrícula en el repertorio basado en su 39 álbum, una obra espectral y elevada. ¿Y por qué venir? Porque con su grupo ha refinado un cóctel estático, atemporal y hasta psicodélico de sus obsesiones por el folk, el blues y el rock and roll. Incluso es un poco crooner y podría darle al death metal con esa lija bronquítica que saca cuando grazna.
El decorado era crepuscular. De fondo los abetos del bosque, iluminados en un juego de azules, y en el escenario la banda mirando a Dylan delante de un elegante telón con solo luz intensa en los bajos, como si tocaran en el centro de una hoguera tenue. Y empezaron a caer sin discurso entre medias 'Most Likely You Go Your Way (And I'll Go Mine)', del 'Blonde on Blonde', 'False Prophet' y antes justo, especial mención, al primer plano de Dylan en 'I Contain Multitudes'. Realmente, su piano y él fueron la base sobre la que su exquisita banda jugaba con magisterio y química. Estupendo sonido. Y el agua respetó el show, buen detalle pues hasta un minuto de empezar seguía lloviznando.
La noche del oscuro Dylan, tres 'thank you' largo de la cita, y su equipo también de negro a juego versó acerca de variaciones rock y blues con detalles en sus progresiones y arreglos sobre las que el cantautor de Minnesota fraseaba en su timbre reconocible y admirable a sus 82 años. Historia histórica escuchar su característica nasalidad. Pelazo también. Y energía, siempre de pie con las piernas abiertas, se sentaba apenas cuando no cantaba, que era casi nunca, para levantarse con ímpetu. Inmóvil, eso sí, solo tocó el piano y ni rozó la guitarra o armónica.
La parroquia respetaba en silencio al grande entre los grandes, en un concierto mata-emociones con algún tramo tedioso, en donde Dylan parecía un niño jugando concentrado a pulir el cerebral salvajismo de su ingenio intercalado con canciones bonitas. En la parte final llegó una versión de Buddy Holly, una recreación atmosférica y celestial de 'Mother of Muses', la joya de las joyas anoche, y un cierre con 'Every Grain of Sand', de su poco memorable álbum de los 80 'Shot of Love'. Si alguien esperaba algún hit, debió flipar. Pero si alguien se decepciona con Dylan a estas alturas, que se lo mire. Ver a alguien libre siempre es inspirador, además. Al término, se acercó tambaleándose al borde del escenario y observó casi retador al público. Ni levantó la mano. Y se metió entre las sombras de donde, algún día, ya no saldrá.
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