'Adriana Lecouvreur', un teatro de cartón para una ópera de carne y hueso
El Teatro Real abre su temporada, en una gala que presidirán Sus Majestades los Reyes, con la obra de Francesco Cilea, basada en la vida de una célebre actriz francesa del siglo XVIII
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Una escena de 'Adriana Lecouvreur', con Elina Garanca y Ermonela Jaho
Sobre el escenario del Teatro Real descansa estos días otro viejo teatro, éste de cartón, con sus candilejas, sus bambalinas y sus lámparas. En él se desarrolla buena parte de la acción de 'Adriana Lecouvreur', la ópera que abre la temporada 2024/25 ... del coliseo madrileño. La obra de Francesco Cilea, estrenada en Milán en 1902, no había pisado aún el escenario del Real, aunque sí se había presentado en Madrid, concretamente en el Teatro de la Zarzuela. La producción, que se verá entre el 23 de septiembre y el 11 de octubre, lleva la firma de David McVicar, y se ha visto ya en ciudades como Londres, Barcelona, Viena o París. «Podemos hablar casi de una producción legendaria», dice Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real.
En Madrid, 'Adriana Lecouvreur' -repuesta por Justin Way- contará con la dirección musical de Nicola Luisotti y un doble reparto que incluye a Ermonela Jaho y Maria Agresta (Adriana Lecouvreur), Brian Jagde y Matthew Polenzani (Maurizio), Elina Garanca, Ksenia Dudnikova y Teresa Romano (Princesa de Bouillon), Nicola Alaimo y Manel Esteve (Michonet) y Mikeldi Atxalandabaso y Josep Fadó (Abate). La ópera, con libreto de Arturo Colautti, está basada en la obra teatral homónima de Eugène Scribe y Ernest Legouvé sobre la vida de la actriz Adriana Lecouvreur. «En el París de la primera mitad del siglo XVIII, fue una auténtica leyenda -cuenta Matabosch-. La más prestigiosa de todas las actrices de la Comédie Française, admirada por su estilo de declamación natural y sin afectación, que realzaba como nadie los versos de Racine y de Corneille, e idolatrada por la 'intelligentsia' de su época, falleció repentinamente en plena juventud, en circunstancias turbias que no hicieron más que engrandecer su leyenda».
A pesar del teatro de cartón que preside el escenario, la palabra 'verdad' fue la más repetida durante la presentación del montaje en el Real. 'Adriana Lecouvreur' es considerada un título 'verista', pero Nicola Luisotti sorprendió al afirmar que «las óperas veristas no son veristas; nadie canta en la vida real, ¿dónde está el verismo?... En 'Adriana Lecouvreur' hay más verdad que realidad, que verismo. En el teatro lo que se hace siempre es la verdad». La soprano albanesa Ermonela Jaho -una de las artistas más queridas por el público del Teatro Real- utiliza la misma palabra, verdad, para hablar de los sentimientos que expresa su personaje -«los celos, el sufrimiento, el amor»-, al que ha descubierto, dice, gracias a Nicola Luisotti, y al que va a dar su alma «en cada nota y en cada respiración... Un artista de ópera debe mostrar la verdad cuando canta, el centro no debe ser el sonido».
Adriana Lecouvreur fue la primera actriz de la Comédie Française que mostraba verdad en sus actuaciones,apunta Charles Edwards, escenógrafo de la producción, que desvela que McVicar quiso unir la relación entre su vida personal y su vida como actriz. Justin Way, que fue el asistente del director de escena escocés -que firmado en el Teatro Real montajes como 'The Turn of the Screw', 'La Traviata', 'Rigoletto', 'Gloriana' y 'Don Carlo'-, insiste en que el trabajo en cada reposición, y por tanto también en ésta, «se basa en la humanidad de los personajes».
David McVicar tiene, descubre Edwards, obsesión por el siglo XVIII -la acción está situada en 1730 en París- y por sus aspectos morales y políticos. En 'Adriana Lecouvreur' asistimos a un París donde las diferencias entre las clases sociales son muy notables. Y ahí está la propia actriz, que se mezcla y es admirada por la aristocracia, pero no deja de pertenecer a otra clase social. «La realidad de Adriana es muy distinta de su fantasía». Aristocracia y pueblo no se unen ni en esta ni en otras óperas que abordan la misma cuestión. «El personaje de Michonnet, el director de la compañía en la que actúa Adriana Lecouvreur, le advierte en un momento de la obra de que tenga cuidado y no se mezcle con los nobles porque ellos, los cómicos, son solo pobres sirvientes y no pertenecen a ese mundo».
Joan Matabosch califica esta ópera como «un homenaje al teatro». McVicar la considera, sigue el director artístico del Teatro Real, una obra autorreferencial, y «la mejor manera de materializar este concepto es construir un escenario en el escenario y convertir lo inverosímil de la historia, sus puntos dramáticos más débiles, en una bella metáfora del artificio del arte dramático». Pero, aclara, no es una puesta en escena 'tradicional' o 'antigua'. «El vestuario es de época, pero no son los trajes lo que le dan modernidad a un montaje. Ponerle tejanos a un personaje no garantiza que sea moderno, y McVicar ha demostrado muchas veces que se puede hacer teatro de verdad con vestuario de época».
Nicola Luisotti añade que 'Adriana Lecouvreur' es una ópera muy moderna -la versión de la partitura que se va a escuchar es la que su autor hizo en 1932-, «musicalmente muy fácil de escuchar pero muy difícil de hacer; yo la he estado estudiando durante dos años, no es una obra que se quede en la cabeza, tiene muchas trampas». Y concluye definiendo a Francesco Cilea, en esta partitura, «como un italiano que escribe con mano francesa».
Homenaje a Josep Carreras
«Que ante ese 'monstruo' de calidad y posibilidades, un tenor joven y también español, por la gracia de Dios, José María Carreras, triunfase por voz, preciosa en el timbre lleno y fresco, humano, intenso, por temperamento, por línea y fraseo de gran cantante; que diese la réplica de igual a igual a la 'diva', sobre todo en el acto último, con inflexiones emocionales máximas, lo dice todo sobre el artista, especialísimamente aclamado por el público». Estas palabras las escribió Antonio Fernández-Cid, crítico musical de ABC, el 8 de junio de 1974, tras la representación de 'Adriana Lecouvreur' en el Teatro de la Zarzuela -el 'monstruo' era Montserrat Caballé-. Se ha cumplido medio siglo de aquella función, y con este motivo dedica el Teatro Real la puesta en escena actual de la obra de Cilea al tenor catalán.