Abre el Museo de Broadway: pasen por taquilla
La última atracción de Times Square no esconde su intención de ordeñar un poco más al turista de los musicales

'Exit Through the Gift Shop' (algo así como 'La salida, por la tienda'), el documental de 2010 del artista callejero y ahora ubicuo Banksy, convirtió su título en un lugar común cuando se habla sobre la comercialización del arte. El origen: muchos museos ... colocan su mercancía de reproducciones, catálogos y supercherías con la imagen de sus obras en la salida, con el objetivo de forzar al visitante a que apoquine antes de salir del edificio. Un símbolo de que el dinero manda, pese a la pureza de la misión que se imponen las instituciones culturales. El último museo que ha abierto en Nueva York se quita esa careta. Es el Museo de Broadway, dedicado al musical, uno de los motores culturales y turísticos de la Gran Manzana. Está en la calle 45, en el meollo de los grandes teatros del género, y de él no solo se sale por la tienda: también se entra.

De hecho, el visitante distraído podría confundirlo con un bazar de souvenirs del cercano Times Square, de los que cada vez quedan menos. Desde la cristalera que da a la calle solo se ven camisetas, imanes para el frigo o tazas con imágenes de musicales legendarios o de alguno que está de moda.
Para llegar a la taquilla hay que atravesar la tienda y evitar la tentación de comprar una sudadera de 'Moulin Rouge' por 80 dólares. Una cajera sonriente informa de que la entrada cuesta 39 dólares, más impuestos (en horarios más demandados, el precio sube hasta 49 dólares). En el tiempo que la terminal tarda en chupar los datos de la tarjeta de crédito da tiempo para acordarse de que cuesta 25 dólares entrar en el MoMA, quizá el mejor museo del mundo de arte moderno y contemporáneo; o de que se pagan 28 dólares para maravillar a los niños en el Museo de Historia Natural; o de que los residentes entran gratis en el Metropolitan Museum.

La recaudación no ha dado por el momento para instalar ascensores hasta el tercer piso, donde comienza la muestra. Al visitante le espera un recorrido cronológico por la historia del musical. Pero, antes de eso, hay que pasar por una sala inundada de luz y con las paredes cubiertas de portadas de 'Playbill', la revista dedicada a los espectáculos de Broadway, que también se distribuye en los musicales como el programa de la función. '¿Quiere ver un espectáculo de Broadway?', demanda un cartel en la pared. 'Escanee el código QR', se responde a sí mismo. Las portadas de 'Playbill' son las de los musicales que están ahora mismo en cartelera y el código QR lleva al móvil del visitante a una página para adquirir entradas. De la tienda a la taquilla y otra vez a la taquilla.
El museo es una idea de Julie Bordman y Diana Nicoletti, productora de musicales y fundadora de agencia de marketing, respectivamente. Llevaban cinco años de trabajo hasta que abrió sus puertas el mes pasado, con el respaldo de algunas de las grandes compañías del musical, como Shubert, Nederlander o Jujamcyn.

El nombre puede llevar a pensar lo contrario, pero es una entidad con ánimo de lucro. Dice su web que su objetivo es «resaltar los momentos pioneros de la historia de Broadway, los momentos que estiraron los límites creativos, desafiaron las normas sociales y asfaltaron el camino para los que vendrían después». En este punto de la visita, el objetivo parece ordeñar un poco más al turista del musical. Después de gastarse cientos de dólares en el hotel, otros tantos en una obra, demasiados en los restaurantes temáticos de Times Square… ¿por qué no cincuenta más aquí?
El museo ocupa un edificio antiguo, que antes albergaba un pub irlandés de varios pisos, un tipo de establecimiento que abunda por la zona. Las salas, estrechas y llenas de objetos, textos y decorado, explican la evolución del musical, desde sus orígenes en el vodevil y en los espectáculos de música negra hasta las obras contemporáneas.
El recorrido se estructura con los grandes musicales de cada época: 'Show Boat', 'Oklahoma', 'West Side Story', 'Hello Dolly', 'Cabaret', 'Hair', 'Company', 'The Wiz', 'Cats', 'Rent', 'El Rey León', 'Hamilton'… Las salas recrean sus escenarios y están atiborradas de pequeños tesoros para los fanáticos del género: la peluca que Patti LuPone llevó en 'Evita', una chaqueta de los Jets en la producción original de 'West Side Story', el vestido rojo de 'Annie', el primer traje que vistió en escena Meryl Streep, muñecos de 'Avenue Q', máscaras de 'El Rey León', las botas originales que vistió Lin-Manuel Miranda en 'Hamilton'…

Es un paseo mareante por la cantidad de información, fotografías, partituras, bocetos y recuerdos que se acumulan. Lo enjuagan la música de fondo y la simpatía de los guías que se reparten por las salas, listos para compartir anécdotas de Broadway con el visitante y sin esconder que son aspirantes a actores que esperan su oportunidad.
El museo promete «experiencias interactivas», pero estas se limitan apenas a la posibilidad de hacerse 'selfis' en salas llenas de espejos o en decorados reconocibles. El final de la visita recorre las tripas de una producción, el proceso de creación, financiación y montaje de estos espectáculos caros y complejos.
Uno de los contrapuntos es la sala dedicada a Al Hirschfield, el dibujante que inmortalizó con un estilo personal a las grandes estrellas y producciones de Broadway. La elegancia de sus caricaturas es un oasis en la cascada de luces, brillantina, colores eléctricos y reflejos que dominan.
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En todo el recorrido, este periódico solo se cruzó con otro visitante, que charlaba de manera animada con uno de los guías del museo. Tras salir del museo –una nueva pasada por la tienda–, Jonny Brooks-Bartlett explicaba que venía de Londres y esta era su primera vez en Nueva York. «Me ha encantado, me lo ha recomendado alguien que vive aquí», decía sobre el museo. «La verdad es que no estoy acostumbrado a pagar 40 dólares por algo así. Pero bueno, estoy de vacaciones, ha merecido la pena».
Un poco más de vida para 'El fantasma de la ópera'
Hacia el final del recorrido cronológico por el musical del Museo de Broadway, aparece una instalación con cristales colgados del techo. Es un guiño al célebre candelabro de 'El fantasma de la ópera'. «Póngase aquí y verá», dice uno de los guías del museo. Desde ese ángulo, los cristales toman la forma de la máscara del fantasma. El candelabro lo forman 13.917 cristales, uno por cada representación de este musical de Andrew Lloyd Webber hasta el próximo febrero. Estaba previsto que la obra, la que más tiempo lleva en cartelera de la historia de Broadway, bajara el telón entonces. Se anunció el cierre en septiembre, y volvió a surgir la fiebre por el fantasma, que ha cumplido 35 años en el mismo teatro. La demanda de entradas obligó a los productores a extender la vida del musical hasta el 16 de abril. El candelabro tendrá que añadir unos cuantos cristales más.
El musical se estrenó en Broadway en 1988, dos años después de ver la luz en el West End de Londres. Fue muy buen recibido –ganó siete premios Tony, entre ellos al de mejor musical– y creó una legión de seguidores. Lo han visto casi 20 millones de personas en Nueva York, y muchas otras en producciones por las cuatro esquinas del mundo. Se ha representado en 77 ciudades y se mantiene su presencia en Londres y en Melbourne (Australia).
La obra ha recaudado unos 1.300 millones de dólares en Nueva York desde su estreno, pero en la última década se mantenía en cartel sin pena ni gloria. La pandemia, que cerró Broadway durante muchos meses, fue el golpe de gracia. La producción ha perdido dinero desde entonces. El anuncio de su despedida disparó las ventas: la semana anterior, los ingresos eran de 827.000 dólares. En la semana en la que se comunicó la extensión, ya había subido a 2,2 millones, el máximo de su historia: nadie se quiere perder la última oportunidad de verlo en Nueva York.
Su cierre en Broadway no significa el adiós de 'El fantasma': Antonio Banderas y Lloyd Webber preparan una versión en español del musical. Lo anunciaron este verano en Madrid, dentro de un proyecto para producir en español otros musicales de Lloyd Weber como 'Sunset Boulevard', 'Evita' o 'La Cenicienta'.
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