Sinéad O’Connor, retrato íntimo de un juguete roto del pop
La cantante repasa en su autobiografía una vida marcada por la enfermedad mental, los malos tratos

16 de octubre de 1992. Sinead O’Connor (Glenageary, 1966) está tan entusiasmada con la versión de ‘I Believe In You’ que ha preparado para el concierto del 30 aniversario de Bob Dylan que se ha olvidado de todo lo demás. Se ... ha olvidado, vaya, de que media América la odia. Así que cuando aparece sobre el escenario del Madison Square Garden con un traje azul turquesa que, asegura, le sienta francamente mal; un traje que, dice, «sólo le quedaría bien a un personaje de ‘Dinastía’», cree que los abucheos se deben a las pintas que gasta. Pero no. Nada de eso. «Con la emoción de formar parte de ese espectáculo, me he olvidado del incidente de la foto del Papa en ‘SNL’», escribe ahora la irlandesa en ‘ Remembranzas. Escenas de una vida complicada ’ (Libros del Kultrum), turbador libros de memorias con el O’Connor, rebelde sin pausa y juguete roto del pop de los noventa, reconstruye su alborotada y en ocasiones catastrófica carrera, ilumina turbios pasajes de su vida y abomina de un estrellato pop que, dicen, se le empezó a escapar de las manos justo antes de pisar por primera (y última) vez el Madison Square Garden.
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En el centro del relato, su polémica aparición del 3 de octubre de 1992 en el programa ‘ Saturday Night Live ’, en la que hizo trizas una fotografía de Juan Pablo II para denunciar los abusos de la iglesia, y que la despeñó de la cima del éxito en lo que se tarda en cantar el ‘War’ de Bob Marley . Ella, claro, no piensa lo mismo. «Creo que lo que hizo descarrilar mi carrera fue tener un disco en el número uno y que romper la foto me devolvió al camino correcto. No nací para ser una estrella pop. Porque para eso hay que ser una buena chica», explica. Y si algo deja claro es que ella, estrella distante y talento díscolo, no vino al mundo para ser dócil. «Sólo tenía cosas que sacarme del pecho. No albergaba ningún deseo de alcanzar la fama», escribe.
Una infancia complicada
Entre las cosas que tenía que arrancarse de dentro, una infancia espeluznante marcada por la separación de sus padres y los abusos de su madre . «Soy la niña que llora de miedo el último día antes de las vacaciones de verano. Tengo que fingir que he perdido el palo de hockey porque sé que si lo llevo a casa mi madre me golpeará con él todo el verano. Me hará desnudarme, me obligará a acostarme en el suelo y abrirme de piernas y brazos, y a permitirle golpearme con el mango de la escoba en mis partes íntimas», escribe.
En la escuela, sólo Yeats despierta el interés de una joven Sinéad que fantasea con salir de ahí, con desaparecer de Irlanda. Y lo conseguirá, sí, pero sólo después de acumular entradas y salidas de colegios, internados religiosos y centros de rehabilitación «para menores con problemas de conducta». Se reconoce cleptómana –«por eso me gusta cantar himnos religiosos, porque no soporto ser tan mala», dice– y casi llora de alegría el día que finalmente pone rumbo a Londres para firmar su primer contrato. «El mejor día de mi vida fue el día que dejé Irlanda por primera vez», confiesa.
A partir de ahí, el delirio: el primer zarpazo con ‘ The Lion And The Cobra ’ (1987); el éxito descomunal de ‘ I Do Not Want What I Haven’t Got ’ (1990) y el pelotazo de ‘ Nothing Compares 2 You ’, cortesía de Prince ;la cabeza rapada como respuesta a todos esos ejecutivos, todos hombres, que le exigían un look más femenino… «No pido ser la número uno. No necesito caerle bien a nadie», insiste la cantante después de que su paso por el ‘SNL’ la convirtiese en apestada oficial de la industria discográfica y en blanco de todo tipo de chanzas. El rapero MC Hamme, por ejemplo, le envía un cheque por valor de 1.500 dólares para que tome el primer avión de vuelta a Dublín. Frank Sinatra, menos sutil, sugiere que alguien debería patearle la culo.Mientras tanto, la prensa no se corta y la señala como «enemiga de América».
Prince y la locura
En el libro, O’Connor narra también un intento de suicidio y una noche entre el delirio y el puro espanto en casa de Prince, desmiente que haya tenido algún tipo de relación con Anthony Kiedis , cantante de Red Hot Chili Peppers («dice que mantuvimos una especie de relación romántica. Sí, en sus sueños», escribe) y enumera constantes sabotajes a la industria musical y sus emperifolladas galas. Poco amiga del sistema, explica que cuando estaba grabando su primer disco, ‘The Lion & The Cobra’ y se quedó embarazada, la compañía la conminó sin demasiados miramientos a abortar. «Tu compañía discográfica se ha gastado cien mil libras en la grabación de este álbum. Tienes que interrumpir el embarazo: se lo debes a ellos», recuerda Sinéad que le dijo el doctor a sueldo de la discográfica. Ella,claro,ni caso. «Tengo cuatro hijos de cuatro padres distintos, con uno de los cuales me casé. También me casé con otros tres hombres, pero ninguno de ellos es el padre de ninguno de mis hijos», resume ahora a modo de enrevesado árbol genealógico.
Las últimas páginas resultan especialmente turbadoras, cuando revela que estuvo entre 2014 y 2018 dando tumbos por instituciones mentales tras sufrir una «crisis nerviosa total» derivada de una histerectomía radical. Sinéad, que firma también como Shuhada desde que se convirtió al islam en 2016, no evita hablar de sus problemas mentales e incluso dedica un último capítulo a intentar convencer a su padre de que nada de lo ocurrido es culpa suya.
«La investigación psiquiátrica y musical ha demostrado con creces que, por necesidad, todos los individuos a los que Alá elige insuflar el suspiro de su fuego musical están también tocados por la locura (...). Así que tu hija nació loca. Ni tu ni su madre sois responsables», concluye una artista que, pese a todo, planea un disco para 2022 y sopesa apuntarse a un curso de auxiliar de enfermería. «Parte de la razón por la que me convertí en cantante fue porque no podía ser sacerdote, dado que tenía vagina y un par de (insignificantes) pechos. Siempre me interesó trabajar con moribundos», dice.
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