Gustavo Santaolalla: «No hay nada más horrendo que un niño cantando tango»
El compositor argentino, ganador de dos Oscar, ofrece tres conciertos en España en los que presenta sus obras en formato sinfónico
![Gustavo Santaolalla, durante la entrevista esta semana en Madrid](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2021/09/12/santaolalla-kCxG-U31001783384gql-1248x698@abc.jpg)
En las estanterías de la casa de Gustavo Santaolalla lucen dos Oscar, un Globo de oro, un Bafta y dos Grammy, entre la treintena de premios internacionales por su trabajo como compositor de bandas sonoras y como productor de distintos artistas. Nació en agosto de ... 1951 (tiene por tanto 70 años recién cumplidos) en Buenos Aires, y se dedica profesionalmente a la música desde los 16 años. Rock, pop folk, new wave, música popular latinoamericana, tango... Son algunos escalones de una actividad -como intérprete, compositor y productor- que derivó hacia las bandas sonoras: ‘Amores perros’ (2000), la película de Alejandro G. Iñárritu fue la primera; le siguieron títulos como ‘21 gramos’, ‘Diarios de motocicleta’, ‘Brokeback Mountain’, ‘Babel’, ‘On the Road’, ‘Narcos’, ‘El Cid’ y el videojuego ‘The Last of Us’.
Todo ello sin saber leer ni escribir música.
Gustavo Santaolalla está en España para participar en tres conciertos -Málaga, Madrid y Avilés (Asturias) en los que se ofrecerán algunas de sus obras y canciones -incluida una que compuso con 15 años para su grupo de entonces, Arco Iris- en formato sinfónico. «Son conciertos muy especiales -asegura Gustavo Santaolalla-: es la primera vez que viajo desde que empezó la pandemia -normalmente, yo estoy seis o siete meses lejos de casa-, y además presentar un programa completo con mi música con una orquesta sinfónica no es habitual. Solo lo hice una vez, hace años, en Hungría. Sí se han tocado fragmentos: Gustavo Dudamel dirigió una suite de ‘Diarios de Motociclieta’ a la Filarmónica de Los Ángeles en el Hollywood Bowl. Y hacerlo en España, que es un lugar muy querido en lo personal y con el que siento que tengo una deuda -mi abuelo paterno era andaluz- lo convierte en muy, muy especial».
¿Es muy distinta su música aplicada (cine, televisión, videojuegos) del resto de su música?
Es distinta... Para mí, todas las músicas tratan de contar historias, pero la forma de hacerlo es diferente. Con respecto a las canciones, por ejemplo, diría que en las películas los cantantes son los actores con sus diálogos. Lo que sí es similar es la música de cine y la de videojuegos. Yo trabajo de manera similar; en el cine me gusta trabajar desde el script, desde el guion, y a través de conversaciones con el cirector; de hecho, yo escribo mucha música antes de que se filme nada -obviamente, luego hay que adaptarlo-. El ejemplo máximo es ‘Brokeback Mountain’; toda la música incidental la hice antes de rodar un solo plano, y después Ang Lee la fue repartiendo a lo largo de la película. En los videojuegos también trabajo así, porque la imagen la vas a tener al final de todo... Puedes estar dos o tres años entregando música... Hay algo muy lindo: Neil Druckmann, el director de ‘The Last of Us’, me dijo que agregó varias escenas a partir de la música que yo había entregado.
¿Y se siente usted igual de libre a la hora de componer? Está contando la historia de otro...
Soy muy peculiar para elegir los trabajos en los que me involucro. Por ejemplo; yo soy muy malo con los videojuegos. Mi hijo sí era un ‘gamer’ cuando empecé a trabajar en ‘The Last of Us’, hace nueve años. Y pensaba que si alguien crea un juego que pueda conectarse emocionalmente con el que juega va a producir una revolución, porque no había nada así. Después de conseguir los Oscar, me abordaron varias empresas para hacer música de videojuegos, pero no me interesaba. Cuando me ofrecieron ‘The Last of Us’ me dije: ‘Éste sí’... Pero no he hecho más porque no he encontrado ninguno que me interese. Volviendo a su pregunta: sí, es la historia de otro, pero a través de tus propios ojos. Nunca, ni en el mundo del cine ni en el de la música -he producido más de 100 álbumes-, me ha gustado trabajar con lo que en Estados Unidos llaman ‘Yes people’, personas que dicen a todo: ‘Sí, Gustavo’. Siempre elijo trabajar con artistas que tienen opiniones y visiones firmes; son los que me interesan y me excitan. Las propuestas se convierten entonces en desafíos... Siempre me he sentido muy libre con todos ellos.
Si acuden a usted será porque buscan un creador, no alguien que se limite a escribir notas.
En primer lugar, yo no escribo notas, porque no sé leer ni escribir música. Creo que lo que buscan en mí es mi visión y mi manera distinta de acercarme a la música de cine. No soy el único que lo ha hecho, pero durante mucho tiempo el status quo de la música de una película era una orquesta sinfónica o un piano, y que de pronto salga alguien con una guitarra haciendo dos notas y un silencio de 10 segundos era algo totalmente inusual. Hubo resistencia en Hollywood; hay compositores que son 'mozarts' frustrados que no me quieren. ‘¿Cómo alguien que no sabe leer ni escribir música puede ganar un Oscar, y mucho menos dos? Muchos otros, por contra, lo aprecian, porque se trata de música, no de partituras.
¿Y en todo este tiempo no se ha planteado estudiar solfeo y composición?
No. Cuando era chico empecé a estudiar guitarra; tenía cinco años. Yo tenía tanta facilidad para tocar que hacía que leía la partitura, pero en realidad no lo hacía. Y la profesora me tapaba una parte y me decía: ‘Empieza desde aquí’. Yo no sabía dónde estaba. Y a los cinco años de darme clases le dijo a mi madre que abandonaba, que mi oído era más fuerte que su música. Ahí es donde yo empecé a componer; entonces mi método era memorizar, y una vez por semana me ponía la tarea de tocar todo lo que hubiera hecho para no olvidarme. Hasta que mis padres me compraron una grabadora de cinta. Hoy todo está desarrollado, y lo que toco se puede traducir a información Midi, y un programa lo puede convertir en una partitura. Es mucho más fácil.
¿Se apoya mucho en la tecnología?
Me apoyo... No sé si mucho. Pero no dependo de ella. Para componer utilizo todas las metodologías, desde tocar la guitarra hasta sentarme ante el ordenador y programar algo; o tomar instrumentos que no sé tocar... Es algo que me encanta, me pone en una situación de vulnerabilidad, de peligro, de inocencia y de minimalismo, que me apasiona. Me obliga a utilizar el silencio, que es algo que me encanta. El ejemplo máximo es la banda sonora de ‘Babel’, donde el instrumento que elegí fue el ‘ut’. Yo quería que la música tuviera una impronta étnica, pero no quería que pareciera la de un documental de ‘National Geographic’. Y el ‘ut’ me permitió darle ese carácter, aunque no lo sabía tocar; no lo he vuelto a tocar desde entonces, además.
¿Sigue usted con Bajofondo?
Sí; de hecho durante la pandemia hemos hecho un tema con Natalia Oreiro, una actriz y cantante argentina; ella se hizo muy famosa en Rusia hace unos años y la adoran, así que el tema, ‘Listo Pa’Bailar’, lo hicimos en español y en ruso. Y ahora estamos trabajando con un músico de ‘trap’ y en un nuevo álbum. Siempre a partir del tango; la idea de Bajofondo es crear música contemporánea del Río de la Plata, porque está concebido como una unidad argentina-uruguaya. Y si pretendes hacer una música de esos lugares ahí aparece el tango, la milonga, el candombe, la murga... Además del rock, el blues, el jazz, la música progresiva, la música clásica... Todo forma parte de nuestra cultura.
¿Las fronteras en música tienen poco sentido?
Nuestra música tiene una identidad, una raíz. Pero vivimos en el mundo que vivimos. Todos crecimos escuchando a Piazzolla, a Fresedo, a D’Arienzo, pero también a los Beatles. Y todo eso está reflejado. Nosotros insistimos en que no queremos hacer el ‘nuevo tango’, y hemos sido abrazados por los músicos de tango tradicionales. Me hicieron de hecho miembro de la Academia Nacional del Tango. Si aportamos algo al género, se podrá decir dentro de treinta años.
Trabajó con Antonio Carmona. ¿No le ha tentado trabajar con el flamenco?
Me encanta, pero le tengo un respeto enorme. Me pasa lo que mismo que me pasó con el tango. Siempre he estado interesado en la cuestión de la identidad, y la primera fusión importante que hice -aun estaba en Arco Iris- fue con el folclor; sentí una conexión salvaje, tribal, con el rock. En lo que hicimos en Arco Iris hay cosas influidas por Piazzolla, pero no entramos en el tango; sentía que llegaría el momento de abordarlo. Y me llegó con los años; el tango necesita de peso. No hay nada más horrendo que un niño cantando tango; hace falta cierto camino recorrido en la vida. Y con el flamenco me pasa algo similar: siento una gran atracción, y hay cosas mías que tienen influencia... Pero le tengo mucho respeto.
¿Y en qué está trabajando ahora?
En múltiples cosas. Yo no soy un músico de películas o de tango... Soy un artista que se expresa en distintos ‘forums’. Para hacer una analogía futbolística, tan argentina, a veces me toca jugar arriba y meter los goles, a veces tengo que armar el juego en el mediocampo, a veces me toca ir al arco, o ser el director técnico o el preparador físico... Pero siempre estoy en el partido. Me gusta estar en todo, y estoy trabajando con Bajofondo; en la tercera temporada de ‘Narcos México’, y acabo de terminar dos cosas más para Netflix: una serie de animación con Jorge Gutiérrez y otra de ‘stop motion animation’, que siempre me interesó mucho. He concluido también un documental sobre el periodista Hunter Thompson. Además tengo dos proyectos con la NASA, uno de ellos un mural que se va a colocar en Caño Cañaveral... Del otro no le puedo hablar todavía.
¿Las plataformas y su manera de trabajar han modificado en algo su propio trabajo?
No, pero son un formato interesante. En un cine que, sobre todo allá, se ha vuelto dictado por los cómics y por proyectos ultracomerciales, se ha encontrado una ventana para expresar la creatividad.
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