21 muertos en una «irresponsabilidad organizada»: un documental revive la tragedia de la Loveparade de 2010
El 24 julio de 2010, 21 personas murieron y 650 resultaron heridas durante una avalancha en el festival de música electrónica en Duisburgo
El realizador Dominik Wessely documenta el juicio que terminó sin sentencia y sigue los pasos de Núria Caminal y Paco Zapater, los padres de una de las víctimas

«Nada en ese túnel sugería lo que iba a pasar», explica Manfred Bauknecht mientras recorre una vez más ese desierto de hormigón en el que hace diez años se dejaron la vida 21 personas y otras 652 resultaron heridas. Nada sugería que la muerte ... acechaba a la vuelta de la esquina, por lo que Manfred estaba eufórico aquel 24 de julio de 2010. El semestre había terminado, el verano se presentaba prometedor y la ciudad de Duisburgo se había vestido de gala para acoger la Loveparade, festín electrónico con carrozas y techno a todo volumen. Dentro del túnel, ríos de gente se animaba entonando el estribillo el «Seven Nation Army» de los White Stripes mientras Manfred no perdía detalle y lo grababa todo con su móvil.
Al otro lado esperaba una tierra prometida de desfiles, altavoces atronando y sesiones de grandes figuras de la electrónica como Tiesto y David Guetta por lo que, ¿qué podía salir mal? «Cuando salí del túnel podía ir en dos direcciones: o recto o hacia la derecha. No había una señalización clara indicando por dónde se iba al evento o a la salida. No había nada. Entonces me quedé parado ahí. Y luego fui con la multitud hacia las escaleras», recuerda ahora Manfred Bauknecht en «El caso Loveparade», película con el que el realizador Dominik Wessely ha querido documentar aquel infierno de asfixias, pánico y empujones así como el infructuoso proceso penal que durante dos años intentó esclarecer qué ocurrió aquel 24 de julio en Duisburgo y quién debía responder por las muertes.

La cinta, uno de los estrenos del festival In-Edit, explora las causas de la tragedia y enlaza testimonios de abogados, fiscales, testigos, acusados, técnicos y periodistas que pasaron por el pabellón de congresos de Düsseldorf en uno de los procesos más costosos desde la Segunda Guerra Mundial. Un juicio que tardó siete años en empezar y que se cerró sin sentencia el pasado mes de mayo debido a que la crisis del coronavirus hacía poco probable dictar sentencia antes de la prescripción de la causa. Un auténtico mazazo para las familias de las víctimas, resignadas ya a que buena parte de los procesados hubiesen quedado liberados del procedimiento tras un acuerdo entre las partes.
«Ahora, con esta excusa, lo cierran y todo el mundo se va a su casa sin nadie que sea responsable de lo que pasó», lamentan en la cinta Núria Caminal y Paco Zapater, un matrimonio catalán al que la cámara sigue yendo y viniendo entre Tarragona y Duisburgo para asistir al juicio y depositar flores a los pies en el memorial instalado a los pies de aquella escalera mortal. Su hija Clara, de 22 años, fue una de las víctimas de la estampida. Junto a ella, su amiga Marta, de Cambrils, y otros 19 jóvenes alemanes, australianos, chinos, bosnios, italianos y holandeses a los que la justicia no ha conseguido dar respuesta después de dos años y 183 sesiones.
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Presiones políticas
A los familiares de las víctimas les queda aún la carta del Tribunal de Estrasburgo, pero si algo evidencia «El caos Loveparade» es la fatal sucesión de errores, fallos de seguridad y problemas de planificación que rodearon a todo el evento. También las presiones políticas que llevaron a su realización después de que la edición de 2009, que debía celebrarse en Bochum, acabase suspendida por problemas de organización y por la imposibilidad de acoger a todos los asistentes previstos. Según el alcalde de Duisburgo, Adolf Sauerland, si dejaban escapar aquella oportunidad la Cuenca del Ruhr perdería para siempre la Loveparade, lo que podría explicar la laxitud de ciertas medidas y procedimientos.
De hecho, entre las muchas incógnitas que plantea el documental destaca el papel que jugaron tanto el alcalde de Duisburgo como el máximo responsable de la empresa organizadora, Rainer Schaller, y por qué ninguno de los dos acabó procesado por lo que la fiscalía califica de «irresponsabilidad organizada» . «Había muchas instituciones, pero finalmente no quedó claro quién era responsable de qué», relativiza en la cinta el fiscal Uwe Mühlhoff. «Es un final indigno de este proceso», zanja uno de los abogados.
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