El Sónar exhuma la leyenda de Kraftwerk en riguroso 3D
La banda alemana celebra a lo grande el XX aniversario del festival con un impactante espectáculo audiovisual

Al Sónar siempre se le ha dado bien hacer memoria, desenredar la madeja de la historia y tirar del hilo para acabar llegando a la prehistoria de eso que ellos mismos denominan música avanzada. Es así como han acabado llevando a escena a nombres tan como Chic, Grace Jones, New Order o, sin ir más lejos, los Pet Shop Boys que abrieron el jueves el festival y lo cerrarán esta noche, pero el año del XX aniversario exigía algo diferente. Algo especial. Algo como Kraftwerk. La historia viva de la música electrónica, propulsada hacia el futuro gracias a un espectacular concierto con proyecciones en 3D.
Nadie como los alemanes, primera piedra del techno y pioneros en el desarrollo de ese lenguaje basado en la fusión hombre-máquina, para dar alas al Festival de Música Avanza y New Media Art y regalarle un sonado cumpleaños feliz. Había que ver al público, maravillado tras esas gafas de cartón que se repartían a la entrada para no perder detalle de las proyecciones en 3D, celebrando la exhumación de «The Robots» e intentando abrazar a los cuatro humanoides que escapaban de la pantalla.
Con Ralf Hütter como único superviviente de la formación original y dos horas de vía libre para rebuscar en su repertorio y recuperar hitos como «Metropolis» , «Numbers», «Autobahn», «The Model», «Tour de France» e incluso una versión actualizada de «Radioactivity» con referencias a Fukushima, Kraftwerk se metieron al Sónar en el bolsillo y acabaron sublimando ese larguísimo subtítulo que acompaña al festival con una fusión total entre arte, música y tecnología.
Retorciendo sintetizadores
Es cierto que algunas proyecciones, puro futurismo versión años setenta, podían parecer algo desfasadas, y que el 3D se antojaba en ocasiones un mero envoltorio de colores chillones, pero ver a los alemanes retorciendo sintetizadores en «Spacelab» y despachando hits pretecnológicos como «The Model» sigue siendo, a día de hoy, una manera casi única de conocer de primera mano los primeros pasos de la electrónica. El final, con «Music Non Stop» zumbando en el gigantesco SónarClub y una explosión de corcheas y claves de sol flotando por encima del público, es de los que quedarán grabados en la memoria del festival.
En cuanto se fueron Kraftwerk, señores serios y maduros, el Sónar pisó a fondo el acelerador del despiporre y el estadounidense Baauer se despachó a gustó tomándoles el relevo con un chaparrón de beats demenciales y trotones. En la otra punta del recinto del recinto, el británico Eats Everything hacía lo propio desfigurando house y sirviéndolo como quien maneja un martillo hidraúlico. Chaparrones electrónicos coronados por la mascletá final de Skrillex y con la que el festival no hizo más que realzar su perfil canalla y todoterreno en un recinto abarrotado. Sónar de noche, música para las masas.
Antes de eso, y mientras Kraftwerk aún andaban asfaltando su autopista hacia el cielo sintético, la británica Bat For Lashes ralentizó el ritmo y, frente al rigor de los teutones, exprimió al máximo sus cabriolas vocales y las cualidades místicas de su pop de fantasía para acabar situándose en algún punto intermedio entre Björk y Enya. A su lado, el siempre elegante Nicolas Jarr parecía un enfurruñado productor especializado en decapitar ritmos y encerar pistas de baile.
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