Muere Joaquín Soler Serrano, la televisión de las palabras

JUAN ÁNGEL JURISTO

Aquello que le dio el éxito nos ha hecho olvidar el enorme profesional que significó en su momento Joaquín Soler Serrano porque le ha reducido a un rostro que entrevistó a personajes famosos, algunos excelentes. A pocas horas de su muerte, cuando toca rendirle justicia por la palabra, a todo el mundo le viene a los labios el programa A fondo, donde Soler Serrano entrevistó a lo mejor de la literatura en lengua española del momento y a otros, recuerdo una jocosa entrevista con Peter Ustinov y otra con el historiador británico Hugo Thomas donde hubo alguna que otra pifia por parte del documentalista sabiamente solventada.

El programa fue nuestro Apostrophes y Soler Serrano nuestro Bernard Pívot y aquel que se moleste en recordar aquellas entrevistas hoy día legendarias notará que le embargan emociones diversas, algunas casi contradictorias. Por un lado ese blanco y negro que hace que nuestra Arcadia, cualquier mirada al pasado tiene que rendir cuentas a esa tramposa, se tiña con un poco de tinte arqueológico y, luego, esto es lo peor, que aquellos entrevistados, pongamos un Julio Cortázar, o un Jorge Luís Borges, o un Juan Carlos Onetti, es decir, figuras geniales de nuestra lengua, se nos aparezcan tan lejanas en su representación televisiva, no en sus obras, prueba evidente que lo que envejece es lo menos importante.

Lo mismo pasa con Soler Serrano cuya figura, en estos tiempos de penuria periodística, se nos revela como la de un profesional de cuerpo entero, es decir, aquel que sabía tanto de su oficio, lo dominaba de tal forma, que daba por supuesto que un entrevistador tenía casi desaparecer para que el entrevistado brillara. Eso, que no se entiende en horas de egotismo un tanto memo, es lo que hizo de Soler Serrano un entrevistador legendario. La prueba, la emoción cando vemos la sinceridad clara, prístina, sin mácula, de un Borges por encima ya casi de las cosas o, por lo menos, de sí mismo, o al taciturno Onetti darnos una lección de humanidad memorable, eso sí, a su manera, o, por quedarnos con el otro citado, los bellos minutos con Julio Cortázar. Esto no es sólo Soler Serrano pero es lo que de él tenemos en nuestro imaginario. No es poco.

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