Mónaco se hunde en la crisis más negra de su historia
El Principado es objeto de escándalos político-judiciales y enfrentamientos entre Charlene, esposa del Príncipe Alberto, y sus cuñadas
El estilo de Carlota Casiraghi, digna heredera de Carolina de Mónaco y Grace Kelly

Mónaco, la joya principesca de la Costa Azul, atraviesa una de las crisis más graves de su historia, víctima de escándalos político-judiciales y de enfrentamientos soterrados entre la Princesa Charlene, esposa del Príncipe Alberto, y sus cuñadas, las Princesas Carolina y Estefanía.
Históricamente, la construcción del Mónaco moderno, a finales del siglo XIX, es indisociable de la especulación inmobiliaria. El minúsculo Principado de la Familia Grimaldi pudo crecer y convertirse en una leyenda en la geografía mundial del ocio a través de una gestión empresarial de muy altos vuelos.
El matrimonio del Príncipe Rainiero con Grace Kelly, en 1961, dio a las grandes reformas de los años 60 y 70 del siglo pasado un glamur excepcional. Cuando el príncipe Alberto II llegó al trono, en 2005, Mónaco se encontraba en una encrucijada. Era urgente ampliar, reformar y lanzar nuevos proyectos, iniciar la gran ampliación marítima de Mónaco.
Durante la última década, la vida familiar, social y política de Mónaco ha sufrido un ligero declive, que este verano se ha convertido en una crisis de fondo.
Polémicas
La Princesa Grace dio a Mónaco el aura excepcional de las leyendas. Tras su fallecimiento, en 1982, sus hijas, Carolina y Estefanía, continuaron ofreciendo del Principado familiar una imagen muy atractiva, provocadora, seductora. Las aventuras amorosas de las princesas daban de Mónaco una imagen moderna, muy 'borderline'. Matrimonios fallidos, aventuras extramatrimoniales, descendencias de paternidad muy diversa comenzaron a degradar delicadamente la imagen en otro tiempo olímpica. Las aventuras amorosas del Príncipe Alberto II, antes de su matrimonio con Charlene, en 2011, comenzaron a convertirse en una pesadilla.
Las aventuras sentimentales con Brooke Shields, Claudia Schiffer, Naomi Campbell o Victoria Silvstedt tenían el glamur de una vida nocturna muy intensa. El nacimiento de una primera hija, Jazmín Grace Grimadi, tras una aventura ocasional con una joven californiana, Tamara Rotolo, se presentó como la consecuencia feliz de un 'apasionamiento nocturno'. Por el contrario, el nacimiento de un hijo negro, Alexandre Grimaldi-Coste, de madre azafata, Nicole Coste, causó un santo pavor. Los abogados negociaron un 'eclipse rápido' de la madre.
El matrimonio de Alberto II y Charlene Wittstock, nadadora de élite, en 2011, fue percibido como el principio de una nueva página en la historia de Mónaco. El nacimiento de los hijos parecía confirmar tan anhelada esperanza. Sin embargo, enfermedades, distanciamientos, la instalación temporal de la princesa en África del Sur, su patria, primero, y Suiza, más tarde, dejaron al descubierto un distanciamiento nunca desmentido.
La reconciliación y la vuelta al hogar de la princesa se anunciaban prometedoras. Sin embargo, las muy protocolarias apariciones de la Princesa Charlene, sola, o acompañada de su marido e hijos, no han confirmado plenamente todas las esperanzas. La sonrisa pública de la princesa tiene siempre un matiz melancólico muy profundo y equívoco.
La reciente Gala de la Cruz Roja, una de las grandes fechas del verano, en Mónaco y la Costa Azul, han dejado al descubierto tensiones y disfunciones profundas.
Gala de la Cruz Roja
Los abogados negociaron la presencia y educación, en Mónaco, del hijo negro del Príncipe Alberto II, Alexandre Grimaldi-Coste. Por el contrario, los mismos abogados negociaron el alejamiento y una distancia física de la madre, Nicole Coste, que abandonó su antigua profesión de azafata para convertirse en creadora de moda. Hace días, en el momento más inoportuno, antes, durante y después de la gran Gala de la Cruz Roja, la madre del hijo negro del príncipe reinante, decidió estar presente en Mónaco. A la misma hora que Alberto II y su esposa, la Princesa Charlene, posaban para la posteridad, Nicole Coste se hacía fotografiar presentando sus nuevos modelos en un célebre hotel del Principado. Coincidencia poco afortunada.
Las desgracias no llegan solas. Históricamente, las Princesas Carolina y Estefanía tuvieron un puesto eminente, desde niñas, en las ceremonias de la Gala de la Cruz Roja. Acompañando a su madre, la princesa Grace, o luciendo sus gracias personales, como adolescentes, jóvenes esposas, jóvenes divorciadas, Carolina y Estefanía aseguraban a su patria un puesto de honor en la geografía mundial del lujo.
Quizá por vez primera en sus vidas, Carolina y Estefanía estuvieron ausentes en la Gala de la Cruz Roja, dejando solo a su hermano con los fastos ceremoniales. La ausencia de las princesas provocó una riada de especulaciones. Más allá de lo bien o mal fundado de las especulaciones, queda la evidencia: una frialdad considerable entre la princesa consorte, Charlene, y las princesas herederas, Carolina y Estefanía.
Tradición rota
No es un secreto que Carolina y Estefanía nunca tuvieron un afecto excepcional por su cuñada, que nunca ha dejado de insistir en su puesto, su primer rango, no solo protocolario. Según las filtraciones de la prensa de la Costa Azul, Carolina pasó la jornada y velada de la Cruz Roja en su yate personal, acompañada de parte de su familia, insensible al encanto de la tradición principesca, que comenzó hace más de setenta años. Tradición rota, por una diferencia entre princesas. Estefanía, por su parte, ausente, también ella, decidió enviar a su hija, Camille Gottlieb, nacida de una aventura con uno de sus antiguos y fornidos guardaespaldas. Presencia discreta, familiar, si se quiere, sin el glamur que aportaban su tía y su madre.
Los desafortunados flecos de las tribulaciones familiares han coincidido este verano con la crisis política, policial y judicial más grave de la historia de Mónaco.
Corrupción
Una docena de amigos, protegidos, funcionarios y consejeros del Príncipe Alberto II se han visto envueltos en penosos escándalos, relacionados con el tráfico de influencias, equívocas comisiones de dudosa legalidad, entre otro rosario de problemas policiales, dando de Mónaco una imagen poco o nada gloriosa.
Consciente de la gravedad de la crisis, el príncipe tomó con relativa rapidez graves decisiones. Prescindir de colaboradores de dudoso comportamiento y cambiar de gobierno.
Decisiones imprescindibles, quizá insuficientes. Tres jueces han comenzado a instruir media docena de escándalos paralelos, protagonizados por antiguos colaboradores depuestos del Príncipe Alberto II. Las sospechas y denuncias de corrupción de tráfico de influencias tienen un recorrido judicial inflamables. La instrucción de los escándalos llevará meses. Y los procesos por venir amenazan con revelaciones inflamables.
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Scott Fitzgerald inmortalizó la Costa Azul en una novela legendaria, 'Suave es la noche'. La novela de hoy, en el corazón de la Costa Azul, pudiera llamarse 'Negra es la noche en Mónaco'.
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