Marta García Aller: «Me encanta llevar la contraria»
el borde del agua (II)
En el borde del agua, ya sea el de un vaso con hielo o la del océano de la desinformación, esta periodista, tertuliana y escritora no nada, ella surfea. Y lo hace siempre a contracorriente
El borde del agua (I): Juan del Val: «Alguna gente tiene una necesidad imperiosa de enfadarse»
![La periodista Marta García Aller](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/07/20/aller_tania-Rn5KNKoInsc908gPfPZUBFI-1200x840@abc.jpg)
Marta García Aller se levanta todos los días a las cinco de la mañana. A las siete y cuarto hace la primera opinión del programa 'Más de uno', que dirige Carlos Alsina en Onda Cero, y en el que ella participa como tertuliana ... de actualidad. Se la puede ver y escuchar en distintos platós a lo largo del día hasta bien entrada la tarde. También escribe en el diario digital 'El Confidencial'. Por eso no es de extrañar que el verano le venga como anillo al dedo. Es el tiempo que usa para pensar, hablar con los amigos y leer libros que aparentemente no conducen a ningún lugar, pero lo hacen.
Los puntos fuertes de Marta García Aller son la economía y los datos. También su visión global y curiosa de la tecnología, el futuro, el progreso y los cambios sociales. A todos esos temas ha dedicado los libros 'Generación precaria' (2006), 'Siga a ese taxi, que lleva una historia' (2010), 'El fin del mundo tal como lo conocemos' (2017) y 'Lo imprevisible' (2020). Sus inicios en la revista 'Actualidad económica' la llevaron a 'La brújula de la economía', justo en los años más duros de contracción tras la crisis mundial financiera de 2008. En el borde del agua, ya sea el de un vaso con hielo o la del océano de la desinformación, esta periodista, tertuliana y escritora no nada, ella surfea. Y lo hace siempre a contracorriente.
—No deja hablar ni a Rubén Amón. ¿Es usted un verso libre o una mosca cojonera?
—(Risas). Creo que, a lo mejor, me encanta llevar la contraria.
—¿A lo mejor, dice?
—Eso sí, lo hago con argumentos. Me gusta buscar otro punto de vista que quizá no se le ha ocurrido a la persona con la que estoy conversando. Las tertulias tienen que servir para generar nuevas ideas. Me lo paso muy bien hablando con Rubén. Creo que los dos nos lo pasamos muy bien llevándonos la contraria.
—¿Desde dónde mira el mundo Marta García Aller?
—Desde diferentes ángulos. Pasar tantos años haciendo periodismo económico me hizo tener muchísimo respeto por los datos. A veces creo que en la información política se han perdido de vista, porque prima la opinión. A mí me gustan. Siempre habrá opinión, pero creo que es importante saber en qué nos estamos basando para elaborar un razonamiento.
—¿Contribuimos los medios a sobrecalentar el debate?
—Tendemos a pensar que ahora todo es más intenso, porque está pasando. Cuando empecé en la radio con Carlos Alsina, él hacía 'La Brújula'. Eso fue hace ya unos diez años, era el momento en el que la prima de riesgo abría todos los telediarios. El país estaba al borde del rescate y de la intervención. No sabíamos cómo iba a acabar aquello. Hemos vivido muchos momentos tensos. No olvidemos, ¿eh? Hubo varios: el año 2017 en Cataluña o las repeticiones electorales.
—¿Lo mira con optimismo para llevar la contraria, no?
—Es un desafío poder aportar sosiego. Es lo que hace falta. Estamos viviendo un momento de tensión, sin duda, pero hemos vivido muchos otros así. Al final creo que lo que tenemos que hacer, sobre todo en tertulias y en los espacios donde se puede debatir, es aportar sosiego y puntos de vista alternativos que ayuden a entender lo que está pasando.
Jarro de agua fría
García Aller nos ha citado en Matadero, complejo cultural ubicado en pleno corazón de Legazpi. Un calor intenso y seco recalienta los adoquines y justo por eso se agradece que en esta serie veraniega sea necesaria una fotografía con agua, que en este caso sale de un vaso con hielo derretido. Toca meterse en charcos y hablar del futuro, esa cosa que a muchos les ha caído encima como una jarra de agua helada. También del feminismo y de los peligros de Twitter.
—¿Tenemos una relación apocalíptica con la tecnología?
—Ahora miramos por encima del hombro TikTok. Pensamos: 'Bueno, esto es algo que no necesito para mi vida'. Así miraban internet muchos periodistas hace 20 años, porque pensaban que su trabajo no tenía nada que ver con la tecnología. Pero en el fondo esta idea de encontrar una noticia, verificarla y contarla lo mejor posible no es incompatible con los avances tecnológicos. Se trata de contar historias y contarlas bien, enganchar a la audiencia. El papel fue el primero en experimentarlo, pero después fueron la radio y la televisión. Internet lo ha cambiado todo.
—Revolucionó el sector del taxi, por ejemplo.
—Hace unos años ningún taxista lo habría pensado. ¿En qué podía afectar internet a una persona que se dedica a llevar gente de un sitio a otro de la ciudad? Pues ocurrió cuando llegaron las apps. Eso que ahora vemos como ingenuo en los taxistas, les pasa todavía a periodistas, y ya no del papel, porque fue ahí donde comenzó antes la transformación. Los periodistas de televisión están viviendo lo mismo, por el streaming. La radio también, tanto por el streaming como los podcasts. Ha cambiado la forma de consumir información y las cosas en general. Al final es el lector, el espectador y el oyente el que el que manda. Tiene el poder de acceder a los contenidos aquí y ahora. Esa inmediatez está cambiando la profesión del periodista, pero también muchas otras profesiones.
—¿Qué opina Marta García Aller del futuro?
—Desde que empezó a inventárselo Julio Verne no deja de cambiar. A mí me gustan mucho los futuros fallidos: todas aquellas cosas que se vieron venir y terminaron por no suceder, porque el futuro es caprichoso y terminan sucediendo cosas que a lo mejor no se previeron o que tardan más en llegar. Los futuros que imaginamos dicen más del presente de lo que creemos, porque en realidad lo que se proyecta son los miedos y las esperanzas del momento en el que estás. En una distopía de los años 70 el miedo era que se acabara el petróleo, pero en los 50 era la bomba atómica.
—¿Cuál sería la distopía actual?
—Esas como en 'Black mirror', que hablan de gente alelada por las múltiples pantallas. Ese es uno de los elementos que más me llama la atención, la imaginación de los escritores y de los cineastas, porque influye más de lo que pensamos en el futuro, en el futuro de verdad: el que va a suceder. Muchas de las cosas que han inventado los ingenieros se les ha ocurrido gracias a la ciencia ficción.
—A ver, ¿cómo es eso?
—Porque Julio Verne imaginó ir a la Luna, en la mente de Kennedy estaba que había que invertir dinero para conseguirlo. Era la manera de impresionar a la gente, al votante que también es lector de la ciencia ficción. Para hacer 'Odisea en el espacio', Kubrick contrató a muchos científicos que le ayudaran a entender mejor cómo iba a ser el futuro, por eso dio en el clavo en la inteligencia artificial, así como Steven Spielberg cuando hizo la película 'Minority report'. Piensa que hace ya 20 años de eso.
—Mucho más, ¿no?
—Es de 2001. Para 'Minority report' Spielberg contrató a los mejores expertos en inteligencia artificial. Por eso dan el clavo con muchas cosas que pasaron después y ahora, como la publicidad programática. Que Tom Cruise cruce el centro comercial y le vayan saltando anuncios dirigidos a él, eso lo ve ahora un chaval de 15 años y no le parece ciencia ficción, para él es la vida cotidiana. Cosas que en el momento eran sólo teóricas han acabado por cumplirse.
—Se levanta a las cinco de la mañana, va a la radio, luego a la tele, escribe en un periódico. ¿En qué tiempo piensa? ¿Cuándo puede parar a pensar y leer?
—Yo me lo pregunto muchas veces, porque intento buscar esas horas todo el rato. Las cinco de la mañana es mi hora más productiva. Madrugar tanto es un desgaste, pero también te das cuenta de lo productivos que somos cuando no tenemos interrupciones y eso es algo mágico en esa primerísima hora de la mañana.
—En ese instante Twitter aún duerme. ¿Cómo lleva las redes?
—Creo que los periodistas tenemos una responsabilidad enorme de no sobredimensionar las cosas que se dicen, ni las que se nos dicen en redes, porque hay un interés directo. Se ve mucho, sobre todo en campañas electorales. Es desagradable que te estén insultando desde las 7:30 de la mañana, pero no es obligatorio mirar Twitter. Lo puedes apagar. Tienes que ser libre para decir lo que tengas que decir, pero creo que las redes, y sobre todo el odio en las redes, tiene muy poco que ver con lo que con lo que yo decía antes bromeando sobre llevar la contraria. Me refiero a hablar, razonar y buscar argumentos, otros puntos de vista y enriquecer el debate. Pero el odio en las redes es exactamente lo contrario de enriquecer el pensamiento. Es empobrecerlo, es tratar de tapar bocas porque hay quienes prefieren que todos pensemos igual.
—¿Qué es lo más complicado de ver a Carlos Alsina entrevistar? ¿Estarse callados?
—Hay veces en que lo más difícil es no estar con la boca abierta. A mí a mí el tiempo se me pasa volando. Admiro tanto a Carlos Alsina y aprendo tanto escuchándole. Es un privilegio poder ver hacer ese periodismo en directo. Cuando empecé con Alsina, yo era muy oyente de 'La brújula'. Antes de compañera, he sido oyente, sobre todo oyente de Alsina.
—¿Cómo la fichó?
—Me contactó cuando yo trabajaba en 'Actualidad económica'. Me propuso probar un día de verano en la tertulia de 'La brújula de la economía'.
—Aquí le voy a pedir que se moje. ¿Es el tertuliano una especie amenazada por Tik Tok o los influencers?
—Yo no veo esa competición tan claramente. Creo que lo que está en peligro de extinción es la credibilidad. Creo que la gente está saturada de mensajes y de la falta de información y contenido relevante. Creo que aquellas personas que den contenido relevante y que sean de fiar, deben ayudar a entender mejor lo que está cambiando en el mundo y lo que está pasando. Da igual en qué formato, ya sea TikTok o la televisión de toda la vida, que sea la radio por la mañana o que sea el periódico en papel. Hay una demanda tremenda, porque hay un mar de desinformación. Hay necesidad de información no intoxicada y que nos lleve a lo relevante.
—Cuando empezó a trabajar en medios ni el «Mee too» ni la nueva ola de feminismo existían . ¿Cómo fue para usted?
—Durante buena parte de mi carrera ha sido profundamente anómalo que yo fuera la única mujer. No creo que fuera demérito de las demás, ni sólo mérito mío, Vivíamos en una anomalía.
—¿De qué tipo, porque ha habido muchas?
—Lo extraño era que las mujeres no estuviéramos más presentes en las mesas redondas, en las tertulias o en los puestos directivos de las empresas. No se podía día dejar solo a la idea de que era una cuestión de tiempo. Cuando yo estaba en la universidad, pensaba que esto ya estaba arreglado, que ya todos éramos iguales. Puede que así fuese en el reparto del trabajo, pero no en el reparto del poder. En ese campo que todavía mucho por avanzar. No se trata de que haya ahora mujeres porque esté de moda, sobre lo que hay que dar explicaciones es porque no estuvieran antes.
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