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Lejos de Ítaca

Meteoritos y otros eventos culturales

«Ya tenemos bolas de fuego en la tierra que le ahorrarán el trabajo a los cielos»

Artículos escritos por María José Solano

Javier Milei, presidente de Argentina EP
María José Solano

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A veces las cosas del cielo y la tierra se enlazan para que los hombres sigamos manteniendo fresca la capacidad de sorpresa. Como diría mi admirado Jorge Fernández Díaz, periodista y escritor argentino: «la realidad siempre trabaja para el novelista». Y yo añadiría que ... también para el columnista. Cuando uno mira desesperado el panorama cultural en busca de un buen tema que echarse a la boca, resulta que la vida no te regala uno, sino dos. Y así, la pasada semana tuvimos con una diferencia de menos de 48 horas, dos singulares sucesos en España: la presentación del libro del presidente argentino Milei y el paso de un meteorito por nuestro cielo nocturno. Puestos a analizar uno de los dos sucesos para esta columna, en principio me decanté por el meteorito, porque me parecía que su naturaleza cultural era más defendible que la de un libro de economía, por mucho que estuviese escrito por un presidente o su negro. Y ahí me topé con el primer hecho significativo: que nos hemos equivocado completamente. Porque, según los expertos, aquello que la madrugada del sábado 18 entró en la atmósfera a más 160.000 km/h resulta que no era un meteorito ni de lejos. Un meteorito es, luego lo supe, un fragmento de roca o metal que sobrevive a su entrada a través de la atmósfera y deja trozos por el suelo terrenal. Por tanto, lo que vimos en el cielo era un bólido, señoras y señores, que es un tipo de bola de fuego que explota en la atmósfera generando luz, pero sin trozos. Todo esto ocurriendo ahí arriba, explicándonos en forma de clase práctica de laboratorio de esas que ya no existen ni en los institutos ni en ninguna parte, que somos polvo de estrellas y al polvo volveremos y nosotros, sin embargo, abriendo los periódicos con una bola menos trascendental: la del comentario de Milei sobre nuestro presidente y su legítima, con una luz cegadora que ha llegado, esta vez sí, hasta el cielo de Buenos Aires, haciendo que ardan las naves de nuestra diplomacia internacional. Visto lo visto, los defensores de la pronta extinción de la raza humana por acción meteórica, entre los que me cuento, no vamos a tener que esperar al meteorito final, como los dinosaurios. Ya tenemos bolas de fuego en la tierra que le ahorrarán el trabajo a los cielos.

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