El mejor postor del arte contemporáneo
Beatriz Ordovás, directora del departamento de arte de posguerra y contemporáneo de Christie's en España, analiza las prácticas especulativas en el mercado del arte
El mercado del arte, en caída libre
Gilles Lipovetsky: «El mercado del arte se ha convertido en un lugar de especulación»
!['Por el amor de Dios' de Damien Hirst, subastada por 100 millones de dólares por el propio artista](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/09/27/For-the-Love-of-God-Damien-Hirst-RLdsbE9XhwLmcR76zEEmBJN-1200x840@diario_abc.jpg)
Asumir el riesgo. Un fenómeno que incluso antes de la Gran Recesión ha demostrado frecuentar el mercado de las subastas de arte, y aún sigue resonando martillazo tras martillazo. La producción masiva de la pieza artística, la exhibición pública, la protección de ... los precios y el 'amor al arte' son, probablemente, los mayores potenciadores de la burbuja del arte contemporáneo y, sin ir más lejos, los creadores del mercado en su manera más extrema.
Las prácticas especulativas no son algo nuevo. Los coleccionistas multimillonarios, los bancos y el sector de las subastas se han erigido como los arquitectos de una inflación que parece indestructible. Figuras como Charles Saatchi, que en los 90 apostaba por artistas británicos como Tracey Emin y los convertía en productos de lujo, marcaron un patrón que hoy en día siguen los coleccionistas ricos: ven en el arte no solo una forma de distinción social, sino una inversión más segura que la Bolsa o los bienes inmuebles. Una actividad cada vez más frecuente, enmascarada a ojos del interés financiero.
Las peligrosas garantías de las casas de subastas
Los resultados previos en subasta, la procedencia, el recorrido expositivo, la originalidad, el estado de conservación, el tamaño y el material no son los únicos factores que dan valor a una obra de arte. Las casas de subastas no siempre centran sus esfuerzos en evaluar una obra de arte y analizar su potencial de venta formalmente, pues el mercado del arte es feroz, lucha por el lucro y batalla con tales ansias de poder que, a menudo, pueden desbordar un vaso sin fondo. Todos facturan en sintonía, aunque, el que más, Sotheby's. No hace falta alejarse en el tiempo para rememorar su historial en 2008 y, en concreto, sus Damien Hirst sospechosamente desorbitados: unas simples mariposas pintadas en serie vendidas por 9 millones de dólares, o bien, la famosa calavera de diamantes adjudicada anónimamente por 100 millones, de la que se destapó, meses después, que el propio artista y su marchante poseían más del 50% de la pieza. Un juego limpio, según cómo se mire.
Desde la evasión fiscal producida por la 'filantrópica' acción de donar obra a museos hasta las garantías ofrecidas por casas de subastas, el mercado se ha convertido en un escenario donde el arte muestra los mismos vicios que el resto de la economía. «Las garantías aseguran a los vendedores un precio mínimo por sus obras y se dan cuando alguien decide arriesgar y poner el dinero antes de que la obra salga a subasta. A cambio de asumir dicho riesgo, si la obra se vende por encima de esa cifra, el comprador se lleva una comisión. En este caso, la especulación no es buena en ningún mercado y es incontrolable. A pesar de las crisis, nos ha demostrado siempre que se ha mantenido bastante arriba y con mucha liquidez», confirma Beatriz Ordovás, directora del departamento de Arte de Posguerra y Contemporáneo de Christie's en España.
A pesar de que estas garantías sean una práctica común en las casas de subastas, esconden la otra cara de la moneda: en ciertas ocasiones, son las propias casas las que financian las compras para mantener la ilusión de un mercado siempre en alza.
El espectáculo y el ruido especulativo
Muchos son los ejemplos. En 2018 'Niña con globo' de Banksy, adjudicada por más de un millón de dólares, se revendió por 21 millones tras autodestruirse en plena subasta. Una acción performativa que multiplicó su valor. Más cerca en el tiempo, despertamos con otros tantos Banksy robados en Londres -esta vez, no triturados- y un Richard Serra misteriosamente perdido que hacen del espectáculo y de la expectación dinero y más dinero. Un precio que no es real y que impulsa al mercado a ser cuna para unos pocos, lo suficientemente potente para desfigurar la realidad artística e incluso desvirtuar el crecimiento lineal de los artistas.
En algunos casos, los artistas jóvenes superan con creces su propia demanda en comparación con la oferta que ofrecen. «El mercado del arte es cíclico y está en constante cambio, del reciente auge de las técnicas experimentales y abstractas hemos pasado a un retorno de la figuración que se había abandonado en los artistas contemporáneos. Las pinturas abstractas de Dan Colen ilustran este fenómeno a la perfección: en 2008 se vendían alrededor de 200.000 dólares y ahora, amparado por la Colección de Rosa de la Cruz, no supera los 10.000», informa Ordovás a ABC subrayando la importancia de las galerías para guiar a los artistas y protegerles del desgaste prematuro. Comúnmente conocido como 'flipping', es un fenómeno que contribuye a inflar los precios cuando se compran piezas recién producidas que van directamente a una subasta sin pasar por la galería. El peligro de esta trampa camuflada de oportunidad y el riesgo que conlleva «invertir cantidades ingentes en artistas emergentes no consolidados, potencia la posibilidad de que su propio mercado desaparezca«, recalca.
Hasta que realmente no explote la burbuja, el arte seguirá siendo un juego financiero disfrazado de lagunas legales y sofisticación.
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