entrevista
Ray Loriga: «No me considero un titán, pero ya sé cuántos golpes puedo aguantar»
El novelista, director de cine y guionista publica 'Cualquier verano es un final' (Alfaguara), la historia de alguien que desea morir y otro que trata de impedirlo
La resurrección literaria de Ray Loriga: ««Las noches ya no existen para mí»
![El premio Alfaguara de Novela Ray Loriga](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/01/10/loriga_ignaciogil_maximacapacidad-RCtD4s60X6gD3Av4Iu7dSzJ-1200x840@abc.jpg)
Es su novela número once y la primera que Ray Loriga (Madrid, 1967) publica tras recuperarse de un tumor cerebral. Es un libro incontestable, lleno de cicatrices y sin una sola costura visible. En sus páginas coinciden Yorick, un ser tragicómico que ha tenido ... un grave problema de salud, y Luiz, alguien que desea morir mientras esté en la plenitud de sus facultades. En 'Cualquier verano es un final' (Alfaguara), Loriga aborda la vida, la enfermedad, la búsqueda del otro, la ligereza, el deseo y la belleza fugaz de las cosas que se apagan. Mira con la precisión de un catalejo. La suya es ahora, por partida doble, la visión de un capitán de Stevenson. En estas páginas, y tras todos estos meses, Loriga atraviesa, una vez más, su propia línea de sombra. De eso habla el autor de 'Lo peor de todo' (1992), 'Héroes' (1994), 'Tokio ya no nos quiere' (1999), 'Trífero' (2000) o 'Rendición' (2017) en esta entrevista.
—¿Es indestructible Ray Loriga?
—Por ahora (Risas).
—Esta novela es la prueba.
—Después de todo lo que pasé, ha sido un reto. Tenía dudas sobre cómo estarían mis capacidades. Una novela es un trabajo de largo aliento. No se pueden caer los palos del sombrajo ni tirar la toalla.
—Dijo que habría sido absurdo no escribir sobre el tumor. ¿Por qué?
—Cuando alguien va de viaje y no te dice que ha estado en la India o ni siquiera lo comenta, resulta extraño. Cuando vives una experiencia, existe el disparo para una posible historia. No es una novela de hospital, pero comienza en uno. Comencé a pensarla ya en el hospital, para no deprimirme.
—Yorick, su protagonista, desdramatiza la enfermedad y la muerte.
—En un hospital no te puedes tomar muy en serio. Es una factoría de maladies. Eso le quita hierro al asunto. Dependiendo del dolor, claro.
—¿No conviene tomarse muy en serio en una novela?
—Los escritores no se pueden tomar muy en serio a sí mismos en general. Nos dedicamos a un juego. La peor de las novelas puede aburrir, pero no puede matar. No es una cuestión de vida o muerte. Hablando con un buen amigo, Rafael Moneo, me dijo: 'Tú y yo nos dedicamos a lo mismo. Hay cálculo de estructura, carpintería...'. 'Pero si lo tuyo se derrumba, mata a la gente. Lo mío, como mucho, puede aburrir'.
—¿De ahí que Yorick, su protagonista, sea más tragicómico que otra cosa?
—Hace más ligera su propia desgracia porque no la magnifica ni la sublima.
—¿Se parece más Yorick al Sebastián de su novela 'Ya solo habla de amor' que al bufón de Hamlet?
—Lo dos son personajes con poca capacidad para intervenir en los hechos y mucha para los circunloquios. Se les va la vida buscando, no se sabe exactamente qué. Es un paseo como los de Walser: importa el paseo, no el destino. Es un detective que se inventa pesquisas que nadie le ha pedido hacer.
—Un hombre a punto de morir disuade a otro que quiere morir. ¿Por qué?
—Es un balance. Luiz quiere morir porque ama tanto la vida que no quiere perder energía ni capacidades. Teme ya no vivir con plenitud. El otro, en cambio, se ha acostumbrado a su trantrán miserable, pero placentero. Tiene una vida tranquila, sin grandes sobresaltos. El otro disfruta del traqueteo de ese tren que no va a ninguna parte y tiene miedo de que sus mejores días hayan quedado atrás.
—Amar a implica conocer. ¿Es esta una novela de la búsqueda del otro?
—Cuando alguien ama está construyéndose un reflejo de sí mismo en el otro. Por eso duelen tanto los desamores, porque parece que se te ha roto la visión que tienes sobre ti mismo. Para que ese espejo te devuelva una imagen gratificante tienes que sublimar la imagen del otro hasta hacerlo dueño de tu propia identidad. Eso ocurre en el amor de pareja y en el amor de amistad, que también ocurre entre dos.
—Dormir junto a la persona a la que se quiere, según su protagonista, es como «tener leones en la cabeza».
—Es la idea de sentirse protegido. Un león está dotado de coraje. Uno tiende a pensar que un león duerme tranquilo, porque él es el que da miedo. Se puede comer a los demás. Yorick siente que consigue eso si está con compañía . Estando solo, se siente apenas la mitad de algo.
—¿Y el escritor? ¿También está dotado de ese poder?
—Mientras escribes un libro sí. En ese momento, el poder de lo que sucede es tuyo. Es nuestro trabajo. Lo que mueve la literatura es la pasión por leer y crear algo parecido a las sensaciones que te han entusiasmado. Producir tú la emoción que te han producido otros escritores y escritoras. Esa pequeña parcela del universo te pertenece: puede llover cuando quieras. Mientras lo construyes, puedes dominarlo.
—¿Qué sensación quiere que produzca este libro en otros?
—Me gustaría que fuera, no digo que sea lo que haya conseguido, pero me gustaría que fuese una experiencia dulce y placentera, basada en una falsa ligereza. Me gustaría bailar como Fred Astaire, como si no me costara esfuerzo. Que el lector solo vea el resultado como si fuera algo natural.
—¿Como el verano, que se apaga tan naturalmente?
—Ese final de las cosas, que es suave y que con los años hasta le coges cariño. Se va el verano, se va la luz, ligeramente.
—¿Está Ray Loriga hecho de un material duradero?
—Eso lo sabes cuando lo pones a prueba. No me considero un titán, pero vas testando. A medida que te vas dando golpes, te vas dando cuenta de cuánto puedes aguantar. Me gustaría pensar que mi supuesta dureza es flexibilidad.
—¿Cuál es la novela con la que se sintió plenamente escritor?
—Quizá sea una mezcla entre 'Tokio ya no nos quiere' y 'Trífero'. Entonces me di cuenta de que tenía otras herramientas, de que podía hacer la transición de una escritura hacia otra, de que no tenía que estar acorralado por un tono, un estilo o una temática. Me di cuenta de que podía tener más colores y matices. Noté la multiplicación de la caja de herramientas. Me di cuenta, también, de que las novelas son muy distintas y que escribir no es la condena a un molde.
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