«No podré ver esa famosa Fedra», un poema inédito de Ósip Mandelstam
ABC ofrece un poema versionado por Ernesto Hernández Busto, traductor de 'El ruido del tiempo'
El rescate de Mandelstam en España: «Las traducciones disponibles no están a la altura del original»
![Mandelstam en 1925](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/04/09/Mandelstamen1925-Rkxzu0VJ3mlqTP8IIGR9w9O-1200x840@diario_abc.png)
No podré ver esa famosa Fedra
No podré ver esa famosa Fedra
en la parte más alta del teatro,
envuelto en humo, desde el gallinero,
a la luz de unas velas consumidas.
Insensible ante actores que se esfuerzan
por ganar su cosecha de ovaciones,
y escuchando detrás de la baranda
unas aladas rimas en pareados:
«—Si el odio sólo puede atraer vuestro odio...»
¡El teatro de Racine! Un grueso velo
nos impide el acceso a ese otro mundo;
con sus profundos y cambiantes pliegues,
ese telón permanece cerrado.
Chales clásicos caen desde los hombros,
la voz se forja con el sufrimiento
y en la cima del luto el verbo vibra,
incandescente por la indignación.
¡Llego tarde al festejo de Racine!
Los programas de mano crujen, muertos,
y huele a peladuras de naranja.
Rompiendo su letargo secular,
mi vecino de asiento me confiesa:
—Me choca la locura de Melpómene,
sólo pido a la vida algo de paz;
antes de que esta turba de chacales
despedace a la Musa para siempre,
será mejor que nos vayamos yendo.
Si un ateniense viera nuestros juegos...
(Noviembre, 1915)
«Mandelstam, quien durante sus dos estancias en París probablemente vio algunas representaciones de Racine, y no sólo en el viejo teatro de la Comedia Francesa, evoca en su poema al paradigma del clasicismo francés. Pero no lo hace en alejandrinos, sino en pentámetros yámbicos. Como si el metro de Racine perteneciera a un mundo irremisiblemente perdido, del que nos separa un grueso y poderoso telón. Como si hubiera que ser extranjero, y haber viajado también por el tiempo, para poder sentir la pasión, la eterna indignación de Fedra. Por supuesto, si no se traduce con el metro adecuado, este juego de referencias, que es una de las claves del poema, se pierde sin remedio», esgrime la nota del traductor.
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