Irvine Welsh: «Me lo paso tan bien escribiendo que ya no tengo tanta urgencia por salir de fiesta y liarla»
El escritor escocés cierra con 'Señalado por la muerte' el ciclo de novelas protagonizadas por los escandalosos tarambanas de 'Trainspotting'
Temporero a los catorce años, novelista a los cuarenta: la odisea de Juarma
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A la quinta, parece, va la vencida e Irvine Welsh se despide (1958), o eso parece también, de los calamitosos protagonistas de 'Trainspotting' con 'Señalado por la muerte' (Anagrama), nueva vuelta de tuerca a esa montaña rusa de violencia, adicciones, sexo desmadrado y ... yonquis mugrientos que revolucionó la cultura popular hace tres décadas. Así que adiós, o quien sabe si hasta la vista, a Renton, Sick Boy, Begbie y Spud, entrañable y temible pandilla basura que, instalada ya en la edad adulta, sigue sembrando el pánico (y algo más) en una Edimburgo engullida por el turismo.
—Así que, ¿ya está? ¿Se acabó? ¿Es esto el 'grand finale' prometido?
—Creo que sí, pero en realidad nunca puedes estar seguro de lo que vas a escribir al día siguiente. Parece una buena manera de terminar, pero quién sabe.
—Cuatro novelas, el 'spin-off' de Begbie en 'El artista de la cuchilla', un musical, dos películas, la obra de teatro de 'Porno'.... A ver si al final lo que crea adicción son Renton, Sick Boy, Begbie y Spud.
—Sí, yo también los percibo como adictivos. No se les puede dejar solos.
—¿Qué tienen para que no se pueda desenganchar de ellos?
—Son arquetipos. El cínico, el intelectual, el psicópata, el perdedor, el que se pasa tres pueblos con las mujeres… Reconocemos esos personajes en la gente que está a nuestro alrededor. Cada vez que voy de gira presentando un libro me dicen: 'ah, pues aquí hemos tenido un Spud o un Begbie'. La gente reconoce a esos personajes a su alrededor.
—Drogas, pornografía, agencias de citas, tráfico de órganos… La pandilla crece, pero sigue siendo un auténtico imán para las calamidades.
—Como escritor quieres ver cómo reaccionan a situaciones extremas; ver cómo las malas decisiones que toman lo empeoran todo. Esa es la esencia de cualquier historia dramatizada.
—Y si algo sobra en 'Señalado por la muerte' son malas decisiones.
—Todo lo que pasa interesante en la vida es fruto de decisiones erróneas. Si fuesen siempre correctas, igual no tendríamos realmente una vida. El motor de la vida son los errores.
—Ahora que se cumplen 30 años de la publicación de 'Trainspotting', ¿dónde estaría usted de no ser no ese libro?
—Creo que seguiría escribiendo o haciendo algo en el mundo de la música. El éxito de la novela me ha dado una carrera y una vida a la que siempre aspiré pero que nunca pensé que tendría. Es como que me retiré a los 30 años para perseguir un 'hobby'.
—En la novela, Renton solo quiere «limpiar toda la mierda del pasado». ¿Fue la escritura su manera de hacer las paces con su propio pasado?
—Sí, ayudó, A mí escribir digamos que me elimina un montón de impulsos que tengo de salir, de ser muy hedonista. Me lo paso tan bien escribiendo que ya no tengo tanta urgencia por salir de fiesta o liarla bebiendo un montón. Es ese tipo de salvación el que he encontrado. El viernes por la noche me fui de rave en Manchester, y eso está muy bien, pero no lo puedo hacer constantemente. Ahora mi vida es mucho más relajada.
—En 'The Long Knives', su última novela publicada en inglés, ha contado con la asesoría de una persona trans. ¿Llegará un momento en que veamos las novelas de Irvine Welsh en manos de los lectores de sensibilidad?
—Fue la primera vez que hice esto, pero ha sido una experiencia muy positiva. Yo tenía una impresión muy errónea de lo que era un lector de sensibilidad; en realidad lo que te da es información sobre una situación que cambia constantemente. Es un recurso muy valioso, como hacer una investigación muy atinada.
—¿Y no le molestaría que pudiera sugerir rebajar el grado de violencia o de obscenidad de sus libros?
—Es que no es su papel; ese es el malentendido. Lo que hace es mirar aquellos temas que son pertinentes para un grupo de gente en la sociedad que está infrarepresentada o que forma parte de un nuevo fenómeno. No te dice si quiere que se retrate una persona de esta manera o de esta otra. Sólo es alguien que te da información.
—¿En algún momento le ha llegado a preocupar ofrecer una visión romántica o idealizada de la adicción?
—No, porque la adicción no es romántica. Es algo limitante y oscuro. No hay nada romántico en estar en un lavabo metiéndote un supositorio de droga.
—«Disfrutemos de los beneficios del neoliberalismo antes de que acabe patas arriba y haga explotar el desdichado planeta que tenemos bajo los pies», dice Sick Boy en el libro. ¿Son las suyas, a pesar de todo, novelas esencialmente políticas?
—Abiertamente no, pero hoy en día todo está politizado por el neoliberalismo. Hemos pasado de un equilibrio entre gente y dinero a una dominación del dinero y las finanzas sin moral. Hemos creado un callejón sin salida del que no sabemos escapar.
—El trasfondo social siempre ha sido importante, y aquí la novela acaba con el Brexit. ¿Qué nos dice 'Señalado por la muerte' de Gran Bretaña?
—Que hemos sido una sociedad muy imperialista y que no tenemos unas instituciones democráticas que den sentido a la gente. Las instituciones las dirige una élite cada vez más próspera gracias a su manera de hacer. Ya no tenemos instituciones socialdemócratas; no tenemos un movimiento sindical potente ni un partido laborista real.
—¿La literatura también sigue siendo también elitista? Cuando 'Trainspotting' llegó a la 'shortlist'' del premio Booker, dos miembros del jurado amenazaron con dimitir.
—Sí, toda la cultura es elitista, al menos en Gran Bretaña. Es un reflejo de la sociedad. ¿Cómo puede la cultura no reflejar la sociedad en la que funciona? Si la sociedad cambia y se convierte en algo más democrático, entonces la cultura podrá tener un impacto, pero el neoliberalismo nos lleva a una sociedad post-cultural en la que ya no necesitamos ningún tipo de arte; simplemente necesitamos seguir instrucciones.
—¿Convertir a un psicópata como Begbie en un artista cotizado es una venganza contra el arte contemporáneo?
—Es una manera de mostrar el punto lunático y la afectación que tienen los artistas, que todos tenemos en realidad.
—«El dinero la ha destrozado. Ha sido colonizada por gilipollas cosmopolitas de mucha solvencia y poca personalidad»; dice para hablar de Barcelona, aunque la frase podría servir, imagino, también para Edimburgo. ¿Es el turismo el gran problema del siglo XXI?
—Las ciudades ya no están ahí para la gente. Los gobiernos nacionales y los locales están preocupados por que venga gente de negocios, estudiantes… Quieren construir más hoteles, más residencias para universitarios, ya que creen que esto llevará más dinero. No piensan en la gente que vive en la ciudad; son como exiliados en su propia ciudad.
—Además de preparar la adaptación de 'El artista de la cuchilla', ya ha trabajado en otras series como 'Crime' y 'American Tabloid'. ¿Es la televisión la nueva mina de la cultura pop?
—Gracias a HBO y a las cadenas escandinavas, entre otras, digamos que la televisión es un lugar en el que los escritores quieren estar. Colaboras con gente estupenda y está muy bien, pero lo genial con un libro es que haces lo que te dé la gana; no tienes las limitaciones que tienes en televisión.
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