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ABC PARA UNE

«Se gestó una respuesta a un concepto de ciudad, a una forma de entender la vida cotidiana, a una forma de valorar el confort»

Carlos Sambricio repasa las claves de 'La cultura arquitectónica en los años de la Transición', una obra colectiva en la que se aborda, desde distintos puntos de vista (los de 22 expertos más el propio Sambricio) el devenir de la arquitectura española entre 1950 y 1990, en un concepto de 'transición' más amplio que el meramente político

Carlos Sambricio, coordinador del libro

ABC PARA UNE

Catedrático de Historia de la Arquitectura y del Urbanismo (ETS de Arquitectura de Madrid-Universidad Politécnica), Carlos Sambricio es Doctor tanto por la Universidad Complutense como por l'Ecole des Hâutes Etudes de Sciences Sociales de Paris), con libros como, entre otros, 'Territorio y ciudad en la España Ilustrada' y 'De la Ciudad Ilustrada a la primera mitad del siglo XX' (1999) (como autor) y ' La construcción de la ciudad liberal' y 'Ciudad y vivienda en América Latina, 1930-1960' (como coordinador y editor).

Sambricio destaca en esta entrevista las razones por las que la arquitectura española entre 1950 y 1990, entre el franquismo y la democracia, se convirtió en una de las más relevantes de nuestra historia. Aporta un interesante recorrido, fruto de conocimiento y experiencia, por la esencia de 'La cultura arquitectónica en los años de la Transición' (Universidad de Sevilla), Premio a la Mejor Monografía en Ciencias, Ingeniería y Arquitectura (Premios Nacionales de Edición Universitaria) «por tratarse de 22 colaboraciones de críticos y arquitectos en torno a la renovación y la práctica arquitectónica española de los años cincuenta y su incorporación a los estilos europeos como los de Lefebvre y Tafuri».

¿Cómo condensaría la esencia de las denominadas 'claves culturales' para el desarrollo de esos años de transformación? ¿Se puede hablar de una transición paralela a la político-social?

Cierto es que para los políticos que componían las Cortes españolas, la aprobación, en 1977, de la Ley de Reforma Política (por la que se posibilitaban las primeras elecciones libres celebradas en España desde febrero de 1936) dio pie a 'La España de la transición'. Sin embargo desde la cultura, muy pronto (desde 1945) hubo quienes (y no me refiero al exilio ni tampoco al exilio interior) reclamaron abandonar las imprecisas consignas formuladas tanto por la Iglesia (reivindicando la 'casa católica'), las opciones regionalistas (como hiciera Regiones Devastadas), las propuestas megalománicas (el Valle de los Caídos) o pseudohistoricistas (el ministerio del aire). Quienes reclamaron tal cambio fueron arquitectos más que próximos al Régimen (Isaac, de la Sota, Coderch, Aguinaga…) que veían cómo la Europa de la posguerra se reconstruía desde premisas de modernidad. Argumentaban igualmente lo absurdo de pretender llevar a término grandes proyectos cuando España vivía una situación de quiebra económica, por lo que proponían volver la mirada hacia Europa, máxime cuando el fracaso de la política autárquica estaba suponiendo el de gran número de inmigrantes que, abandonando el campo, llegaban a las grandes ciudades asentándose bien en cuevas, bien en grandes barriadas de chabolas.

No olvidemos, sobre todo, las tensiones internas existentes en aquel Régimen: si la 'huelga de tranvías' de Barcelona (1951) tuvo como consecuencia un cambio de gobierno en el que ministros del Opus ocupaban cargos hasta entonces reservados para Falange, la reacción de un grupo de economistas (Velarde, Albiñana, Fuentes…) próximos al núcleo duro del diario 'Arriba' reclamaba, por vez primera, la industrialización de la vivienda frente a los sistemas artesanales entonces imperantes. En 1954 y 55 se producía el violento choque entre Girón de Velasco y Solís Ruiz al buscar el segundo que las características de las viviendas construidas para los sindicatos tuvieran idénticas calidades que las construidas al amparo de la ley de viviendas verificables. Tensión reflejada, por ejemplo, en películas como 'El Inquilino', del falangista Nieves Conde, tensiones que condujeron, en 1957 con la política de Arrese de transferir del sector público al sector privado la competencia la construcción de viviendas sociales.

Al igual que ocurriera en 1914, una nueva generación (entonces representada, por ejemplo, por Unamuno o Ortega) entendió que la solución estaba en Europa. En ese sentido, los debates, las inquietudes, las preocupaciones, etc. se generalizaron pronto, no sólo entre profesionales, sino, de manera más general, en la población, de manera tal que las luchas por democratizar los colegios profesionales, las centrales sindicales, los movimientos ciudadanos o quienes reclamaban una libertad cultural se generalizaron. …

¿Hasta qué punto España se diferenciaba en esa época del entorno europeo?

El franquismo fue largo: conviene, sin embargo, recordar la diferencia existente entre la España de los años 40 y la Europa de la reconstrucción… fue total: en los años 50 (y ante la crisis económica y el altísimo paro existente) la política del Ministerio del Trabajo fue (buscando, básicamente, paliar el paro) incentivar la industria de la construcción, primando las destinadas a la clase media por cuanto era la única con posibilidades de acceder a la compra. En consecuencia, exigió en dichas viviendas el confort que comenzaba a ver a través del cine, pasándose del 'mueble castellano' a los muebles de formica. Recordemos, en este sentido, cuanto el 'confort' aparece en la Barcelona de 1953, cuando los franceses 'Salón des Arts Ménagers' se tomaron como referencia al construirse en Barcelona, tanto en las 'viviendas del congreso eucarístico' como en las 'casas del gobernador'.

En los 60, el turismo trastocó la moral impuesta 'manu militari' por la Iglesia. En pocos años, los trajes de baño femeninos dejaban de ser de cuerpo entero y con falditas para pasar los bikinis (recordemos, igualmente, las 'chicas Movierecord' anunciando los primeros electrodomésticos). El cine jugó un papel más que importante al mostrar ya no las contradicciones de una sociedad y si, por el contrario, las 'comodidades' habituales en países como Alemania, Inglaterra, Suiza, Italia… y todo ello (unido tanto a la voluntad política del Régimen por integrarse en Europa como a las consecuencias políticas que se derivaron de las huelgas de 1962, en Asturias) tuvo como consecuencia no sólo la pretensión por integrarse políticamente en Europa, sino la más popular de compartir las mismas formas de vida. Así, a comienzos de los años setenta un hecho aparentemente anecdótico (viajar en autobús, la noche del sábado a domingo desde Madrid a Perpiñán para ver la prohibida en España 'El último tango en Paris' y volver, de manera mas que precipitada, en la tarde del domingo para poder trabajar el lunes) refleja cuánto el país había cambiado y conforme el nivel de vida subió, la voluntad por integrarse en Europa no ya políticamente, sino compartiendo formas de vida, se hicieron más evidentes.

Como Catedrático de Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, ¿qué claves destacaría de esta obra colectiva?

La obra se ha planteado buscando hacer ver, como en la arquitectura de aquellos años, en la que se gestó una respuesta a un concepto de ciudad, a una forma de entender la vida cotidiana, a una forma de valorar el confort. A riesgo de equivocarme, me atrevería decir que el momento más importante de la historia de la arquitectura española (en su generalidad, esto es, no refiriéndome a piezas excepcionales como pudieran ser la Alhambra de Granada, El Escorial, la obra de Juan de Villanueva…) fue el desarrollada por los arquitectos españoles entre 1950 y 1990. No se entienda esta afirmación como panegírico al Régimen: lo que comento es como si, hablando de la calidad de los profesionales que trabajan de la sanidad, se identificara mi elogio al saber hacer de los cirujanos, por ejemplo, con una glosa a la política de sanitaria de tal o cual partido político. Lo que hubo fue que, en el esfuerzo por 'europeizarnos', muy pronto los gritos de ritual («el pueblo necesita poetas», había dicho un tanto cínicamente Girón para con ello justificar las frases altisonantes vacías de contenido) quedaron abandonados.

Como autor de 'Ciudad y vivienda en América Latina', ¿hasta qué punto se ha 'transferido' el espíritu de la arquitectura española a esas latitudes?

Quien repase, por ejemplo, las revistas alemanas de la República de Weimar (en los años en los que la vanguardia europea sobresalía en Alemania- verá cómo apenas hubo, entre 1920 y 1933), verá artículos dedicados a la arquitectura española: sin embargo, en la década de los 60 y 70, las más importantes revistas de arquitectura italianas, francesas, alemanas, inglesas, estadounidenses… dedicaron números monográficos dando a conocer la nueva experiencia española. Sepamos que, a finales de la década de los 40, una Delegación española, encabezada por Gutiérrez Soto, acudía a la bienal de arquitectura que se celebraba en Lima, mostrando el proyecto del Ministerio del Aire: y cuando aquella esperaba aclamaciones, lo que encontró con abucheos y rechazos más que públicos por parte de quienes repudiaban aquella arquitectura. América latina (la América Hispana, Iberoamérica o, dicho de otro modo, el continente al sur de Texas) no tuvo más noticias de la arquitectura española que las que llevó el exilio.

Antonio Bonet Castellana, Martín Domínguez, Félix Candela, Josep Lluís Sert, Eduardo Robles Piquer, Bernardo Giner de los Ríos, Enrique Segarra, José Luis Benlliure, Ovidio Botella, Arturo Sáenz de la Calzada… llegaron a una América cuyos gobernantes tuvieron como pauta general, entre 1930 y 1960, a una doble política: transformar las ciudades coloniales en modernas metrópolis, nueva imagen de ciudad con la que fácilmente podrían identificarse y, paralelamente, a través de importantes oficinas de proyectos dependientes de los gobiernos, desarrollar una política de vivienda dirigida no a las poblaciones más necesitadas sino a quienes (entendían) a corto plazo iban a constituirse como naciente clase media, apoyo en síntesis de aquellos gobiernos. Y, en el caso español, tanto a emigrantes como a exilados,

Sin embargo, 1939 cortó aquella influencia, no habiéndose recuperado tal presencia (con puntuales excepciones) en las últimas décadas.

En la obra se menciona la importancia de estilos europeos como los de Lefebvre y Tafuri… ¿cómo influyeron referencias como estas en nuestro recorrido?

Los años 60 y 70 fueron, en casi toda Europa, años de efervescencia cultural. En arquitectura, la preocupación fue entender qué era la ciudad histórica, cuál debía ser la política de protección de la misma, cómo desarrollar una política de equipamientos, de qué manera resolver los transportes públicos… En los años del desarrollismo, todos estos problemas se hicieron presentes aquella España: muchos recordarán, quizá, cuanto a la salida de algunas estaciones de Metro se anunciaban a gritos 'las camionetas', los autobuses privados que (ante la inexistencia de transporte municipal) trasladaban desde el límite de Madrid a quienes vivían en el extrarradio.

Como señaló en los años cuarenta un importante urbanista madrileño (Luis Pérez Mínguez) al periodista que se pedía señalar… dónde estaba el límite de Madrid, refiriéndose claramente a la diferencia existente entre los barrios de la burguesía y los periféricos de chabolas, la respuesta fue lapidaria: el límite de Madrid está en el confort. Recordemos en este contexto, cómo la reivindicación de las primeras asociaciones de vecinos fue exigiendo el asfaltado de las calles, la creación de infraestructuras y equipamientos… temas todos ellos estudiados en los distintos países europeos. El indiscutible crecimiento económico de España no se correspondía con la calidad de vida de la población, el tema 'España' se convirtió en preocupación de muchos profesionales (sociólogos, economistas, arquitectos, urbanistas…) extranjeros que vieron España como un territorio todavía casi virgen, en cuyas ciudades se podía todavía proponer actuaciones de salvaguarda de los cascos históricos, de sus tejidos urbanos, de una arquitectura domestica (los patios andaluces, por ejemplo) singular y que históricamente había sido clave en la vida cotidiana.

¿Sobre qué líneas piensa, con este trabajo editorial como base, que se desarrollará la arquitectura del siglo XXI?

Vivimos momentos en los que las preocupaciones que caracterizaron los años 60 y 70 no tienen ya actualidad. Y eso que Arrese, con el Plan de Urgencia Social de 1957, propició que hoy España viva una de las más singulares contradicciones al fomentar la 'necesidad' de comprar una vivienda, por cuanto 'alquilar es tirar el dinero'. Hoy, son más frecuentes los titulares de la prensa diaria donde (un gran escándalo) señalan cómo los jóvenes tienen difícil comprar una vivienda como comentario que provocaría no sólo risas sino también indignación en países como Holanda, Inglaterra, Alemania, Francia, Suiza… donde lo habitual la vivienda en alquiler.

En España, la especulación del suelo y la gentrificación (desalojar a una población asentada para, en su lugar, levantar viviendas de lujo inaccesibles para la población autóctona) tiene consecuencias: hace muy pocos años, en el caso concreto de Madrid, su ayuntamiento procedió a malvender las viviendas públicas, descapitalizando el patrimonio municipal bajo el momento que su administración era compleja… naturalmente, aquella operación (creo que hoy en los tribunales) no sólo manchó el nombre de los/las responsables municipales. La ironía es que, hoy, partidos políticos de la oposición reclaman como necesidad urgente la construcción de viviendas en alquiler olvidando que fue su propio partido quien, ni siquiera hace 20 años, procedió a desmantelar y malvender las viviendas en alquiler propiedad del ayuntamiento.

Si algo debe cambiar hoy es cómo encarar una política de promoción a la vivienda de alquiler, construida por el Estado. Cierto que existe picaresca en todos los estamentos: hemos visto cómo tanto las viviendas militares como las construidas para funcionarios o, incluso, las edificadas por centrales sindicales (viviendas subvencionadas todas ellas, y que en principio no podían venderse sino hasta muchos años después de haber sido construidas) se han ‘liberalizado’, posibilitando su inmediata puesta en el mercado libre y, en consecuencia, favoreciendo un proceso de gentrificación. Frente a ello, frente a la política de compra de vivienda, el reclamo de una política de alquileres siendo el deseo algunos conseguir una política de vivienda pública de alquiler, ajustando estos proporcionalmente los ingresos mensuales de sus inquilinos. Pero mientras la política municipal siga siendo vender las viviendas subvencionadas, construidas en alquiler, a fondos buitre…

Imagen - «Se gestó una respuesta a un concepto de ciudad, a una forma de entender la vida cotidiana, a una forma de valorar el confort»

FICHA

'La cultura arquitectónica en los años de la Transición'

Autor (Ed): Carlos Sambricio

Editorial: Editorial Universidad de Sevilla

Año de edición: 2023

Disponible en Editorial US

Disponible en Unebook

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