Carlos Ruiz Zafón: «La vida de un escritor sucede en su cerebro»
Se cumple una década de «La sombra del viento», un éxito editorial español sin precedentes: un centenar de ediciones y 15 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Desde Los Ángeles, donde reside, habla con ABC
—¿Cómo recibieron en cada país sus novelas?
—Yo diría que la recepción de los libros ha sido en casi todos los países la misma. Los lectores son lectores, no importa dónde estén. A lo largo de los años he aprendido que las personas que aprecian la literatura, el lenguaje, las ideas y los libros son muy parecidas en todas partes y que lo que les une trasciende fronteras y diferencias culturales.
—«El juego del ángel» copó los primeros puestos de los más vendidos en Estados Unidos. ¿Por qué cree que ha tenido tanta o más aceptación que «La sombra del viento» entre los lectores americanos?
—El éxito de «La sombra del viento» ayudó a crear una expectativa y una buena acogida para «El juego del ángel». No me atrevería a decir que una haya tenido mayor aceptación que la otra. «La sombra del viento» lleva ya ocho años en las librerías norteamericanas y sigue encontrando una respuesta extraordinaria. «El juego del ángel» apenas lleva un año y ahora aparecerá en la edición de bolsillo, que es la verdadera batalla de fondo en el mercado norteamericano. La edición en tapa dura aquí es apenas un «tráiler» y los libros hacen carrera, o no, en la edición «trade», algo similar a lo que sucede en el mercado británico.
—¿Qué diferencias destaca entre una y otra para que atraigan a un lector determinado?
—Cuando trabajaba en «El juego del ángel» ya sabía que iba a ser una novela mucho más difícil para la mayoría de lectores y que esa mayoría siempre iba a preferir «La sombra del viento». Son dos novelas muy diferentes entre sí: mientras «La sombra del viento» despierta una respuesta muy similar entre todo tipo de lectores, «El juego del ángel» inspira reacciones dispares y encontradas. Así debe ser y ello responde a la propia naturaleza de cada uno de los libros.
—¿Cómo transcurre el día de un escritor en Los Ángeles?
—Imagino que de un modo parecido a como transcurre en Londres, París o Móstoles. No lo sé. Tal vez más soleado y quizás un poco más alejado de algunos mundanales ruidos que distraen y sustraen del trabajo y de vivir la vida. Buena parte de la vida de un escritor sucede dentro de su propio cerebro y eso no cambia esté uno en California o en el Pirineo aragonés.
—¿Y cómo ve Barcelona desde Los Ángeles? En estos momentos, por ejemplo, se horada bajo la Sagrada Familia un túnel del Tren de Alta Velocidad… Muchos temen por el Templo de Gaudí…
—Con cierta preocupación, a veces, y con añoranza, otras. Confiemos en que Gaudí y los barceloneses, que han sobrevivido de todo, sobrevivan también estas bizantinas sagas de contratas multimillonarias y turbios intereses.
—Otra polémica muy barcelonesa es que quieren prohibir las corridas de toros por ley y han intentado convertir la Diagonal en un paseo con tranvías eléctricos derivando todo el tráfico hacia el Ensanche…
—Tal vez sea por temor a que a más de uno le pille el toro, que ya vendría bien. Lo de la Diagonal y los tranvías supongo que era un gran plan de jubilación a cuenta del contribuyente. O eso parece. Ojalá fuera simplemente una idea disparatada que se quedó en el tintero.
—¿Qué diferencias observa entre la sociedad literaria española y la americana?
—Tal vez que la sociedad literaria americana no está tan politizada y condicionada por intereses sectarios como a veces parece estarlo la española; pero a nivel de lectores, de gentes que aman la literatura y la viven, no creo que haya tantas diferencias. Posiblemente, las mayores diferencias estén en cómo se presenta ese «mundo» en los medios de comunicación y qué presencia tiene en la sociedad. Creo que hay una divergencia fundamental entre los Estados Unidos y Europa en general cada vez más pronunciada.
—Usted vivió los últimos tiempos de Bush y asiste ahora a los primeros compases de Obama. ¿Qué cambios percibe?
—Los años de la administración Bush han resultado catastróficos y han dañado tremendamente la fibra social, política y sobre todo económica de este país, en muchos aspectos de un modo irreparable. Los inicios de la nueva administración trajeron grandes esperanzas, pero ahora empiezan a hacerse obvios los obstáculos. La deriva autodestructiva que arrastraba a este país parece haberse corregido, al menos momentáneamente, pero la cuestión es si es posible reparar el daño causado y reflotar el barco. Está por ver. Buena parte del iceberg sigue ahí, bajo el agua, listo para volver al ataque.
—¿Antes de volver a la tetralogía del «Cementerio de los Libros Olvidados» prevé alguna incursión literaria de signo diferente?
—Nunca se sabe. A veces me parece que es mejor no hablar demasiado de los planes que uno tiene o de lo que tiene entra manos en cada momento porque luego uno cambia de idea y termina haciendo algo muy diferente a lo que los lectores esperaban.
—El fotógrafo barcelonés Josep Martínez ha recopilado 400 dragones en su serie «Drakcelona». ¿Cómo sigue su afición al mítico animal?
—«Drakcelona», eso me gusta. Voy a tener que conseguir un ejemplar de ese libro. Mi afición por los dragones no amaina. Sigo adoptándolos allí donde los encuentro y, pese al numero creciente, convivimos en paz y armonía.
—Usted admira el trabajo de los guionistas televisivos y asegura que tienen más talento que muchos escritores «literarios».
—Bueno, esa es una generalización que necesitaría muchos matices. Me parece que en más de una ocasión se me han atribuido palabras a este respecto que no eran exactamente las que había pronunciado, a menudo con malicia e intenciones poco honorables. Dicho esto, y salvando las obvias diferencias que existen entre escribir ficción o literatura y escribir series dramáticas o comedias para televisión, sí que creo que hay que reconocer que en los últimos diez años se han producido numerosas series de televisión, a menudo originadas en los canales de cable como HBO y Showtime, donde la calidad dramática y la factura formal es impecable y a menudo muy superior a la que encontramos en el cine de exhibición comercial. Aunque la comparación entre literatura y televisión es difícil, cuando no imposible, también es verdad que a menudo se aprecia en estas series un talento y oficio narrativo que es muy difícil detectar en buena parte de la producción narrativa que se ve a sí misma como exquisita y literaria.
—¿Qué series recomendaría al telespectador español?
—Ahí tiene «The Wire», «The Sopranos», «Mad Men», «Weeds», «DeadWood», «Entourage», «The Good Wife», «House», «The West Wing», y otras muchas. Yo la verdad es que veo poco la televisión y descubro estas series siempre tarde, a veces años después de que se hayan producido; las acabo viendo en DVD y casi nunca en el horario comercial en que se han emitido, así que seguramente los lectores estarán mucho más al día que yo de lo que se emite que vale la pena. Mis horas de ocio suelen estar más dedicadas a la lectura y a la música, que es mi gran afición.
—¿Sigue teniendo a Dickens y Stephen King como autores de cabecera? ¿Qué ha leído en los últimos meses?
—Stephen King es un autor al que leí especialmente en mis años de adolescencia y a Dickens lo releo con regularidad, pero esos son sólo dos autores entre los muchos que he disfrutado a lo largo de los años. Leo un poco de todo y no hago mucho caso a las etiquetas ni a las preconcepciones que a menudo acompañan a los libros. Ya puestos, prefiero formar mi propio criterio y decidir por mí mismo lo que pienso y lo que me interesa. En los últimos años mi tendencia ha sido a leer más no-ficción, particularmente historia, aunque estoy regresando poco a poco a la novela. En estos últimos meses he descubierto algunos autores nuevos interesantes como Victor Lavalle o Dexter Palmer y también he reencontrado a un gran escritor, Ian MacDonald. Suelo leer un libro por semana, más o menos, así que esas son sólo algunas de mis lecturas… Ha habido de todo y casi todo interesante.
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