Astérix y Obélix, en pie de guerra contra el buenismo y la autoayuda
Didier Conrad y Fabcaro parodian el pensamiento positivo en 'El lirio blanco', nueva entrega de los 'galos irreductibles' de Uderzo y Goscinny
«Yo soy de los que creen que puedes reírte de todo. Así que si es una risa amable, riamos juntos», defiende el guionista Fabcaro, que sustituye de forma temporal a Jean-Yves Ferri
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Estarán locos estos romanos, sí, pero no tanto, ni de lejos, como Viciovirtus, gurú de la serenidad, ser de luz y vendedor de crecepelo 'avant la lettre' que irrumpe en la aldea de Astérix y Obélix con la peor de las intenciones. Esto es, con la voluntad nada velada de sembrar la concordia, equilibrar los chakras y, vaya, hacer el bien. Intolerable, sí. «La unidad de la aldea se basa en el conflicto y el caos», defiende el guionista Fabcaro,sustituto temporal de Jean-Yves Ferri y responsable junto al dibujante Didier Conrad de 'El lirio blanco' (Salvat), nueva entrega de la serie que Uderzo y Goscinny crearon en 1959. «Ellos ya capturaban temas contemporáneos y los adaptaban a la aldea y a la antigüedad, y ahora mismo en Francia hay mucho desarrollo personal y pensamiento positivo», explica el también autor de 'El brindis'.
Un tsunami de autoayuda, motivación y autodescubrimiento («¡Un legionario feliz es un legionario combativo», leemos) que Fabcaro y Conrad llevan a la viñeta entre aforismos pomposos, una dieta baja en jabalí y, ¡por Tutatis!, exitosos y aplaudidos recitales de Asurancetúrix. Una parodia del buenismo ahora que, lamenta el guionista, cada vez es más fácil derrapar. «Vivimos en una época en la que hay que tener cuidado con todo aquello de lo que nos reímos, pero yo soy de los que creen que puedes reírte de todo. Porque se trata de reír juntos, no contra algo. Eso es muy específico del humor de Goscinny y de su universo. Así que si es una risa amable, ríamos juntos», reflexiona el guionista, que sigue aquí las huellas de títulos clásicos como 'La cizaña'para mostrar cómo un elemento externo intenta dinamitar la vida en la aldea.

'El lirio blanco' es el álbum que hace 40 en las aventuras de Astérix y Obélix y el sexto desde que Conrad y Ferritomaron las riendas en 2013. Con el segundo tomándose un respiro que nadie sabe muy bien cuánto durará, Fabcaro ha aprovechado para reencontrarse con uno de sus paraísos de la infancia y, destacan desde la editorial, inyectar «sangre fresca» a la serie. «Es surrealista y milagroso», asegura. «No hay palabras: tenía fuegos artificiales en la cabeza», añade.
Un galo en Santa Coloma de Gramanet
Para cubrir la baja de Ferri los familiares de Uderzo y Goscinny, herederos de los derechos, convocaron un casting anónimo entre guionistas y el vencedor fue un Fabrice Caro que, claro, no daba crédito . «Fue todo un honor», asegura un autor que, como tantos otros críos franceses, creció con los ojos pegados a las aventuras del retaco galo. «Astérix fue una de mis primeras lecturas cuando era niño. Astérix, y necesito decirlo, también 'Mortadelo y Filemón' y 'Zipi y Zape', ya que pasaba los veranos en Santa Coloma de Gramanet», explica Caro, cuya madre nació en la localidad barcelonesa.
«Fabcaro aún no se da cuenta de cómo ha cambiado su vida. Tendrá que mudarse, cambiar de casa», bromea a su lado el dibujante Didier Conrad, para quien Astérix es poco menos que patrimonio nacional. «Es un fenómeno para todas las generaciones; para niños y adultos. Realmente, no hay otros cómics que tengan ese efecto. Y por eso es una institución. La gente lo está esperando y hay quien nunca compra cómics que, pase lo que pase, siempre comprará Astérix», explica.
De ahí que en Francia se sigan superando los dos millones de ejemplares vendidos y que en España se lancen de forma simultánea hasta cinco ediciones en castellano, catalán, euskera, gallego y asturiano con tiradas de entre 150.000 ejemplares (la edición en castellano) y 1.500 (la asturiana). La conquista, sin embargo, no es global. Lo sabe bien Conrad, instalado desde hace décadas en Los Ángeles. «Astérix no acaba de cuajar en Estados Unidos y Japón. En Japón tienen una tradición tan rica que no les interesa casi nada que venga de Occidente. Y en Estados Unidos las únicas personas que lo conocen son los emigrantes que lo han leído en su país de origen e intentan encontrarlo», explica. Además, ironiza el dibujante, «los americanos no se ven como una aldea asediada, se identifican más con los romanos, así que están en el lado equivocado».
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