Adam Michnik: «El único activismo legítimo del periodista es la verdad»
El periodista polaco, premio Princesa de Asturias en 2022, visita España para presentar 'Elogio de la desobediencia', una antología de sus textos
Adam Michnik: «Muchos lectores no nos soportan»

No es Adam Michnik (Varsovia, Polonia, 1946) un intelectual orgánico, una intelectualidad divorciada de la realidad, sino todo lo contrario. Está al barro, a bajar las musas al teatro, a dar la batalla de la libertad. Libertad y verdad. Cueste lo que cueste. La ... editorial Ladera Norte nos regala 'Elogio de la desobediencia', una antología impagable de sus escritos, un canto a la libertad y al ejercicio consecuente del espíritu crítico y la responsabilidad social frente a toda injerencia totalitaria. Periodista, intelectual, voz imprescindible ante en defensa de la libertad y la verdad. Premio Princesa de Asturias en el 2022 y defensor incansables de los derechos humanos, hoy, precisamente hoy, hablamos con él:
-En esta antología subyace la idea imperturbable de la defensa infatigable de los dos grandes pilares de las democracias liberales: libertad y verdad. Precisamente dos ideas que parecen caer hoy, izquierda radical mediante, en una especie de relativismo imperturbable: la verdad y la libertad. Grandes mentes, como Francesc de Carreras o Fernando Savater, que siempre han defendido esas ideas, son ahora acusados de fascistas, de haber abandonado a la izquierda, sin haber abandonado un ápice de esa defensa de los grandes ideales.
-Es cierto. Tenemos aquí dos procesos diferentes, y no es esta una cuestión que afecte solo a España, sino que afecta a todo el mundo: lo que en los tiempos de la dictadura franquista representaba a una izquierda democrática y a una derecha democrática, y que parecía tener un denominador común, que era entonces una democracia constitucional. Mientras tanto, el bolcheviquismo, tanto como el fascismo, rechazaban esa democracia. Desde este punto de vista, el fascismo nunca fue una derecha sino que fue el destructor de la derecha democrática; igual que el bolcheviquismo no fue más que una fuerza que destruyó la izquierda democrática. Tanto Carreras como Savater, hoy y siempre, han defendido y defienden lo mismo: una democracia definida constitucionalmente, que tanto atenta contra el bolcheviquismo como contra el fascismo y, entonces, tanto por los fascistas de verdad como los auténticos comunistas, pueden ser acusados de lo contrario.
-¿Es entonces, quizá, la gran amenaza para las democracias liberales europeas, no el fascismo, sino los demócratas sin ideal democrático?
-Es así, tal cual. Tiene usted toda la razón. Pero no es para nada algo nuevo. Antes del año 1933, Hitler ya encabezaba un partido que funcionaba dentro de las reglas de juego de una democracia parlamentaria pero con la intención de dinamitarla. Por tanto, estamos viviendo un proceso que, sin ser nuevo, se desarrolla ante nuestros ojos pero que no sabemos ni a dónde nos llevará ni como se desarrollará. Y, por lo tanto, tampoco tenemos la manera de denominarlo. Tenemos una dificultad manifiesta para nombrarlo, para designarlo, para captarlo conceptualmente. Exactamente igual que en los años 20, cuando surge el fascismo y se le llama bonapartismo, porque tampoco tenían la herramienta de la palabra exacta. Estamos en esa dicotomía ahora mismo.
«Tenemos que evitar a toda costa cualquier evolución que vaya en la línea de convertir los medios de comunicación en una herramienta de un poder autoritario»
-¿Y cual sería el papel ideal de los medios en este proceso innombrable, pero convulso?
-Es sencillo: los medios tienen siempre que promover tanto la libertad como la verdad. Esto es lo fundamental. Tenemos que evitar a toda costa cualquier evolución que vaya en la línea de convertir los medios en una herramienta de un poder autoritario. No es una casualidad que Putin, antes de invadir Ucrania. hubiese destruido los medios independientes y el poder judicial en Rusia y luego, ya, ataque Ucrania. Hay que perseverar en la verdad. El único activismo legítimo del periodista es la verdad.
-Pero nos vemos en el contexto de tener que luchar tanto contra las 'fake news' como, al mismo tiempo, contra el desafecto y la falta de confianza del público en los medios tradicionales. ¿Cómo lo hacemos?
-No tengo una receta, lo siento, y no sé si existe esa receta clara. Lo único que tengo claro es que no podemos abjurar de nuestra misión de defender los dos pilares fundamentales de toda democracia liberal: la verdad, tal como la concebimos, y la libertad. Contra viento y marea. Yo no sé cómo contrarrestar esa invasión de 'fake news' ni la desconfianza o desafecto del publico. No lo sé. Pero lo que sé es que no nos podemos apartar de esa misión. De ninguna de las maneras. No sé cómo luchar contra eso pero no hay que desfallecer. Hay que insistir. No hay que rendirse.
-Se nos percibe como parte de ese poder, demasiado próximos a la política. ¿Qué hacer ante eso?
-Los medios tiene que adoptar una distanciamiento crítico. Es un distanciamiento critico muy necesario de la política institucional. Pero, al mismo tiempo, sin abjurar de la responsabilidad por salvaguardar el sistema de las democracias liberales constitucionales. Ambas cosas al mismo tiempo. Renunciar a esa responsabilidad abre la puerta al populismo y a las 'fake news'. En los medios reina la sensación de que la democracia está en crisis, que se está tambaleando, y es importante recordar que la ya frágil democracia se ha tambaleado y ha sido derrotada a lo largo de la historia más de una vez. Por eso la lección de la responsabilidad es tan importante. Retomo la pregunta inicial… Solo es posible que sean acusados de fascistas los que defienden la democracia cuando uno pierde totalmente la responsabilidad por el lenguaje conceptual que se utiliza en la lucha política con el adversario. El lenguaje deja de ser descriptivo de una realidad y se convierte en una porra conceptual con la que atizar al adversario. Es el lenguaje de inventiva: deja de describir el mundo y lo altera, lo falsifica. Esto es una herramienta, una degeneración del lenguaje, propia de todos los regímenes y de las mentalidades totalitarias. Durante el nazismo se persuadía a los alemanes de que todos los responsables de todos los males eran los judios. Stalin persuadir a los suyos de que los trostkistas eran los responsables de todo mal. Es la demonización del contrario.
«Toda revolución requiere colores brillantes: rojo, negro, verde. La democracia no tiene colores vivos, prefiere el gris»
-¿Es posible que hayamos dado por sentadas las libertades y los derechos y no hayamos sido capaces de transmitir a las generaciones posteriores la necesitad de preservar y defender las libertades y derechos en lugar de darlos por sentados?
-Esto es un problema real. La juventud exige cambios rápidos y radicales. Por eso toda revolución requiere colores brillantes: rojo, negro, verde. La democracia no tiene colores vivos, prefiere el gris. Es para sabios y es para tontos. No arrastra a las masas, se llega a ella mediante la evolución y a través de muchos experimentos radicales, aceptando lo gris, lo mediano, lo que es para todos. Es culpa de nuestra generación pero también de todas las generaciones que no pudieron convencer al veinteañeros de que pensara como un cincuentañero. Es cuestión de perseverar, por el bien de todos.
-¿Es impopular el beneficio de la democracia?
-En el 89, con la transición polaca, surge una discrepancia,. Una corriente radical quería colgar de las farolas a los comunistas y otra, que representaba yo, estaba en la opción de de no recurrir a métodos expeditivos, sino recurrir al ejemplo español, al de la transición española, el diálogo. Cuando en España, a principios de siglo XXI, surge la tendencia de la recuperación de la verdad democrática, hay un momento en el que Felipe González habla de que Zapatero pretendía ganar la guerra civil cincuenta años después. Y yo estaba ahí de parte de Felipe González y frente a Zapatero. Se pretendía ganar una guerra civil cincuenta años después con base, únicamente, en el relato.
«Yo estoy de parte de Felipe González cuando dijo que José Luis Rodríguez Zapatero pretendía ganar la guerra civil cincuenta años después con base, únicamente, en el relato»
-La transición española, con sus carencias y sus defectos, fue ejemplar y ejemplo para otras naciones. ¿Cómo podemos estar ahora en una especie de proceso inverso, abjurando de ese ejemplo de generosidad que nos dieron nuestros mayores, de ese «no hacernos daño con el pasado»?
-No solo se hace usted esa pregunta. Yo también me la hago. Lo único que yo sé cierto es que estamos presenciando un movimiento del mundo de las ideas en el que los conceptos de izquierda y derecha van perdiendo sentido. No es Orban, no es Maduro, no es Trump. Por encima de las ideas que cuestionan la democracia liberal constitucional, que es lo que les une, a largo plazo, la democracia creo que es inmortal. Pero a corto y medio placo, creo que puede perder muchas batallas. Tenemos que preservar una cuidadosa alerta permanente ante ese peligro. Porque una de las derrotas previsibles puede ocurrir. En Polonia hemos vivido un camino hacia el autoritarismo que demostró a Europa que ese proceso puede darse, pero también que puede pararse. Pero eso solo es posible cuando surge un bloque tanto de izquierda como derecha democráticas unidas frente al autoritarismo. Es es fundamental.
-¿La diferencia ente izquierda y derecha no tiene sentido ya hoy en día?
-Ha llegado el momento de dejar de diferenciar entre izquierdas y derechas y empezar a diferenciar entre aquellos detienen libertades y derechos para todos y los que solo los defienden para quienes piensan como ellos.
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