Cuentos en horizontal
Marcos Giralt Torrente recoge cuatro relatos liberadores en «El final del amor»

El madrileño Marcos Giralt Torrente ha pasado por el relato, por el premio (obtuvo el Herralde por «París» ), por la novela autobiográfica ( «Tiempo de vida» , su último trabajo) y ahora vuelve a los inicios, al relato, con «El final del amor» , que ya le ha valido el Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero.
–La peripecia de los cuatro relatos de El final del amor no pasa por la muerte, es mucho más cotidiana. ¿Cómo lidiar con eso?
–En efecto, las historias se construyen sobre el amor. Pero un amor no convencional, no es el que estamos acostumbrados a que nos vendan: ese amor romántico que tenemos en mente como estereotipo. La voluntad de este libro es eludirlo en la medida de lo posible.
–Pero esa huida también le impide recurrir a géneros. ¿No es mucho más incómodo trabajar así?
–El mundo del género, bien utilizado, está muy bien. Se pueden usar tipos sin ningún problema, pero es que el género romántico es muy jodido: es muy difícil escribir algo romántico sin ser rosa. Aquí, he procurado que el amor fuera secundario y centrarme más en explorar la condición humana.
–¿De dónde bebe, entonces?
–De lo que siempre me ha tocado; de la indagación cercana de la realidad. Ahondo en las zonas de penumbra de las verdades por todos conocidas. Por ejemplo, me atrae la idea de las creencias sólidas, de estar convencido de que algo que te hace bien, en realidad te está haciendo mal. Se puede apreciar en Joanna, cuando la familia se convierte en tu peor enemigo.
–Si explora verdades conocidas, como dice, ¿en qué se diferencia el ejercicio literario del ejercicio periodístico en ese plano?
–Me refiero, con las verdades conocidas, a la suma de elementos ya sabidos, que es donde surgen los conflictos y los matices. Ahí los detecto y ahí, creo, crece una verdad compleja y más sofisticada.
–Claro, pero aunque desentrañe y desvele, no busca la «noticia», lo no sabido.
–La literatura se convierte en una investigación en ese caso. En la investigación de desentrañar los mecanismos ocultos de la realidad. La filosofía realiza ese ejercicio mediante el pensamiento abstracto; el periodismo, mediante los datos; y la literatura, mediante la intuición poética. El escritor parte de lo imposible.
–¿Por qué ha vuelto al relato después de la novela?
–El libro anterior, Tiempo de vida, era completamente autobiográfico y acabé perfectamente harto de mí mismo. De exhibirme. Así que me lancé a escribir estos relatos como un acto de liberación, aunque también haya mucho de mí en ellos: sin ir más lejos, la voz de Cautivos es la de un escritor, que podría ser yo. Luego me enteré de las bases del Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero y lo entregué sin pensarlo, el último día: los cuatro relatos se quedan a tan solo cinco folios del límite que imponen las bases. Me venía como anillo al dedo.
–Habla del hartazgo de hablar de sí mismo: ¿no le parece peligrosos caer en el bucle autobiográfico, es decir, vivir de contar su propia vid a ?
–Los libros son toda la ficción que pueden ser. Lo que se cuenta es un armazón al cual se incorpora la propia visión del mundo, pero todos esos materiales provienen de la realidad. Por lo tanto, siempre hay algo de autobiográfico en las historias, pero es que el mismo recuerdo es dudoso: la memoria engaña. El hartazgo me obligaba, entonces, a reflexionar sobre la autoficción, que es de lo más interesante.
–Muy en la línea de, por ejemplo, Patrick Modiano: breve, autobiográfico y bastante atmosférico, por lo que describe.
–Sí. Nunca me había sentido más libre a la hora de escribir. Estoy a medio camino entre el cuento en el que todo se ciñe a la historia y el relato, más extenso, en el que se pueden cargar más las descripciones y desarrollar más los personajes: Estos cuentos crecen en horizontal.
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