LIBROS DE VINO Y ROSAS
«Xingú»
Edith Warton. Traducción: Pepa Linares. Prólogo: Eva Puyó. Ilustraciones: Sara Morante. Contraseña Ed. 88 pág. 14 €
Edith Warton no fue una mujer normal. Pero, sobre todo, no fue una mujer corriente. Nació (1862) y creció en una de las familias más acaudaladas de Nueva York, recibió una educación privada esmeradísima, y aunque su padre no era exactamente un intelectual sí atesoraba los suficientes libros en su biblioteca para que la niña Edith se empapara de cultura. Se cuenta que antes de aprender a leer ya imaginaba e inventaba historias y que a los once años escribió su primer relato, ante el estupor y el desprecio de su madre.
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Se casó y fue un fracaso. Tuvo amantes (como el periodista William Morton Fullerton ) y amantas como la cantante de ópera Camilla Chabbert y la poetisa y guionista del joven Hollywood Mercedes Acosta , amante a su vez de Marlene Dietrich y Greta Garbo . Pero además de amantes tuvo amigos como Henry James , y trató con otros grandes escritores como Scott Fitzgerald («Para tu generación -le escribió- yo debo de representar el equivalente literario de los muebles de caoba o los candelabros de gas») Jean Cocteau y Ernest Hemingway y al parecer también tuvo bastante trato con el presidente Teodoro Roosevelt .
La edad de la inocencia
A pesar de crecer y educarse en una familia de la más alta burguesía neoyorquina, a la que retrató sin piedad pero con conocimiento, en obras como «La edad de la inocencia» (por la consiguió ser la primera mujer en obtener el Pulitzer ), fue una mujer independiente, atrevidísima, nada convencional, aunque en público le gustara comportarse como la gran dama que era, afirmación personal e irónica de alguien que siempre pensó que no pertenecía a ninguna parte.

Amaba Europa y su cultura, sobre todo Francia, y cruzó hasta sesenta y seis veces el Atlántico para rendirse ante los encantos de la Torre Eiffel. Pero también fue genial diseñadora que con su libro «La decoración de las casas» obtuvo un notable éxito y con el que abrió a las puertas a una nueva manera de concebir la decoración de interiores.
Mujer de acción
Pero igualmente era una mujer de acción, una pionera del automovilismo, una cronista de excepción a pie de trinchera en la Primera Guerra Mundial , una mujer solidaria que montó una red de ayuda a los refugiados y consiguió que los mayores intelectuales del momento colaboraran en «The Book of Homeless» («El libro de los sin techo»). Y mientras todo esto ocurría levantaba una obra literaria especialískima, absolutamente personal, totalmente intransferible: «Hay solo dos reglas esenciales: una, que el novelsita debe tratar únicamente de lo que está a su alcance, literal o figuradamente, y la otra, que la valía de un tema depende casi enteramente de lo que el autor ve él y de hasta qué profandidad puede penetrar en él, escribió.
Pero bajo la apariencia de su estilo sencillo, suave, irónico, elegante y conciso, Edith Warton tiraba con bala sobre su propia clase y sobre la literatura y la cultura con mayúscula. Como hizo en «Xingú» una novela corta deliciosa, una lámpara que una vez frotada es maravillosa.
Recuperada ahora en bellísima edición ilustrada por Sara Morante con fantástica traducción de Pepa Linares por Contraseña Editorial en estas páginas Warton convoca a un grupo de señoras de bien, poco ocupadas y que entretienen sus días en el llamado Club del Almuerzo, donde se dedican a hablar de literatura «profunda y culta», menoscabando todo lo que huela a entretenimiento y diversión. La visita de una afamada, altanera y vanidosa escritora (Warton la da algo más que su merecido) pondrá a casi todas en evidencia.
Pero la verdadera evidencia es que «Xingú» es un juguete literario de altísima calidad, una golosina que deja en el paladar el delicioso regusto de la gran Literatura.
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