Terminan los años de silencio de Luis Martín-Santos
Una nueva edición de 'Tiempo de destrucción', su novela póstuma, aviva la llama que dejó el escritor, fallecido en 1964
![Luis Martín-Santos](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2022/02/16/luis-martin-santos-kbII--1248x698@abc.jpg)
Habla Juan Benet en su ' Otoño en Madrid hacia 1950 ' de un joven carismático, atildado, de pronunciadas ojeras, que había llegado a Madrid a finales de 1946 tras cursar el Bachillerato en los marianistas de Aldapeta, en San Sebastián, plagado de ... matrículas y honores; y su paso, también centelleante, por la Facultad de Medicina de Salamanca, de donde salió con el premio Extraordinario Fin de Carrera y siendo –lo contaba con indisimulado orgullo– el médico más joven de España.
Vivía entonces en la pensión de unos amigos de la familia en la calle Barquillo esquina a Prim, en una habitación del cuarto piso, al fondo, con balcón a la calle, un armario de luna, una mesa donde tenía la máquina de escribir y una cama cubierta por una colcha roja, de raso, que años después aparecería en 'Tiempo de silencio'.
En 1948, cuando lo conoció Benet, Luis Martín-Santos (Larache, 1924 – Vitoria, 1964) tenía 24 años y se percibía ya en él una inteligencia excepcional y un porvenir brillante como cirujano, una especialidad que preparaba en el Hospital General de San Carlos, y que pronto abandonaría por la Psiquiatría.
Habla Benet en su texto de aquel joven inusitada e insoportablemente culto, de maneras enfáticas rayanas casi en la pedantería, con quien empezó a acudir a la tertulia del Café Gambrinus –'la universidad libre Gambrinus', la llamaban–, en la calle Alcalá. Seguidor apasionado de Sartre –su hijo pequeño se llamaría Juan Pablo en su honor–, allí leyó 'La náusea' y 'El ser y la nada' junto al resto de los contertulios: Alfonso Sastre, a veces Agustín García Calvo, o un delgadísimo entonces estudiante de Filosofía, Emilio Lledó : «El Gambrinus –recuerda Lledó– era para nosotros una pequeña universidad que nos compensaba de la Universidad oficial, en aquellos tiempos un poco anquilosada. Allí conocí a Martín-Santos, un joven ya entonces de una cultura y unos intereses filosóficos e históricos extraordinarios. Lo recuerdo muy amable, muy positivo y muy seguro de sí mismo, muy tajante a veces en sus opiniones, en las que aportaba informaciones biológicas o materiales sobre el cuerpo, la vida, la realidad, que siempre nos venían bien a nosotros, los filósofos especulativos».
Y habla Benet, también, de las noches de farra; gran bailarín, Martín-Santos, 'un bailón', como se decía entonces, frecuentaba las pistas del Pasapoga, del J'hay, del Casablanca, las noches de los sábados, después de cenar en el Café Gijón, donde se reunía con otro grupo de amigos: Ferlosio y Aldecoa, Josefina Rodríguez, Martín Gaite , que le abrieron a las lecturas de Joyce, Faulkner o Proust.
Un trágico accidente
Había algo eléctrico en él, un resplandor fulgurante en todo lo que emprendía, que hizo de su vida casi una novela. Hijo de un general médico del bando de los vencedores, fue un psiquiatra eminente, autor de obras científicas de referencia; un opositor al franquismo, miembro de la ejecutiva del PSOE en la clandestinidad y, a partir de 1963, tras la aparición de la celebrada 'Tiempo de silencio', uno de los autores más exitosos e influyentes su generación. «'Tiempo de silencio' fue como un relámpago», afirma José Lázaro, autor de la biografía 'Vidas y muertes de Luis Martín-Santos'. «Una novela que sorprende, sobresalta y desaparece tras haber iluminado y transformado la literatura española. Pero su autor también irrumpió así en la psiquiatría, en la política, en la vida; asombró con esa inesperada y atronadora aparición, realizó una carrera fulminante y desapareció, tan bruscamente como había aparecido. En el caso de la literatura, con sus técnicas tomadas del Ulises —y profundamente asimiladas—, renovó nuestra literatura como Joyce había renovado la inglesa, aunque cuatro décadas después».
Casado en 1953 con Rocío Laffon , padre de tres hijos, Rocío, Luis y Juan Pablo, la tarde del 20 de enero de 1964 sufrió un accidente cerca de Vitoria cuando volvía conduciendo desde Madrid. La noche anterior había cenado con unos amigos en casa de Terele Pávez y viajaba, al parecer, cansado y falto de sueño. Alrededor de las ocho de la tarde, mientras circulaba por la Nacional 1, chocó con un camión. Con él iban su padre, Leandro Martín-Santos, y su amigo Francisco Ciriquiáin, que quedaron atrapados en el coche con heridas de consideración. Él salió despedido por el parabrisas y, aunque su estado en un primer momento no parecía revestir gravedad, murió al día siguiente tras sufrir una hemorragia interna que los médicos no consiguieron contener. Tenía 39 años.
Once meses antes, su mujer había muerto también en circunstancias trágicas: un escape de gas en la cocina del chalé familiar de Eguía que no pudo detectar porque sufría de anosmia, falta de olfato. «La muerte de mi padre fue una conmoción tremenda», recuerda Luis Martín-Santos Laffon . «Recuerdo muy pocas cosas porque falleció cuando yo tenía cinco años y medio: recuerdo salir al campo con él y mis hermanos después de que falleciera mi madre; le recuerdo alguna vez en la playa, en Ondarreta: venía al terminar la consulta a las dos y media, se metía en la carpa a cambiarse, y se echaba al mar. Y le recuerdo escribiendo a máquina su novela 'Tiempo de destrucción' mientras mis hermanos y yo jugábamos sobre la moqueta del despacho».
El historial de un libro
Después del accidente y para evitar a los niños situaciones traumáticas en esos primeros días tras la tragedia, los trasladaron a la casa de Josefa Rezola , con quien su padre acababa de prometerse. Fue ella también quien, a petición de Carlos Barral, recogió de su despacho papeles y notas para que no se extraviaran, y el original de la novela 'Tiempo de destrucción', en la que Martín-Santos estaba trabajando. Y fue ella quien, tras consultar con algunos amigos del escritor –Mario Camus, entre otros, Juan Benet–, organizó el manuscrito que, en junio de ese año, envió a Barral.
La historia de ' Tiempo de destrucción ', a partir de ese momento, daría para otra novela. Entre 1964 y 1975, año en el que finalmente se publica, Barral consulta con diversas personas próximas a la editorial sobre la conveniencia o no de editarla, entre ellos, Josep María Castellet, Gabriel Ferrater y Salvador Clotas, mientras busca a un editor que pudiera acometer la tarea: el manuscrito pasa por varias manos hasta que Barral pierde la editorial y el libro queda en suspenso. Finalmente, en 1973, Pere Gimferrer encarga el proyecto a José-Carlos Mainer. «Para mí, que iniciaba mi carrera, fue un regalo», recuerda. «Y ordenar aquellos folios, llenos de añadidos, enmiendas y tachaduras, era un trabajo ímprobo aunque gustoso. Quizá fue un error optar por una edición filológica que no gustaba a muchos, pero que reflejaba el estado de hervor creativo de su autor. Y eliminé el prólogo (que ya había publicado Salvador Clotas en 1970) convencido de que una novela que empieza por invocar la "sombría carcajada del destino" no necesitaba explicaciones previas».
'Tiempo de destrucción', publicada en 1975, no tuvo la repercusión de 'Tiempo de silencio', que con el paso de los años se convirtió en un clásico; traducida a más de veinte idiomas, fue lectura obligatoria durante años en los institutos, con lo que se sucedieron infinidad de ediciones. «Mis hermanos y yo, desde que tuvimos uso de razón, vivimos los avatares de esta segunda novela, y siempre hemos tenido mucho interés en preparar una nueva edición», es de nuevo Martín-Santos Laffon. «De modo que decidimos hacer esta revisión de su obra, cotejando originales y recogiendo las versiones más terminadas de cada uno de los capítulos, de tal manera que se han eliminado variantes y anotaciones y se ha recuperado el prólogo de mi padre, con lo que el lector se adentra en la novela informado por el autor de qué es lo que va a leer».
'Tiempo de destrucción', la novela póstuma de Luis Martín-Santos, vuelve a las mesas de novedades de las librerías. Publicada por Galaxia Gutenberg, con edición de Mauricio Jalón y cubierta de Alberto Corazón, quien también ilustró la primera edición de 1975.
Terminan los años de silencio.
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