libros de vino y rosas
«La Raspa Mágica»
Charles Dickens. Ilustrac.: F. D. Bedford. Trad.: Susana Carral. Prólogo: L. A. de Cuenca. Reino de Cordelia. 48 pág. 14,95 €
Charles Dickens fue además de uno de los más grande genios que ha dado la literatura universal, un hombre de ingenio avasallador y precursor también en cómo entender, comercial y popularmente, la literatura.
Tenía un don que solo conocen los elegidos para llegar certera y deliciosamente al alma popular, estaba tocado con una varita mágica que convirtió sus palabras en grandes esperanzas para la gente de su tiempo, a la que retrató con humanidad, humor y compasión, pero sin olvidarse jamás de poner los puntos justicieros sobre las íes de los corruputos , los opresores, los avaros, los malvados, los que viven a costa del sufrimiento de los demás.
Pero además de todo eso, además de una literatura que doscientos años después de su nacimiento y casi siglo y medio después de su muerte sigue retratando modélica y certeramente la sociedad occidental, Dickens supo cómo hacer perras con sus palabras.
Dickens fue el «Boss» del XIX
Fue uno de los primeros escritores «profesionales» en el sentido que hoy le damos al término. Escribía por entregas (vamos, que era un bloguero antes de Internet), producía como una máquina y, como cuentan las crónicas, sus lecturas públicas estaban concebidas a la manera de lo que hoy sería un concierto de una estrella del rock and roll . Cómo sería que sus allegados le llamaban «The Boss», «El Jefe» .
Incluso, tenía un equipo específicamente preparado para acompañarle en ellas (lo que hoy sería un tour manager ) y cuidar de todos los detalles para que sus recitales fuesen perfectos. De hecho, gente de su confianza estudiaba la acústica y la iluminación de los teatros donde actuaba, la disposición del público, el ritmo de venta de entradas... Dickens estaba en todo , y su talento se ponía a diario al servicio de numerosas causas literarias.
Geniales ilustraciones
En 1868, su genio se desparramó en un nuevo proyecto denominado Novela para las Vacaciones , que plasmó en las páginas de la revista bostoniana Our Young Folks , algo así como Nuestros Amiguitos. La segunda de estas piezas es la que nos ocupa. Se llama «La raspa mágica» y es un delicioso cuentecito subtitulado «Relato salido de la pluma de la señorita Alice Rainbird de siete años» . Fue Luis Alberto de Cuenca quien, en uno de esos viajes de aprovisionamiento e intendencia literaria que hacía a Londres en los 70 (1975, concretamente), dio con esta joya que ahora edita Reino de Cordelia con las maravillosas ilustraciones originales de F. D. Bedford y una no menos deliciosa traducción de Susana Carral.
El talento de genios como Dickens es así. Se plasma en cada frase, igual da que sea en una de sus torrenciales e insustituibles novelas, como en un cuento destinado a los chavales, incluso a los chavales de cincuenta años. Dickens cobró mil libras de la época por «La raspa mágica». Leerlo ahora es un gustazo impagable.
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