El periodista de ABC que contó la tragedia de la Guerra Civil a escondidas
Diego San José escribió esta novela proscrita en un pueblo de Galicia, después de que Millán-Astray le salvara la vida
![Diego San José, durante la Segunda República](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2021/05/11/Diego-San-Jose-kc8G--1248x698@abc.jpeg)
Pocas semanas antes de fallecer este mismo sábado a los 94 años, María del Carmen San José hablaba con ABC para recordar aquella «pesadilla» de mañana del 10 de abril de 1939. Habían pasado solo nueve días desde el final de la Guerra Civil , ... cuando la Policía Militar se presentó en su casa de la calle Conde de Peñalver, en Madrid. « ¡Fue horrible! Mi hermano y yo abrimos la puerta y nos preguntaron por mi padre, que se encontraba en la cama por una hernia que le iban a operar. Al salir mi madre, le informaron de que debían trasladarlo a la comisaría más cercana. No dieron más explicaciones», contaba.
Primero registraron a fondo el domicilio, mientras le preguntaban a Diego San José dónde tenía escondida la pistola, aunque jamás hubiera empuñado una. El único delito que había cometido el periodista, según sus propias palabras, fue «volar con una pluma» . En ese momento, María del Carmen se acercó a él y le metió un trozo de pan con chocolate en el bolsillo, por si la cosa se alargaba y no le daban de cenar.
Se iniciaba en ese momento un oscuro laberinto de comisarías, interrogatorios, prisiones y juicios para el célebre dramaturgo, poeta y colaborador de ABC , que se prolongaron durante años y que le llevaron a escribir, a escondidas, una de las novelas más conmovedoras y críticas, con ambos bandos, de lo acontecido en la capital de España durante el conflicto. Una obra «más trágica que cómica» , la calificó el autor en el texto original, que permaneció oculto e inédito en la vivienda familiar hasta marzo del año pasado. Un relato escrito en viejas cuartillas a mano y a máquina por un exconvicto del franquismo en plena dictadura, en el que los personajes históricos y ficticios están sacados de las vivencias del periodista antes de su detención. «Escenas con un realismo difícil de digerir cuando escenifican el espanto», apunta el editor del libro, Aníbal Salazar, en el prólogo.
El Madrid «fantasmagórico»
En ‘Por Dios y por España’ (Renacimiento), San José retrata a la perfección el Madrid «fantasmagórico» que María del Carmen también sufrió junto a su padre y que todavía es capaz de evocar al detalle: «Me acuerdo perfectamente cuando en el colegio nos decían que nos metiéramos un lápiz en la boca si nos pillaba un bombardeo fuera de casa, para evitar que los pulmones nos reventaran. Y las colas interminables en las tiendas de comestibles de mi barrio ».
Una capital convulsa donde casi todo el mundo era mirado con recelo y en la que se delataban vecinos y familiares. «Todo miserable que tenía un odio personal que vengar, una deuda pendiente o deseaba deshacerse de un rival, le acusaba de fascista y se lo quitaba de en medio sin remordimientos», apunta San José en su novela. Lo sabía muy bien, porque él mismo acabó siendo condenado a muerte en un consejo de guerra, celebrado el 5 de marzo de 1940, pocos meses después de que ya hubiera sido sentenciado a 12 años de reclusión por «excitación a la rebelión». Nadie supo explicarle por qué, de la noche a la mañana, cambió aquella sentencia por la de pena capital ni qué vengador anónimo intercedió en la instrucción, donde salieron a relucir sus artículos para periódicos republicanos como ‘ El Liberal ’ o ‘ El Heraldo de Madrid ’.
«Mi padre era republicano y, como tal, se alegró cuando se estableció la República, pero no era comunista ni socialista y jamás estuvo metido en política ni afiliado a algún partido», aclara María del Carmen. El tribunal tampoco tuvo en cuenta los testimonios de figuras como el poeta Manuel Machado . Ni que en el pasado hubiera intercedido a favor de Pedro Muñoz Sec a para que el famoso dramaturgo no fuera asesinado en Paracuellos. Tampoco que hubiera escondido a famosos falangistas en su propia casa de Conde de Peñalver, para salvarlos de las garras de los comunistas y cenetistas. «Mi madre y yo, incluso, fuimos a casa de Joaquín Álvarez Quintero para pedirle ayuda. Este pospuso un viaje que tenía para ayudarnos, pero no hubo suerte», añade.
«Un pedazo de pan con ojos saltones»
En palabras del escritor Valentín de Pedro, «Dieguito era un pedazo de pan con ojos saltones que no había empuñado otras armas que su intelecto y su máquina de escribir». Sus únicas batallas las libró en el Ateneo de Madrid con Valle-Inclán , Pío Baroja y Ramón Perez de Ayala , así como en las tertulias literarias. En una de ellas conoció a Millán-Astray , que acabó encargándole sus memorias y salvándole la vida cuando fue condenado a muerte. Su hija recuerda aquella mañana de julio de 1940 cuando pasó a recogerles el chófer del fundador de la Legión y les llevó a su palacete de la calle Velázquez. «Hija, aunque todavía no es oficial, te he llamado para darte una gran noticia: Diego está indultado», le soltó de repente.
A pesar de ello , San José tuvo que soportar el destierro en el pequeño pueblo de Redondela , en Galicia, hasta el día de su muerte en 1962, después de ser liberado de la cercana cárcel de San Simón tras cinco años recluido. Se reunió con su familia despojado de su vida anterior y se pasaba las horas redactando notas sin lectores a los que dirigirse. Los dueños de los diarios rechazaban sus textos y tuvo que pasar una década para que se atreviera a escribir, a escondidas de su propia familia, la mencionada novela. Tenía miedo de infringir su libertad condicional y la terminó en solo tres meses, de octubre de 1954 a enero de 1955. Por su propia seguridad y la de su familia, ocultaba todas las cuartillas que terminaba. Su hija no recuerda una sola vez en que les leyera una sola línea, como hacía con las piezas teatrales y los poemas. De haber caído en manos de la Policía, habrían reabierto su caso y le habrían impuesto la pena capital de la que se libró en 1940.
En ellas, Franco aparecía citado como «el trágico pelele» y Queipo de Llano, como un «esquizofrénico saltimbanqui » que daba «rebuznos» en sus largas alocuciones radiofónicas. Sin embargo, la novela repartía por igual contra los siniestros personajes de los dos bandos, a los cuales conoció de primera mano. «San José se limita a ensartar escenas que resultan harto ilustrativas para entender que en la Guerra Civil nada fue negro o blanco, rojo o azul, sino de un gris impreciso. Anarquistas de la CNT que ayudaron a gentes de la Falange a escapar de las ‘sacas’, alcaldes que pusieron en riesgo su vida por defender a los lugareños del color contrario , jueces militares que se resistieron a condenar a muerte a republicanos sin delitos de sangre, funcionarios de prisiones del Gobierno de Azaña que no se dejaron arrastrar por la jauría sedienta de sangre derechista y vecinos de ideologías enfrentadas que nunca dejaron de saludarse amablemente en las escaleras», escribe Salazar.
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