Octavio Paz en 1987: «¿Conmemoramos una victoria o una derrota?»
La conmemoración del Congreso de 1937 trajo al Nobel de vuelta a Valencia, donde pronunció un discurso lleno de lecciones aún actuales

Paz volvió a Valencia en 1987, cincuenta años después , para presidir otro Congreso conmemorativo. Ya no era un joven cargado de soflamas solidarias en un mundo amenazado por el fascismo y la guerra, sino un escritor septuagenario que había visto pisoteados los sueños revolucionarios, convertidos en mordaza; muertos a muchos compañeros de aquellos tiempos, y que estaba a punto de ver desmoronarse como un castillo de arena el poder soviético , hijo del de Stalin. Regresó a Valencia con una pregunta en los labios: «¿Conmemoramos una victoria o una derrota? En otros términos: ¿quién ganó realmente la guerra?» En su opinión ni Franco era realmente ganador (la democracia había sucedido a su dictadura y la España de 1987 no se reconocía en sus dictados) ni el Frente Popular, carente ya entonces de vigencia histórica. Para él la victoria era de la democracia y la Monarquía Constitucional , dos instituciones por las que no habría dado un centavo en 1937.
Hoy, cuando se revisa la Transición a la baja de nuevo desde la izquierda, merecen oírse estas palabras del discurso de Paz: «La Historia es un teatro fantástico: las derrotas se vuelven victorias, las victorias derrotas, los fantasmas ganan batallas, los decretos del filósofo coronado son más despóticos y crueles que los caprichos del príncipe disoluto». ABC lo publicó íntegro el 16 de junio de 1987 y puede leerse en Hemeroteca.abc.es .
«Allí donde han conquistado el poder, los revolucionarios han amordazado a los pueblos» , reflexionaba con palabras aún hoy de plena actualidad. André Guide había sido víctima del totalitarismo de entonces . Y Paz clava el dardo de su inteligencia en el proceso que lleva a todos los libertadores de soluciones simples a tropezar en la misma piedra desde hace siglos: «Olvidamos que la revolución había nacido del pensamiento crítico; no vimos que ese pensamiento se había declarado dogma y que amordazaba a los opositores». Por ello dice que «La libertad de expresión está en peligro siempre» y recuerda la visita al frente de la Ciudad Universitaria en 1937, cuando oyó hablar al enemigo detrás de una pared. «Había descubierto de pronto -y para siempre- que los enemigos también tienen voz humana». Tal vez sea este pensamiento el que alienta en los documentos archivados de aquella guerra.
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