María Dueñas: «Hay quien se niega a leerte porque vendes»
Doce años después de triunfar con ‘El tiempo entre costuras’, recupera a su protagonista, Sira, en una secuela que lleva su nombre

Cuando publicó ‘El tiempo entre costuras’ , hace doce años, María Dueñas (Puertollano, Ciudad Real, 1964) estaba convencida de que no retomaría aquella historia con la que debutó en la ficción y tocó el cielo de los más vendidos. Se embarcó en una segunda ... novela, luego vinieron la tercera y la cuarta y, en un momento de ese transitar, al regresar de uno de su frecuentes viajes a Tánger, sintió la necesidad de recuperar a esos personajes. Dejó a un lado el libro que tenía entre manos y se puso a escribir. El resultado es ‘Sira’ (Planeta), novela con la que ha vuelto a conquistar a los lectores.
—Sira inicia una travesía que le lleva por Jerusalén, Londres y la España de finales de la década de los 40. ¿Qué le interesaba destacar de esa época?
—Quería que fuese una continuación natural de ‘El tiempo entre costuras’. Es una época en la que termina la Guerra Mundial, pero no llega la paz a todo el mundo. Europa queda arrasada... No es todo armonía.
—Narra la visita a España de Evita. ¿Por qué se detuvo en esa figura?
—Es casi lo más luminoso que hay en la España del 47, lo más notorio, con una proyección internacional. Al terminar la Primera Guerra Mundial, había esperanzas de que los aliados ayudaran a España a salir de su situación, y deciden que no, que se arreglen los españoles con Franco como puedan. Está nuestra pobre España en una situación espantosa y lo más apasionante que le pasa es que llega Eva Perón, que es una distracción para todos. Franco hace una gran operación de propaganda, interior y exterior. Por un lado, quiere que el pueblo esté entretenido, esperanzado de que Evita le va a ayudar, y, por otra, quiere que la prensa internacional vea eso, cómo el pueblo le aclama, intenta que la figura del dictador se suavice.
—Con el viaje de Sira a Londres recupera la figura del exiliado español, aunque en este caso no sólo político, sino intelectual. ¿Cuánto perdió España con eso?
—Muchísimo, te das cuenta cuando ves quién era quién, mentes brillantes que se ven desposeídas de todo. En Londres, la mayoría son exiliados de gran altura profesional e intelectual, hay académicos, juristas de peso, catedráticos de universidad, poetas, pintores, diplomáticos… Esta gente que en España había tenido un papel importante, que de pronto se viesen pasando estas penurias... me parecía muy triste, y quería recuperarlo. Les debemos mucho. España hubiese avanzado de una manera muy distinta si toda esa gente no se hubiese ido.
—La novela se colocó en la lista de libros más venedidos nada más salir, y ahí sigue. ¿Le preocupa cargar con el sambenito de ‘best seller’?
—No me molesta. Hay quien tiene, y lo dice y lo publica, la versión de que vendes mucho, luego no escribes calidad, automáticamente, están ahí, con nombres y apellidos. Pero también es verdad que es mínimo comparado con toda la excelente aceptación que tienen mis novelas entre lectores, libreros, la prensa, la crítica... Entonces, sinceramente, no me preocupa.
—Yo siempre he dicho que todo escritor desea vender, porque es la mejor forma de llegar al mayor número de lectores.
—Sí, absolutamente. Y lo que más me molesta, dentro de que tampoco me quita el sueño, es cuando eso lo hacen sin haber leído. Porque yo entiendo que, si lees, te puede gustar y te puede no gustar. Pero es que la etiqueta te la cuelgan antes de leer y negándose a leerte porque vendes, que es lo peor, por retorcido. Dicho lo cual, la balanza no se me desequilibra por eso.
—Este año se pudo celebrar Sant Jordi, que supuso un feliz reencuentro de los escritores con sus lectores. Primero, me gustaría preguntarle cómo se sintió aquel día y, luego,... Yo no podía dejar de pensar qué bien hubiera estado que algún político recomendara un libro en sus redes sociales, en lugar de seguir tirándose los trastos a la cabeza…
—Ah, bueno, delo por perdido. Sí, es muy triste. Son dos cuestiones importantes. Respondo a la primera, antes de que se me vaya la lengua con la segunda. Yo me sentí muy bien en Sant Jordi, porque es verdad que íbamos un poco con incertidumbre. Estamos todos muy preocupados, a veces las reacciones se escapan de las manos, y no, estuvo todo fantástico, la organización fue excelente, los libreros se volcaron, los lectores… Todo el mundo se acercó con un cuidado y con una cautela admirables. Yo quedé encantada, fue todo muy cordial, muy esperanzador, muy ilusionante, fue un día magnífico. Yo creo que lo voy a recordar como el mejor Sant Jordi.
—Y, ahora, la segunda cuestión…
—Bueno, pues, a ver, tenemos la clase política que tenemos, es que esto es lo que hay, y ya está. Se vive con una desazón tremenda, que estén en las tonterías en las que están y no en cosas serias a largo plazo. Porque, sí, pueden estar en cosas serias inmediatas, en las vacunas, que es una cosa muy seria e inmediata, pero es que la cultura se la toma todo el mundo por el pito del sereno.
—Y eso que durante el confinamiento fue el mejor refugio.
—La cultura ha sido una gran compañera de viaje en esta pandemia. Fíjese cómo salimos todos a las librerías en cuanto pudimos, el sector editorial es de los que menos ha sufrido...
—Pero otros, como el cine o la música en directo, están en una situación muy preocupante. ¿Cómo valora la gestión política a ese respecto?
—No lo sé, no sé qué decirle… Seguramente, se habrían podido hacer las cosas mejor. Por lo que oigo, ha faltado ayuda pública, las ayudas van lentas, hay mucha incertidumbre…
—De todos modos, qué difícil ha sido gestionarlo todo, yo no me pondría en la piel de ningún político…
—Absolutamente, yo cada vez que veía a Fernando Simón o a alguno de ellos decía: pobres. Es fácil criticar, porque se han hecho muchas cosas mal, o no se han hecho todo lo bien que podría haber sido, pero verdaderamente no sé yo quién habría sido capaz de llevarlo bien. Era complicadísimo, ha sido espantoso, para quien le haya tocado ejercer algún tipo de responsabilidad pública en esta crisis ha debido de ser un infierno.
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