Luis Mateo Díez: «Me siento heredero de todos los grandes que han escrito en nuestra lengua»
El premio Nacional de las Letras Españolas reconoce la «singularidad» de su obra, la «extraordinaria riqueza de su lenguaje poético» y su «preocupación constante por la dimensión moral del ser humano»
Luis Mateo Díez gana el premio Nacional de las Letras
![El escritor Luis Mateo Díez, fotografiado en su casa de Madrid poco después de haber sido galardonado con el premio Nacional de las Letras Españolas](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2020/11/13/luis-mateo-kyYG--1248x698@abc.jpg)
Este está siendo un año muy malo para todos, obligados a conjugar la vida en condicional. Pero 2020 se ha ensañado, especialmente, con Luis Mateo Díez (Villablino, León 1942). El escritor, acostumbrado a lidiar con las contrariedades propias de la existencia, ha tenido que ... afrontar, en muy poco tiempo, graves desgracias. Por eso, la llamada de ayer del ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, para comunicarle que había sido reconocido con el premio Nacional de las Letras le arrancó una sonrisa especial, liberadora casi, de esas que terminan en lágrimas, sí, pero de felicidad. El jurado del galardón, el último de los nacionales antes de que el lunes se falle el Cervantes, destacó que «su singularidad como escritor en diversos géneros, y especialmente como narrador, es heredera de una cultura oral en la que nace y de la que registra su progresiva desaparición», y valoró, también, «una técnica y un lenguaje poético de extraordinaria riqueza y una preocupación constante por la dimensión moral del ser humano».
¿Se ha refugiado en la escritura para sobrellevar todas las muhas desgracias de este año?
Sí. La escritura es mi refugio desde hace mucho tiempo. Empecé a escribir muy joven, fui casi un niño escritor, lo cual hasta da un poco de grima reconocerlo, ¿no?
¿Por qué?
Porque yo no era un niño pedante, era un niño un poco malo, un poco raro, pero era un niño que leía y escribía cosas. Aquello era un entretenimiento sin conciencia. Pero desde temprano para mí la escritura ha sido como un territorio personal muy comprometido con la vida, hasta el punto de que, poco a poco, casi la vida se me ha ido por la escritura o lo que yo puedo tocar más intensamente de vivir, de existir está cuando escribo, y también cuando leo, claro. Un poco la experiencia de lo imaginario. La verdad es que me ha aliviado las desgracias y me ha servido para fortalecer la vitalidad.
Ahora que habla de vitalidad, su última novela, que llegó a las librerías a mediados de octubre, se titula «Los ancianos siderales».
Curiosamente, después de una novela que se titulaba «Juventud de cristal», que fue la anterior, venía esta. He escrito una novela sobre la edad extrema, peculiar, porque tiene un aire alegórico y tiene especiales débitos, con opciones mías de tipo expresionista. Es una novela sobre la quimera de la edad, un poco la destrucción del tiempo, que se mide en la edad, y unos seres confinados, que están metidos en un establecimiento donde perpetran una suerte de navegación sideral para liberarse de los padecimientos de su existencia. Es como un juguete de humor del absurdo muy en la línea de muchas de mis fábulas, que tienen muchos elementos estrambóticos.
Desde luego, nunca ha renunciado al humor en su obra, nunca lo ha abandonado.
Sí, sí, sí. He tenido la suerte de poder lidiar con mis contrariedades, que han sido muchas, para qué lo voy a negar, no voy a predicar yo ahora cosas raras, por tener una cierta conciencia humorística de las cosas, que siempre me ha servido para rebajar lo que puede ser la petulancia de vivir y esa especie de sentido muy fortalecido de lo que es uno. El humor es un rebajador crucial para ver partes precarias de la condición humana, que son con frecuencia más risibles que otra cosa, y es siempre un elemento de lucidez. Yo he admirado mucho la tradición de los escritores que tienen un punto de vista humorístico, desde nuestro Cervantes hasta Tristram Shandy, esa veta a mí siempre me ha interesado mucho.
En una de sus últimas críticas en ABC Cultural, Pozuelo Yvancos le comparaba con Quevedo, Gracián, Góngora e incluso Galdós. ¿Qué le parece?
Son unos elogios totalmente inmerecidos, pero la caracterización me gusta, qué más quisiera yo. Como escritor me he sentido siempre heredero, yo asumo la herencia de todos los grandes escritores que han llegado a mí y que he leído, siempre con respeto, siempre sabiendo que uno está lleno de débitos, más que de ganancias.
Además de una creatividad desbordante, en su obra, en su escritura, hay un compromiso claro con el lenguaje.
Por eso decía que yo me siento heredero. Hay poca cosa que yo pueda aportar que no esté hecha desde la herencia recibida. En la herencia recibida están fundamentalmente nuestros clásicos, todos los grandes que han escrito en nuestra lengua. Y, claro, uno de los elementos fundamentales en la creación de las ficciones literarias es la palabra. Yo en eso he hecho siempre un gran esfuerzo por ser dueño de muchas palabras y por ordenarlas de la manera que resulten lo más expresivas y hermosas. Soy alguien que vive entre las palabras profundamente.
Por cierto, ¿cómo se lleva con la edad?
Me llevo con resignación, no cristiana, porque desgraciadamente no soy creyente, lo cual es una desgracia terrible, pero la llevo con resignación. De todas formas, me reafirmo ahora en la constancia de algunos valores cruciales, como que la felicidad es la tranquilidad, porque perseguir otro tipo de ideas de felicidad puede ser no recomendable. Y para aceptar este trance de la edad y las precariedades materiales que trae, que son muchas, administro discreción y sentido común.
Fíjese, dos de las cualidades que menos abundan estos días...
(Ríe) Los tiempos están muy echados a perder. Como decía un amigo mío, está todo tan mal que no se puede salir a la calle.
Ahora nunca mejor dicho.
Claro. Son unos tiempos cruciales y verdaderamente bastante espantosos. Además, todos tenemos la sensación, universalmente, eh, no me refiero a nada en concreto, de que, de pronto, los gobiernos están en las peores manos posibles. Entonces, todo es muy inquietante, es un espejo claro de nuestra extrema fragilidad, no somos lo que creíamos que éramos y que el peligro ahora está en salir a la calle, lo cual es ya el colmo de la miseria.
Nunca hemos querido enfrentarnos a nuestra condición de mortales.
Desde hace mucho tiempo hemos vivido de espaldas a la muerte, a la finitud, a esa conciencia crucial de que cumplimos años, la edad avanza y nos acabamos. Esa huida en búsqueda de otro tipo de incitaciones y de recursos que atemperan esa conciencia resulta bastante penosa. Y, al final pasan estas cosas, y uno tiene que enfrentar los elementos radicales de la existencia.
¿Sigue escribiendo a diario?
Sí, sí, sí. Yo tengo la vida atada a la escritura totalmente. Mi experiencia de la vida ha ido derivando a la experiencia de lo imaginario, en ese territorio de lo imaginario es donde encuentro mi mayor libertad y la posibilidad de un conocimiento más profundo de mí mismo y de lo que hay alrededor. Soy siempre alguien que al escribir novelas establece la vía del compromiso con lo ajeno, del descubrimiento de lo ajeno. Decía Nemirovsky que toda gran novela es un callejón lleno de gente desconocida. No hay nada más fascinante, a través de la experiencia literaria de lo imaginario, que entrar en callejones donde conoces a esa gente que puede darte enormes revelaciones de formas de vivir y ayudarte a vivir tú mismo, ese patrimonio de lo imaginario es un patrimonio trascendental del conocimiento humano y de lo que somos.
Ha mencionado la palabra libertad, tan manoseada ahora...
Es verdad, es una palabra tan manoseada, tiene tanto desgaste que casi no tiene significado. Ha tenido unos avatares tan terribles… Pasa un poco como con la actualidad, que es tan invasiva que ya no sabes ni las sintonías del mundo en el que vives. A veces hay que huir de la actualidad; también a veces hay que medir bien la realidad, porque también es muy invasiva y muy abrasiva, el compromiso con lo real puede estar lleno de trampas en las que te metes sin darte cuenta.
¿Y cómo escapa de esas trampas?
El elemento crucial para mi experiencia de huida o de salvaguarda está sin duda alguna en la escritura. La escritura me permite navegar en otra dimensión, tener las posibilidades de vivir y crear una realidad paralela en la que hay mucha intensidad de emociones, de sentido de las cosas y por ahí a veces llego a algún punto de lucidez más o menos precario y eso me sirve un poco de defensa de lo que pasa y de lo que sucede. Aunque no tengo ninguna capacidad para ser un buen predicador. Lo que no soy es un intelectual capaz de analizar las cosas con lucidez y ofrecerles los resultados a quienes están contigo. Todas mis posibilidades de revelación de lo que son el secreto del ser humano, nuestra condición, todas esas cosas que decimos tan insistentemente, todo puede estar en mis novelas y una parte crucial, también, de mi propio conocimiento y sentido es de lo que yo he adquirido en la ficción y en lo imaginario, en el arte en general. Yo tengo una convicción absoluta de que el compromiso del arte es con la vida, estrictamente, que el gran arte está profundamente atado a la vida y es una de las grandes reservas que tenemos los seres humanos para nuestro conocimiento y para nuestro disfrute, también para nuestra felicidad, el buen arte a veces perturba, pero una buena perturbación artística es un elemento fundamental de la tranquilidad de espíritu. Vaya frases que me salen… Estoy echado a perder (ríe).
Y eso que decía que no es capaz de analizar las cosas con lucidez...
Nada, nada, soy un gran mentiroso.. Nada, nada, sí, me salen las cosas, pero bueno, es verdad, yo creo que soy un mentiroso profesional (reímos).
Y, ya para terminar, ¿qué supone el reconocimiento para el Luis Mateo escritor?
En mi vida de escritor no he hecho opciones de premios comerciales o convencionales, que hay muchos y que son estupendos. Los premios que he recibido todos me han llegado con una llamada de teléfono. Siempre me han servido de aliento, la verdad. Para mí es una satisfacción, es un aliento y tampoco me crea más complicaciones, me parece que yo asumo esto como el resultado de lo que me darían mis lectores agradecidos. Yo no es que tenga un disparate de lectores, tampoco soy alguien superventas ni nada de eso, cosa que me parece extraordinaria, ya me gustaría, pero los premios para mí es como si simbolizaran el agradecimiento de mis lectores. Entonces, me resultan enormemente complacientes.
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