José Luis Borau publica el libro de cuentos «Camisa de once varas»
El director, productor y guionista encuentra en los relatos cortos una nueva forma de expresar las imágenes y los ambientes que tan bien ha sabido llevar al cine
MADRID. Cada vez hay menos gente en la que confluya la sabiduría, el arrebatador encanto del diálogo fluido, enfatizado en cada giro; el toque de distinción de alguien que afronta el tiempo como prolongación y acumulación de riqueza humana. Estas circunstancias se cumplen en la figura del cineasta y escritor José Luis Borau, quien, en esta última faceta, acaba de dar a la luz un libro de narraciones en las que los sucesos nos pueden hacer revivir sensaciones que, por conocidas, tenemos olvidadas. Con «Camisa de once varas» (Alfaguara), Borau se nos muestra más preciso y visual que nunca. Su acertado estilo literario es llevado al papel con la misma aparente facilidad que ha hecho con sus personajes cinematográficos. Recreaciones de todos nosotros y de ninguno por originales. «Camisa de once varas», por los once «cuentos» que se han seleccionado «entre una maleta llena de folios», repletos de historia y vida.
De la misma manera que el responsable de «Hay que matar a B» utilizó en sus discursos de ingreso en las Reales Academias de Bellas Artes de San Luis (Zaragoza) y de San Fernando (Madrid), el tema de «La pintura en el cine» y «El cine en la pintura», cabría preguntarse si en «Camisa de once varas» el creador propone una lectura con doble interpretación: cine y literatura o a la inversa. Porque en lo descriptivo están todos los requisitos del guionista preciso.
Él asegura que «no hay nada autobiográfico en los relatos», pero sí hay mucho cine en el hecho de que alguno de éstos se pueda oler el ambiente o imaginar el tipo de celuloide que se utlizaría a su paso al cine. Se nos acerca a sensaciones de ansiedad en «Sabatina»; o a la narración tipo Hermanos Cohen en «El interfecto».
Deja Borau para el final «So long, pequeña», que más que un relato «es una novelita corta y está escrita especiamente para el libro. Desde el punto de vista literario es el más arriesgado, porque está inmerso en un género que creo que se podría definir como «momorabilia». Está escrito de manera que los personajes hablan castizamente dentro de una peripecia extranjera. Si voy a Noruega, ¿qué derecho tengo a escribir sobre Noruega si no he nacido allí? La única forma que se me ocurre de paliarlo es dando cierto aire de libro traducido. Creo que la gente lo asimilará mejor».
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