Javier Cercas: «Mi ideal es un mundo sin héroes»
El escritor presenta 'El castillo de Barbazul', cierre de la trilogía de 'Terra Alta', en la isla de Mallorca, donde transcurre gran parte de la novela, que vuelve a denunciar la impunidad de los poderosos y la violencia contra las mujeres

Javier Cercas está feliz. Su rostro, oculto aún en parte por la mascarilla casi todo el tiempo, está invadido por esa sonrisa que se apodera de los escritores cuando publican una nueva novela. A esa sensación bastante parecida a la felicidad se añade la percepción, compartida por todos, de haber recuperado, de alguna forma todavía muy frágil, una cierta cotidianidad, la misma que perdimos hace ya casi dos años. Y eso en el mundo de los libros supone la posibilidad de trasladarse hasta el ‘lugar de los hechos’ para presentar la última de sus historias, cierre, además, de la trilogía de ‘Terra Alta’, que comenzó en 2019 y le supuso el premio Planeta. Unos hechos que en ‘El castillo de Barbazul’ (Tusquets) transcurren en gran parte en Mallorca y, sobre todo, en la localidad de Pollença, con la sierra de Tramuntana y el cabo de Formentor de fondo intenso y azulado.
Hasta allí se traslada el protagonista de la serie, Melchor Marín, expolicía reconvertido ahora en bibliotecario, tras la desaparición en la isla de su hija Cosette. La trama, tan trepidante como en las mejores novelas de aventuras, sirve como magistral contexto para denunciar la impunidad con la que los poderosos actúan en nuestra sociedad y la brutal violencia que sufren las mujeres. Tristemente familiar resulta el depredador sexual de origen sueco que capta a chicas menores y se las ofrece, cual trofeos, a los invitados a las fiestas que organiza en su lujosa finca. «Una novela, una ficción, no es exactamente una mentira, pero se le parece bastante. Y para que esa mentira sea persuasiva antes tienes que conocer muy bien la verdad. De ahí la necesidad de saber muy bien qué terreno estoy pisando para dar verosimilitud a lo que estoy contando», explica Cercas sentado en el Club Pollença, un ateneo inaugurado en 1910.
De hecho, en la novela se cuela algún que otro personaje real, incluido el propio autor. «A Cercas, ni caso. Se lo inventa todo», dice Rosa, uno de los personajes. «A mí Cervantes me dijo: ‘Haz lo que te dé la gana’. Yo soy muy obediente y lo hago. Esa es la gran revolución de la novela», argumenta el escritor, quien asegura que en Melchor Marín ha vertido «muchas cosas malas, pero también es mucho mejor que yo». Un protagonista que está inspirado en el ‘mosso’ que abatió a cuatro yihadistas en los atentados del 17-A en Cambrils (Tarragona). «Yo no lo conozco aún, pero podría llegar a conocerlo. Es un tema delicado, prefiero no decir más. No descarto en un futuro llegar a conocerlo, porque su historia real, que la estoy conociendo, es brutal. Hay mucho que decir sobre él y sobre cómo ha sido tratado». El personaje de su ficción tiene dos cosas que a Cercas le gustan mucho, «coraje, que es una virtud minusvalorada, y hace posible todas las demás virtudes, y carisma. Detesto a los políticos carismáticos, no los quiero, quiero políticos normales, que solucionen los problemas y no nos compliquen la vida».
Documentación
Detrás de todas esas páginas hay, lógicamente, una importante y laboriosa tarea de documentación para la que ha contado, entre otros, con la complicidad de Biel March, un artista oriundo de la isla. «No he hecho un trabajo sociológico sobre la sociedad mallorquina. Los grandes secretos están a la vista, lo que pasa es que hace falta mirarlos. Y uno de los grandes secretos es la impunidad. El dinero procura impunidad, esto es una evidencia. Cuanto mejor funciona la democracia, menos impunidad hay». Todos esos son temas constantes en la trilogía que ahora termina, ambientada íntegramente en el futuro próximo. «Para mí eso ha sido un milagro. En mis novelas anteriores descubrí que el pasado era una dimensión del presente, y aquí he descubierto que el futuro también lo es. No creo que el futuro inmediato vaya a ser muy distinto. Esperemos que no haya una tercera guerra mundial, me arriesgo a que no». Aunque quizá el tema fundamental de la serie sean las agresiones contra las mujeres. «Nos hemos dado cuenta hace relativamente poco de que la mitad de la humanidad ha tenido el pie sobre el cuello de la otra. Y es algo que ha existido desde que el mundo es mundo. Estaba a la vista de todos, pero hace cuatro días nos hemos dado cuenta de que es una cosa terrible. Esto es una lucha de liberación de la mitad de la humanidad, pero esa mitad no se puede liberar sin la otra. Todos deberíamos ser feministas».
Cercas reconoce que el proyecto de ‘Terra Alta’ ha sido un «experimento muy raro» en su trayectoria. «Cuando uno gana el Planeta, todas las sospechas se disparan, uno es sospechoso de todo. Yo soy partidario de que todo el mundo gane el Planeta una vez en su vida, incluidos los periodistas culturales», apunta, con ese punto de fina ironía, bien inteligente. En ese sentido, el germen de la serie de Melchor Marín está en la necesidad de cambio, literario y por tanto vital, que Cercas experimentó tras poner el punto final a ‘El monarca de las sombras’ (2017). «Pensé que si continuaba por ese camino corría el peligro mayor que puede correr un escritor, que es repetirse. Mi máxima ambición sería convertirme en un Pessoa a lo largo del tiempo. A mí me encantaría descubrir todos los escritores que hay en mí, y en estas novelas soy un escritor distinto. Un escritor que no corre riesgos no es un escritor, es un escribano. ¿Esto es una novela policiaca? No lo sé. Me importa un pito».
Clichés
El problema es que el mundillo literario, que él se conoce al dedillo, está repleto de clichés, entre ellos que la literatura no es útil («La literatura y el arte son útiles, pero siempre y cuando no se propongan ser útiles, porque si se lo proponen se convierten en propaganda», defiende), o ese que sostiene que la novela policiaca es un género menor. «Eso es asombroso. Lo único que hay son novelas buenas y malas. No sé cuál es el problema con que la literatura sea popular, es uno de los grandes clichés literarios de nuestro tiempo. Cuanto más viejo me hago, más en contra estoy de los clichés literarios, son ideas creadas hace siglo y medio que el mundillo literario sigue repitiendo y son falsedades, como la idea de que la buena literatura sólo puede ser minoritaria, secreta, de catacumbas. Eso es una flagrante falsedad». Basta pensar en memorables y popularísimos ejemplos, tan leídos como admirados por todos, como ‘El Quijote’ o ‘Los miserables’. «Con esto no estoy diciendo que sólo la literatura popular sea buena, es que no necesariamente es mala. Lo mejor que le puede ocurrir a la literatura es que vuelva a ser popular, no encerrarse en el búnker, en la trinchera de la literatura para literatos».
Al final de ‘Independencia’, la segunda novela de la saga, Melchor Marín dice que la literatura no sirve para nada, excepto para salvar vidas. Cercas matiza las palabras de su protagonista, y lo hace confiando en el juicio del lector. «En estas novelas, el protagonista es el lector. La mitad de la novela la pone el autor y la otra mitad el lector; esa es una de las pocas verdades absolutas que yo conozco». Y las de ‘Terra Alta’ son, en palabras de su creador, «novelas antisistema». «La literatura o es antisistema o no es literatura. Para mí, escribir una novela consiste en formular una pregunta compleja de la manera más compleja que existe y no contestarla».
En ‘El castillo de Barbazul’ esa cuestión es: ¿es legítima la venganza cuando la justicia no nos hace justicia, es legítimo tomarse la justicia por su mano? «La literatura es antes que nada un placer, como el sexo, pero también es una forma de conocimiento, como el sexo. Si alguien me dice que no le gusta leer novelas, le doy el pésame. Las novelas ponen en jaque al lector, le sacan de sus casillas, le obligan a comprender a gente, actitudes, ideologías que no son las suyas. En ese sentido, la literatura es antisistema».
Cercas no es un escritor que se calla y, sin que eclipse todo lo antes dicho, lo importante, manifiesta, como cierre y sin ambages, su opinión sobre la guerra en Ucrania. «Esta es la primera manifestación bélica, a gran escala, de un conflicto central de nuestro tiempo, que es el conflicto entre la democracia y el nacionalpopulismo. El nacionalpopulismo no es fascismo, pero sí es una máscara posmoderna del fascismo. Yo no me creo que Putin esté loco. Tiene una perfecta racionalidad. Lo que ha hecho lo lleva haciendo desde hace mucho tiempo. Y lo que está pasando es terrible. Hay gente como nosotros que se está jugando la vida. Nosotros vivimos en un mundo maravilloso en el que no tenemos que saber si somos valientes o cobardes. Mi ideal es un mundo sin héroes, donde nadie tenga que hacer cosas excepcionales para vivir. Mis libros siempre han hablado del heroísmo como forma de excelencia moral».
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