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ABC Cultural

LIBROS DE VINO Y ROSAS

«Hostal Parisién»

Antonio Fontana publica «Hostal Parisién» (El Aleph Editores; 192 páginas, 19,50 euros), un plano detallado de la ciudad de la luz que es Málaga

«Hostal Parisién» MIGUEL BERROCAL

ANTONIO ASTORGA

No era exactamente París, es Málaga virgen. Antonio Fontana conquista el corazón del lector con esta bellísima narración del niño que fue, será (y es): «Hostal Parisién». Antonio Fontana es un escritor detallado, pulcro, pausado, autoexigente, crítico, que enhebra cada palabra con la paciencia del artista de miniar. En «Hostal Parisién», Antonio Fontana traza un plano detallado de su infancia y de los recuerdos imborrables de su infancia, jugando a la ficción y a la realidad, y amueblando esa biografía con las lecturas de su juventud que, andando el tiempo, le han convertido en escritor: «Los tigres de Mompracem», que rugían en la misma balda del Hostal que «El rey del mar» y «El corsario negro»; «Beau Geste» junto a «Beau Sabreur» y «Beau Ideal». «El buque fantasma» compartiendo singladura por los mares del sur con «Las cuatro plumas», «Pequeño manual del perfecto aventurero», «El barco de la muerte» y «El tesoro de Sierra Madre». «Tom Sawyer» pegadito a «Tom Jones»... Y Jack London a Bruno Traven...

Antonio Fontana es una «rara avis», como sostiene Manuel Vilas, en este tráfago desbocado de prisa literaria de urgencia; pero Fontana, desde la primera a la última palabra, mantiene la tensión y entusiasma con «Hostal Parisién», como ha confesado el Premio Cervantes Juan Marsé.

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En «Hostal Parisién» la ciudad de la luz no es París, la ciudad de la luz es Málaga. En ella crece Antonio Fontana. Su universo lo habitan dos familias tan distintas como fascinantes: los genoveses Fontana, abuelos paternos, y la extravagante línea materna, con una abuela a la que, de tanto en tanto, asaltan visiones y presentimientos. El hostal estaba situado en el número cuarenta y pico de la malagueña calle Cuarteles, y de parisién tenía las cuatro o cinco fotos de París que adornaban sus paredes: «Papá delante de la Torre Eiffel, papá delante del Arco del Triunfo, papá delante del Molino Rojo, papá en medio de los Campos Elíseos...». Porque aquel hostal también lo habitaban pelusas voladoras . «La furia de la escoba de Josefina alcanzaba incluso debajo de los muebles, así que mis hermanos y yo suponíamos que las pelusas se reproducían entre los lomos de los libros de la biblioteca de papá, una enredadera de hojas de papel que crecía salvaje, trepaba por los marcos de las puertas e iba conquistando pasillos. Cada vez había más libros. Y más pelusas...». El Hostal de las Pelusas Voladoras, lo bautizó Antonio Fontana.

«Hostal Parisién» tiene banda sonora , a cargo de Nancy LaMott, una cantante norteamericana que murió demasiado pronto y dejó demasiados discos sin grabar. El álbum «Listen to My Heart», al que pertenece la canción que da unidad a la novela, «Not exactly Paris», es de 1995, pero Antonio Fontana ha querido adelantarlo en el tiempo y trasladarlo a los años sesenta, en un juego de ficción y realidad.

En este plano detallado de Málaga que traza Fontana descuella la fábrica de aceites y jabones Minerva, uno de los fantasmas convocados en «Hostal Parisién». Allí trabajó como químico el abuelo paterno –de origen italiano– del escritor; en sus dependencias vivió con su mujer, la abuela del autor; y junto a ellos, el padre de Antonio Fontana y algunos de sus hermanos. La Minerva era el hogar de la familia.

Y, por supuesto, el barrio del Perchel , que cita Cervantes, rito de paso y deseo latente, la iniciación a la vida. Antonio Fontana transforma en un territorio mágico el entrañable y viejo barrio del Perchel, un páramo que es geografía inventada y geografía de la realidad; un paisaje del alma, porque los territorios míticos, imaginarios, son experiencias de la memoria de quien los escribe. Con nombres como Ancha del Carmen, Pasillo del Matadero, Plaza de Toros Vieja, Salitre, Cuarteles..., cómo no iba a convertir Antonio Fontana al Perchel en un territorio literario, aunque en él no quede más que un puñado de fantasmas.

Y junto al espíritu del Perchel, la Génova de la Gran Guerra, el Madrid de la Guerra incivil, y aquel Torremolinos de antaño que los veraneantes llenaban de vida y de billetes del Banco de España, antes de que hogaño la catástrofe económica se instalara en nuestras vidas...

Dice el autor que ha empleado la técnica del calamar, soltando la tinta a su paso para desdibujarlo todo. Sin tremendismo ni dramatismo, algo tan andaluz. Pasen y acomódense en este Hostal Parisién de cinco tenedores y cinco estrellas.

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