Borja Sémper: «Estoy inmunizado frente al nacionalismo de cualquier color y de cualquier bandera»
Retirado de la política desde enero de 2020, el exdirigente del PP vasco publica su segundo poemario, 'Cosas que pasan'
![Borja Sémper, fotografiado en Madrid poco antes de la entrevista](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2021/06/15/borja-ktzE--1248x698@abc.jpg)
Él los llama 'textos', porque le da pudor considerarlo poesía. Pero lo que Borja Sémper (Irún, 1976) escribe, desde hace años, además, son versos. Poemas nocturnos, inspirados en el profundo amor a la vida, capaces de conmover al que los recibe libre de prejuicios ... y de apelar al lector desde la firme convicción de que certezas hay pocas, y conviene tenerlas claras, o no, quién sabe. En su métrica se percibe la influencia de Karmelo Iribarren , de Luis Alberto de Cuenca y hasta de Joaquín Sabina , pero, sobre todo, la libre armonía del que escribe por puro placer, por gusto, para disfrutarlo, y se lo pasa bien haciéndolo. Ahora, quizás, incluso un poco mejor, más liberado, al menos, ya que se alejó, hace año y medio y seguramente de manera definitiva , de esa política que hoy es más trinchera que nunca. Quien eche de menos la voz, siempre mesurada, consecuente, del exdirigente del PP vasco en el circo público puede refugiarse, a modo de consuelo, en su último poemario, 'Cosas que pasan' (Espasa Es Poesía), porque su eco está presente en cada verso, que no texto.
¿Se escribe poesía de manera distinta estando en política que fuera de ella?
Probablemente sí. Tengo la sensación de que cuando estaba en política era más una reivindicación de que se podían hacer otras cosas, y eso me parecía interesante y edificante, aunque también tenía más riesgos, porque estaba sometido a otro tipo de escrutinio. Antes probablemente buscaba más, por qué no decirlo, ‘escandalizar’, y ahora sólo busco divertirme o compartir una reflexión o ideas o poesías o medio aforismos, jugar con ello.
Empieza con versos breves, poco a poco, y el libro va creciendo hasta que, al final, hay una reflexión sobre el paso del tiempo, sobre la madurez… Leyendo esos últimos poemas me preguntaba si, al escribirlos, se ha dado cuenta de cómo ha ido cambiando.
Soy consciente del proceso de cambio no aceptado. No creo que sea un síndrome de Peter Pan, aunque quizás lo podría ser, pero no es tanto eso como cierta pena por el paso del tiempo, pero no por la nostalgia, sino porque me incomoda mucho el final de la vida. Yo soy como Woody Allen, creo que morirse es una muy mala decisión. La vida cambia, ya tengo más hijos, hipotecas que pesan, y la vida es eso, también, ir cargando sobre los hombros nuevas realidades, y eso es algo que me interesa mucho. También lo abordo con cierta sorna, o intentando quitarle peso, pero está ahí y es probablemente la parte más autobiográfica de lo que escribo.
«Me incomoda mucho el final de la vida. Soy como Woody Allen, creo que morirse es una muy mala decisión»
Hay mucha ironía en los poemas, mucho humor. ¿Es un método de defensa, también a nivel personal?
Sí, creo que a lo largo de mi vida he ido utilizando el humor y la ironía para ir protegiéndome, era un medio de defensa evidente y, a veces, parecía que jugaba con la frivoliad o la rayaba, y probablemente también. Y me he dado cuenta de que eso me ha marcado, y sigo siendo un tipo que utiliza la ironía como escudo y como forma de pasar por la vida. Creo que el humor y la ironía es una buena herramienta para pasar por la vida. Tengo una referencia ineludible, que es Karmelo Iribarren , que es probablemente el gran irónico de la poesía en castellano.
Hay un poema en el que dice que la palabra ‘reparar’ es muy bonita. ¿En qué ha reparado Borja Sémper en los últimos años, de qué se ha dado cuenta?
Si algo he aprendido estos años, y hoy soy consciente, es la importancia de relativizar los problemas. Hay problemas que, a veces, nos arrastran y condicionan, y realmente los problemas serios son dos o tres en la vida: la muerte, el desamor, la pobreza, la soledad no buscada… He aprendido eso, y me he dado cuenta de que hay que agobiarse por las cosas que son importantes.
En ese sentido, en el libro se percibe que, quizás, el principal motor para escribir poesía es el amor.
Sí.
¿Es también uno de los principales motores de su vida?
Sí, sí, y no sólo el amor de pareja. Amor a la vida, a la amistad, a ciertas ciudades, como San Sebastián y Madrid...
«Vivimos en un tiempo en el que los sentimientos puros o positivos pasan a un segundo plano, y los que se imponen son los agresivos»
Sin caer en la cursilería, además.
No, no, intento no hacerlo. Reivindico el amor como algo carente de cursilería. Lo que pasa es que vivimos en un tiempo en el que los sentimientos puros o positivos pasan a un segundo plano, y los sentimientos que se imponen son los agresivos. Y conviene dar esa batalla y reivindicar la pureza de los buenos sentimientos, aunque pueda ser catalogado como cursi o como ajeno a la realidad en la que vivimos. Esa batalla yo la quiero dar, esa sí que me interesa. No me interesan tanto determinadas batallas ideológicas, que me parecen interesantes, pero no me interesan en estos momentos de mi vida. Me interesa más reivindicar las cosas buenas de la vida, y el amor es una de ellas. Dicen que el miedo es uno de los sentimientos más importantes que hay; bueno, probablemente, pero el amor yo creo que es mucho más fuerte.
Sobre todo para vencer al miedo.
Sí, y para pasar por esta cosa que llamamos vida de una manera mucho más razonable y más feliz.
Le dedica un poema a Eduardo Madina en el que dice: ‘Hay gente que piensa toda la vida igual. / Y lo cuentan, satisfechos’. ¿Dónde se ha quedado la posibilidad de cambiar de opinión, dónde nos la hemos dejado?
Yo creo que los seres humanos tenemos dos o tres ideas que nos anclan en la vida, que nos guían, que nos dan herramientas para interpretar la vida. Pero, a partir de esos tres o cuatro pilares sólidos, el resto es discutible y va evolucionando. Yo no soy la misma persona que era hace diez años, ni veinte, y espero no ser la misma persona dentro de diez, espero haber evolucionado. Creo que eso es fundamental, y me sorprende mucho que estamos en un tiempo en el que se exalta el no cambiar, el no evolucionar, el no dudar, estamos en un tiempo en el que la duda se proscribe.
En el que la duda ofende.
La duda ofende y se proscribe, y yo creo que está muy bien eso de dudar, es un ejercicio extraordinariamente sano.
«Me incomodan mucho los que pretenden obligarnos a los demás a que vivamos el hecho nacional como algo determinante en nuestra vida»
Tiene otro poema, titulado ‘Nación nosotros’, en el que hace una reflexión muy hermosa sobre la verdadera patria.
Siempre me acuerdo de Bolaño y de aquella frase tan maravillosa, que decía que su patria eran su librería y su hijo. Cada vez pesa menos en mi forma de interpretar el mundo el territorio y la nación y me importa mucho más lo humano, lo cercano, lo tangible, las experiencias personales. Evidentemente, tengo una identidad nacional, que no me resulta compleja, ni la exalto, ni me resulta un problema, la vivo con naturalidad. Pero sí me incomodan mucho los que pretenden obligarnos a los demás a que vivamos el hecho nacional como algo determinante en nuestra vida. Lo respeto, pero no me siento interpelado.
Viniendo usted de donde viene, además…
Eso además. Claro, es que yo he vivido toda mi vida escuchando a quienes me querían decir cómo ser vasco, y empiezo a percibir que hay algunos que quieren decirme cómo ser español. Estoy inmunizado frente al nacionalismo de cualquier color y de cualquier bandera. Al final, dices: como veo que este debate está polarizado, o es de absolutos, y yo soy cada vez más defensor de la impureza, de la duda, me refugio en mi verdadera patria. Esto algunos sí que lo consideran cursi, pero me da igual. Para mí, mi patria son mis hijos, es una buena amistad, es una buena comida y es una relación con gente nueva que vaya conociendo. Soy español, y me siento muy contento y muy satisfecho, pero no está presente en mi día a día. Tengo mucho más presente cómo llegar a fin de mes que cuál es mi patria.
¿Hay algo de poesía en la política actual?
Yo no la percibo. No, pero no porque no haya poetas, que los hay, hay gente muy capaz, en todos los partidos políticos, para hacer cosas extraordinarias, evocadoras. Porque, al final, la poesía lo que busca es evocar algo, inspirar, y hay mucha gente inspiradora en la política, pero que no da rienda suelta en el espacio público a eso, a desarrollarlo, me temo.
«Antes me inspiraba en el desamor, y ahora en el amor. Quizás soy más cáustico, pero más feliz»
¿Y es optimista?
Depende de la semana. Hay semanas en las que creo que Occidente se cae y otras en las que soy optimista. Estoy en una época en la que soy optimista, en la que, a pesar de los pesares, creo que hay mucha más gente razonable, aunque haga menos ruido, y al final se acabará imponiendo sobre los cafres. No sé si lo quiero creer o lo creo de verdad, pero esto es lo que defiendo hoy, esta semana sí.
¿En qué se inspira Borja Sémper para escribir poesía y qué busca inspirar en el lector?
Antes me inspiraba en el desamor, y ahora en el amor. Quizás soy más cáustico, pero más feliz. Admiro mucho a los poetas y a los escritores que te llevan a otro sitio. Yo busco inspirar a través de la sencillez en los textos, pensar en cosas que te suceden y que sea muy directo.
En uno de los poemas del final habla de una ‘identidad diluida y a medias libre’. ¿Quién es Borja Sémper?
Cada vez tengo más dudas. La idea de frontera me interesa cada vez más, me interesa mucho la idea de frontera en la literatura, por eso me gusta tanto Cormac McCarthy, ese sitio donde la gente está de paso… Yo nací en Irún, que es una frontera que a mí me marcó mucho, y cada vez soy más fronterizo, cada vez tengo más dudas y cada vez tengo más dificultades para definirme. Pero intento pasar por esta vida sin molestar a nadie.
Que no es poco, eh…
No. Cada vez tengo más claro que ese es un objetivo bastante loable.
Las fronteras, los márgenes, son los lugares que, desde el punto de vista literario, creativo, te dan más libertad.
Y, además, yo creo que te definen, porque yo reivindico la complejidad y la dificultad para definir las grandes ideas. Reivindico la dificultad para definirte a ti mismo, la complejidad de vivir en sociedad y, por lo tanto, la generosidad para vivir en sociedad, de aceptar al diferente, de aceptarnos entre nosotros. Esto era lo que reivindicábamos para poder convivir y progresar. España es un ejemplo reciente de superación a través de la Transición , de generosidad de gente que era muy diferente y fue capaz de convivir en la plaza pública para progresar. Y hoy parece que eso se intenta desmontar buscando una esencia que yo creo que no existe o una definición monolítica, cerrada, acotada, que es imposible de hacer, sobre todo porque excluiría. Me da igual qué definición se imponga, pero si se impone una definición habrá excluidos.
¿La puerta de la política está definitivamente cerrada?
Sí, básicamente porque no creo que nadie me llame nunca. Y, segundo, porque ya he experimentado la extraordinaria dureza de lo que es dedicarte a la política y ahora me apetece vivir otra vida, no más relajada, pero menos crispada. Me apetece mucho salir de la trinchera, y una vez que sales de la trinchera dices: qué campo más extenso hay.
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