Almudena Guzmán, poeta: «El Hombre me parece horroroso, pero aún hay lugar para los héroes»
«El príncipe rojo» (Hiperión), V premio Claudio Rodríguez, es un libro atípico en el panorama de la poesía española actual. Alejado de la vida urbana, su autora recrea en sus versos climas de aliento bíblico y medieval para expresar su rabia ante las injusticias

MADRID. Almudena Guzmán tiene ya una larga trayectoria poética que se ha visto distinguida con los premios «Puerta del Sol» y «Altair», y ha sido finalista del «Hiperión» y el «Ciudad de Melilla». Hasta ahora, ha publicado «Poemas de Lida Sal» (1981), «La playa del olvido» (1984), «Usted» (1986, que llega en 2005 a la 5ª edición), «El libro de Tamar» (1989, prologado por Claudio Rodríguez) y «Calendario» (1998).
-¿Escribe usted poesía «femenina»?
-Supongo que cuando me pregunta eso da por sentado que sí hay diferencias. En cualquier caso, a un hombre nunca se le pregunta si escribe poesía «masculina», sólo se le hace a una mujer. A mí me da igual, jamás he reparado en esas cosas y lo único que me interesa es escribir cada día mejor.
-Imagino que ha cambiado el color azul de los príncipes ideales por ironía.
-Lo hice por la sangre y también para reírme un poco. A mí esa imagen que siempre se da de un príncipe rubio con los ojos azules, algo blandengue, desde que era pequeña no me gusta. Me gustan los príncipes justicieros.
-¿Qué introduce o qué cambia «El príncipe rojo» en su poesía?
-No hay cambio de estructura, porque yo siempre he escrito mis libros como si fueran una historia. Es completamente unitario. No me suelen gustar los libros de poemas que no tienen esa unidad y por eso intento que los míos la tengan. A mí también me encanta la narrativa y, a lo mejor, puede verse esa influencia. Lo que sí es cierto es que se trata del libro más mío. Me ha costado escribirlo seis años y creo que es el más extremo, en donde yo me he soltado más en estos tiempos tan hipócritas.
-Más que un príncipe romántico, el suyo es un príncipe medieval. ¿Por qué no uno actual?
-Si hablamos del Hombre en general, me parece horroroso, pero siempre hay excepciones que le honran. Así que, ciertamente, hoy puede darse, aún hay lugar para los héroes. Pero ésta es una historia para denunciar injusticias, tanto las generales, como las concretas de los pueblos armenio, kurdo, etc., y, si la situaba en la actualidad, tuve la sensación de que iba a salir muy panfetaria, obvia y reconocible. La Edad Media ejerce sobre mí una extrañísima fascinación, sobre todo por sus iconos, los caballeros andantes, los castillos. También he querido fundir la Biblia y la poesía popular, que me apasiona, por esa síntesis tan perfecta y tan misteriosa que tiene de sencillez, frescura y profundidad
-En cualquier caso, «El príncipe rojo» se aleja de las corrientes poéticas hoy mayoritarias, tan apegadas a la cotidianeidad y a la vida urbana. ¿Por qué su tono bíblico?
-Me salió así para expresar aquellos sentimientos de odio, rabia o venganza ante las situaciones injustas. Desde muy chiquitita he tenido la suerte de que en el colegio leíamos la Biblia y la comentábamos, algo que hoy en día ya se ha perdido, y que me parece una de las mutilaciones culturales más horrorosas de la educación actual. Al comienzo del libro hay una cita: «Porque el día de la venganza está en mi corazón, y el año de mi redención ha llegado» (Isaías 63,4) que es su piedra de toque. Por eso, resulta muy raro encontrar a alguien en la poesía «joven» (entre comillas, porque no soy joven ni por trayectoria ni por años) que haga esto. Sea como fuere, se trata de un libro muy cotidiano pero de una cotidianeidad esencial, depurada, no anecdótica. He pretendido que este libro suene un poco a la inspiración de los versículos de los profetas.
-¿Es usted religiosa?
-Soy una persona muy religiosa, no en el sentido católico, sino en el sentido profundo del término. Básicamente me considero animista. Yo creo que Dios existe en la Naturaleza: en los árboles, en el sol, en el mar...
-Eso suena a penteísmo spinozista... al «Deus sive natura».
-Más que la filosofía de Spinoza, aquí está reflejada la antigua religión de los iraníes, que era el mazdeísmo, y que fue reformada por Zoroastro. Decía que el mundo es una lucha del bien contra el mal y que al final ganará el bien. Yo no estoy tan segura... Pero aparte de que en el libro hablo todo el tiempo del mal y del mal; también hablo del bien, porque sigue existiendo, aunque sea muy reducido, y hay que valorarlo como el más preciado de los tesoros. A él y a los seres humanos que lo encarnan y que son los que hacen habitable y hermosa la tierra.
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