«Alma»
Javier Moreno. Lengua de Trapo. Madrid, 2011. 144 páginas
La novela es un género muy viejo. Conseguir que el lector atraviese 144 páginas llenas de reflexiones con apariencia dispersa, creadas por un narrador llamado como el autor, y concluya que no se encuentra frente a una obra artificiosa y falsamente vanguardista sino frente a una narración necesaria y plena de vida , que no podría haberse escrito de otra manera, resulta muy difícil. Javier Moreno lo consigue.
Su combinación de talento y técnica -extraña tanto en futbolistas como en escritores- logra que el interés del lector oscile en una doble dirección: por un lado, la degustación de las reflexiones y de las palabras escogidas y, por otro, el lento desvelamiento de una personalidad compleja y comprensible a un tiempo , con la que el lector puede identificarse y en cuyos recovecos puede hallar comprensión a sus más íntimos traumas (un consuelo oblicuo, no es un libro de autoayuda).
Gracias a tan apreciable riesgo, que no roza el exhibicionismo, Moreno traza el boceto de lo más visible e invisible de un alma . Boceto porque la estructura existe, se apoya en leves hilos, como la peripecia de la modelo que perdió la fotogenia, que actúan como soportes pero no llegan hasta la autonomía del relato.
Cotidianeidad
La creación de «Alma» parece fácil, casi automática, pero no lo es en absoluto. Primero por el coraje que exige: Moreno afronta un planteamiento antinarrativo y de una comercialidad difícil. En segundo lugar porque debe poseerse un considerable conocimiento de la estructura profunda de la novela para mantener viva la apuesta hasta la última página. Solo esa sabiduría -nacida en la experiencia- y un dominio considerable de los mecanismos poéticos permite que «Alma» no sea el recitado de una lista de reflexiones más o menos ocurrentes sino una demostración de control del ritmo, asentada en una sutil combinación de efecto, reflexión y cotidianeidad.

En este tiempo de obras de supuesta valentía que, simplemente, aportan gotas de modernidad a lo mismo de siempre alivia el hallazgo de una obra auténticamente kamikaze . Lo es por su desvelamiento, por ofrendarnos un desnudo integral, sucio, orgánico, que no se detiene ni frente a las vísceras del protagonista.
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