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John Lanchester: «A Dickens le hubiese interesado mucho el Londres actual»

El autor británico retrata los desmanes económicos y sociales de la ciudad instantes antes de la crisis en «Capital»

John Lanchester: «A Dickens le hubiese interesado mucho el Londres actual» efe

david morán

A Roger Yount, banquero de la City londinense y uno de los personajes que deambulan por esa calle ficticia llamada Pepys Road que abre en canal las entrañas de “Capital” (Anagrama), le descubrimos cavilando en su despacho del Pinker Lloyd Bank y tratando de averiguar si su bonificación de aquel año llegará a la módica suma del millón de libras.

Sí, un millón de libras. Con su mareante e interminable ristra de ceros. Estamos en 2007 y, aunque el chaparrón de la crisis aún no ha empezado a caer a plomo, ya se intuyen los primeros nubarrones. El crack acecha y, mientras tanto, Roger cuenta ceros. Muchos ceros. Los de su bonus anual, sí, pero también los de esa pintura de puntos de Damien Hirst que cuelga en su salón. “No son malas personas, pero están enfermos; no tienen nada que ver con la realidad de los demás”, ilustra John Lanchester (Hamburgo, 1962) sobre todos los Robert Yount de la capital británica que le han acabado llevando en volandas hacia su cuarta novela.

Es precisamente esa realidad a la que banqueros y demás habitantes de la ciudad inglesa permanecen completamente ajenos lo que ha querido capturar el escritor británico en la monumental «Capital», titánica radiografía de la sociedad londinense cinco minutos antes de la gran depresión y revelador ascensor social (y racial) por que el circulan “sin apenas rozarse” ejecutivos bancarios, artistas contemporáneos, albañiles polacos, familias pakistaníes, promesas futbolísticas “importadas” de Senegal, niñeras españolas…

Todos comparten una misma calle, sí, aunque habitan planetas completamente diferentes en lo que el autor de “El puerto de los aromas” define como “una novela histórica basada en 2008” y alimentada por la “necesidad de obviar la crisis”. “Como especie tenemos una capacidad especial para obviar la realidad. En un ciudad moderna, si nuestra sensibilidad moral estuviese siempre a pleno rendimiento ni siquiera podríamos leer el periódico”, explica Lanchester.

Problemas victorianos

Celebrada por la crítica británica como la gran novela sobre Londres del siglo XXI, “Capital” entrelaza inflación inmobiliaria, devaluación social y mercantilización del arte y el deporte para retratar un Londres contemporáneo que, apunta el autor, habría hecho las delicias de Charles Dickens. “Le habría interesado mucho este Londres. Antes se hablaba del 'American Dream' y ahora se habla del 'London Dream', lo que me lleva a ver las similitudes entre el Londres victoriano y el contemporáneo. Tanto las finanzas como las desigualdades ya eran algo habitual de la ciudad en 1850”, explica un autor que asegura haber buscando con la novela “la misma libertad que Dickens tuvo en su época”.

Superviviente de una calle idéntica de casas antiguas y precios desorbitados a la que retrata en la novela e hijo de banquero –“antes de que los banqueros se convirtiesen en lo que son hoy en día”, matiza-, Lanchester tira de ironía y se agarra con fuerza a la convicción de que “la vida es trágica en su estructura y cómica en su textura” para convenir que, en efecto, todo acaba danzando al son del dinero. Desde al arte hasta el fútbol. O, mejor dicho, especialmente el arte y el fútbol. “Antes hablabas de fútbol o de arte. Ahora, en cambio, hablas de fútbol y arte y en realidad estás hablando de dinero. De negocio”, asegura. Ahí está, por ejemplo, Smitty, trasunto literario de Banksy que el británico aprovecha para ilustrar la mercantilización del arte. “Es increíble como incluso el anonimato se puede convertir en bien de consumo”, zanja.

Pese a todo, aclara Lanchester, “Capital” no es un libro de denuncia. “Simplemente describe”, apunta. “La denuncia está implícita, ya que todos los temas estructurales que nos llevaron a la crisis siguen intactos. Una de las cosas más extrañas de esta crisis es que en 2008 cayeron toda una serie de ídolos que han vuelto a ser colocados en un pedestal por unos políticos que no saben qué hacer. Estamos en el mismo modelo que antes de la crisis”, zanja.

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