¡No os levantéis!
El Rigoletto de Miguel del Arco es impecable
Carrusel político (17/12/23)
Condenados a obedecer (09/12/23)
Una imagen del segundo acto de 'Rigoletto', en el Teatro Real.
Verdi y Piave se inspiraron en 'Le roi s'amuse', del escritor francés Víctor Hugo, para componer su 'Rigoletto'. En esa obra está el kilómetro cero del drama verdiano. Fue publicada en Francia en 1832 y prohibida por considerarla inmoral. En ese texto ... se halla pulpa de la tragedia que el dramaturgo Miguel del Arco ha llevado al escenario del Teatro Real en un montaje deslumbrante. El telón rojo que cae de golpe como una advertencia, recibe al espectador sujetándolo por las solapas. El mayor atributo del 'Rigoletto' de Miguel del Arco consiste en no renunciar al texto original ni al derecho que tiene todo artista a incomodar.
Al escuchar el 'Rigoletto' de Verdi y Piave sentimos compasión por el bufón herido de rabia por el ultraje de su única hija, Gilda, a manos del duque de Mantua. Ha sido Rigoletto, el bufón y conseguidor de la corte, quien ha propiciado el rapto de otras mujeres a las que, como su hija, ofreció para los galanteos y diversión del poderoso para el que trabaja. Rigoletto es víctima y verdugo. Y Miguel del Arco exprime esa idea hasta destilar la esencia dramática.
Pocas veces un espectador llega a sentir el deseo, la frustración y el dolor de Gilda, tal y como llegaría a sentirlo aquella mujer que ella representa, de golpe entre el segundo y el tercer acto. Es una bofetada. Entre el amor cortés y su abolición, Miguel del Arco da un zarpazo. A Gilda se le da por amortizada como en Puccini a Cio-Cio San. Miguel Del Arco ha dado un peso escénico tremendo a la hija del bufón. Nos habla de lo mismo que Víctor Hugo: del abuso de poder.
El tercer acto proyectado por Miguel del Arco es mordaz y sobrecogedor. Ese grupo de mujeres travestidas en prostitutas, que abren las piernas y practican la arcada de la felación mientras 'La donna é movible' se resignifica en el siglo XXI. El día del estreno, el público del Real abucheó y se marchó del teatro. Lo hicieron porque la apuesta de Miguel del Arco privilegia lo escénico sobre lírica. Nicola Luisotti, quien ya ha deleitado al público del Real con su Aída, es el director verdiano por excelencia. La conjunción es sencillamente extraordinaria.