Karina Sainz Borgo: «Gistau era y es cosmopolita, como la España a la que llegué hace casi veinte años y a la que dediqué esta columna premiada»
Reproducimos el discurso que la ganadora de la cuarta edición del premio de Periodismo David Gistau ha dado durante la ceremonia de entrega con el título de 'Silencio, se entraga un Gistau'
La entrega del Premio de Periodismo David Gistau, en imágenes
Karina Sainz Borgo, ganadora del IV premio de Periodismo David Gistau
A continuación, el discurso íntrego de Karina Sainz Borgo al recoger el premio:
Todo premio es una celebración, un estímulo, un homenaje. Pero este no es cualquier premio. Este es un Gistau. Este es el premio de Periodismo David Gistau.
Conocí a David en el año 2008, en la redacción de 'El Mundo'. En un lugar en el que mis jefes me decían «escribe en castellano, por Dios», a Gistau jamás le parecieron extraños mi acento, mis giros o hipérboles. Yo le preguntaba por el Plà de 'Viaje en autobús', sobre el Redondo del taconazo contra el Manchester United o el Hemingway de 'Tener y no tener'. Gistau me escuchaba como quien aguanta una homilía de entusiasmo, me sugería este libro, aquella película o la crónica de aquel o cual combate, y se marchaba hacia su sitio, con esa estampa suya de motero o arponero del Pequod.
David Gistau me pareció el más cosmopolita de todos mis superiores. No era mi jefe, pero yo lo veía como tal. A David Gistau le escuché decir que una novela no se echa adelante sólo con estilo, ni una columna con citas de Heródoto. Su fraseo era fresco y eléctrico. Le pertenecía sólo a él, a nadie más. Sin afectación ni impostaciones; sin manierismos, contorsiones ni estilismos de prosa ajena. Gistau era alguien que, de leerlo todo, acabó pareciéndose a sí mismo. A nadie más.
Por él llegué a Camba, ¡cómo olvidar su primera columna en ABC!, y a Chaves Nogales, y al siglo XX y XIX del columnismo español. Pero él no se agotaba en esa tradición. Gistau conocía a Talese, a Fontanarrosa, a Faulkner. Se había topado en un ascensor con Quino, había leído a Camus, a Voltaire, Cèline, la Biblia, La Odisea y se sabía al dedillo la filmografía de John Ford. David Gistau era y es cosmopolita, como la España a la que llegué hace casi veinte años y a la que dediqué esta columna que el jurado de esta edición ha premiado: 'Aunque digáis lo contrario'.
Sois una sociedad moderna, plural, rica, porosa, capilar y peleona. También apasionada en los desencuentros y soberbia en vuestras grandezas, aunque tendáis a olvidarlas o menospreciarlas. No creo en las tribus, no me gustan. No escribo porque sienta que debo explicarle al mundo que tengo útero, ni para desagraviar a Monctezuma, mucho menos para predicar o convertir a nadie al liberalismo, a la tauromaquia o a la ópera. Escribo porque la palabra es, junto con la firma, junto con el nombre, lo único que queda cuando todo se viene abajo.
Y, créanme: todo es susceptible de venirse abajo.
Me dedico a este oficio gracias a personas como David Gistau. Excepto a escribir de boxeo, de él aprendí lo importante. Leyéndolo, descubrí que tenía ganas de quedarme a vivir en un lugar más grande, más heterogéneo, inclasificable y único. Un lugar urgente como la prensa y duradero como la literatura. De Gistau aprendí que no basta moverse, que se puede ser ágil como un peso welter y al mismo tiempo contundente como un peso completo.
En sus columnas, Gistau hacía compatibles el combate y la ironía, el periodismo y la literatura. Mientras todos busquemos en nuestra escritura lo que Gistau buscaba en la suya, no habrá nada que temer. Mientras no baste el ejercicio de estilo, mientras haya nervio, lecturas, independencia y criterio como los suyos, estaremos salvados. Habrá periodismo.
David Gistau fue mucho más que un cronista, un columnista o un reportero. La página del periódico comenzó a quedarse pequeña para él. La novela como género hizo su escritura más clara y su capacidad para emocionar más certera. Lo demostró en 'Golpes bajos' (La Esfera de los Libros), ya descatalogada y que urge recuperar, también en los relatos de 'Gente que se fue' (Círculo de Tiza), que Eva Serrano publicó en un precioso volumen de hombretones hilarantes y estropeados.
Cada columna de Gistau es una página arrancada de la mejor literatura. La suya, por rotunda, es una ausencia que no amaina. Y aunque cualquier intento por mitigarla la amplifique, hay consuelo en la celebración de su pluma y su memoria. Hay escuela, respeto, admiración. Hay gratitud de mi parte, siempre, a su talento y su generosidad.
Todo premio es una celebración, un estímulo, un homenaje. Pero este no es cualquier premio. Este es un Gistau. El premio de Periodismo David Gistau. Y yo no quepo de orgullo de recibirlo de manos de su familia y del jurado formado por profesionales de esta, mi casa, ABC, y de la que alguna vez fue mi casa, 'El Mundo'. Gracias a todos y buenas noches.
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