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Juan Carlos Ortega: «Si haces reír al objeto de la crítica y burla, estás salvado»

El creador de 'Las noches de Ortega' ficha por las páginas veraniegas de ABC para escribir sus propias y satíricas 'Cartas a la ciudadanía'

El agresor de Jaime Caravaca, tras dar un puñetazo al cómico en una actuación: «Siento paz»

Juan Carlos Ortega Isabel permuy
Javier Villuendas

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Cuando asaltamos al humorista y escritor Juan Carlos Ortega en el Retiro recibimos, antes que todo, tres destellos harto simbólicos. Su flipe por los pantalones de dos colores de nuestra camarógrafa Lucía Ramírez; la anécdota de cuando le robó un dedo al filósofo Ramón Lull en el Museo de Cera de Barcelona; y, por último, su compromiso con la contención en la charla que había dado antes junto a Rebeca Argudo y Bárbara Mingo en la Feria del Libro, en donde hace autocrítica por el acapare del micro: «Me cagüen la leche».

El creador de 'Las noches de Ortega', un pódcast con llamadas y situaciones surrealistas con sus 'múltiples voces', se ha lanzado de bomba en varios charcos últimamente saliendo airoso, cual Nadia Comaneci de la comedia, ya sea como azote de Pedro Sánchez o de la exhibición de buenismo de 'Las Gentes de La Cultura' (de los que se mofa con asiduidad). Y todo ello desde La Ser, lo cual habla bien de ambos vectores.

Porque Ortega cree que la misión del humorista es ser crítico con el poder. «Y ahora el poder es el que es», zanja. Este verano va a ser una de las firmas de ABC con sus 'Cartas a la ciudadanía' (toma ya el título), en donde va a reivindicar sin fisuras a personajes egregios que considera que, a la vez, han sido denostados injustamente, como José Luis Garci, y hacer sátira del tonito de hombre enamorado.

—¿Por qué esa pulsión reciente por guerrear... ahora con estas misivas?

—He seleccionado individuos (e igual algún tema) a los que creo que no se les ha dado el mimo suficiente que merecen. Que tienen mucho talento, muchísimo talento. Pero que, sin saber por qué, a veces los maltratamos un poco.

—¿Y cómo le ha dado por escribir en los periódicos?

—Lo hice una vez hace mucho tiempo porque me lo pidió un amigo que era el dueño de un periódico, Antonio Asensio, que me pidió escribir en 'El Periódico' cuando él estaba ahí. Y le dije que sí porque a él lo adoro. Y me dijo que escribiera de política. Y le dije que no tenía ni idea de política. Y me dijo: «Precisamente por eso, porque no tienes ni idea. Quiero ver qué haces». Y nunca le perdonaré porque desde entonces me ha interesado... Me pareció bonito escribir en la prensa. Y jo, además ABC. Es como para chulearse, ¿no? Tengo gente que conozco, Rodrigo Cortés, Rebeca Argudo, que son amigos míos, que me quieren mucho y escriben ahí. Solo por ellos ya lo haría. Y además que mola mucho. Recuerdo cuando era pequeño que adoraba ese periódico porque era pequeñito. No entendía cómo los otros periódicos no hacían lo mismo, eran sábanas interminables habiendo un invento tan fácil como poner unas grapas. ¿Por qué no lo hicieron todos? Era absurdo. Bueno, ya está. Que me gusta. Voy a escribir.

—El otro día un nazi le pegó dos tortas a un humorista. El nazi ha duplicado sus seguidores en Twitter y el humorista se ha quedado igual. ¿Se puede extraer alguna interpretación de los tiempos a partir de esto?

Dar hostias es espantoso. Y en su nicho seguramente le faltaba ser conocido para tener más audiencia. Sus fans ya estaban predispuestos... Y el cómico, si se ha quedado como está, es porque tal vez no era tan buen cómico. Pero es que, te lo juro, no tengo ni la más remota idea. Ahora me sabe mal haber dicho que no es tan buen cómico porque a lo mejor es un genio. Es que no lo conozco. Me sabe mal no tener respuesta.

«Me hace mucha gracia esta imagen de bondadoso de Pedro Sánchez porque no me la creo»

—Lleva haciendo humor desde antes de los 2000, ¿cómo ha cambiado y se ha pulido su estilo en estos años?

—Yo creo que mi estilo no ha cambiado nada. Ha mejorado, creo, el contenido y la calidad. Espero al menos que en todos estos años haya mejorado. La esencia sigue siendo la misma y aquello que busco, si se me perdona la pedantería artística de aquello 'que busco', pero lo que busco es lo mismo y por lo tanto mi estilo es el mismo. Y no pretendo cambiarlo porque es el que tengo y no sé hacer otro.

—¿Hacer humor es más difícil ahora?

—Hay muchos compañeros míos cómicos que dicen que sí, que ahora es más complicado hacer humor porque hay más gente que se ofende y tal. Solamente puedo hablar por lo que yo he vivido. Yo no he notado mayor dificultad ahora que antes. Siempre he hecho lo que he querido. Nunca he notado ninguna queja, ni censura, ni odio. También es que no miro jamás los comentarios. Creo que si mirase comentarios y estuviese pendiente de lo que la gente dice de mí, tal vez me afectaría y sí que notaría ahora más dificultad. Mi secreto es no ver ni lo bueno ni lo malo que dicen de mí. De verdad. Y no es porque desprecie las opiniones de los demás, sino porque aprecio mi bienestar.

—«Mi marido de tan woke es un hijo de puta», dice un tierna ancianita en una de sus últimas 'Noches de Ortega'. Hay una cosa surrealista y afilada en lo suyo que es muy de internet, ¿no?

—Lo de que son cosas de internet me gusta, en el sentido de que creo que toda mi vida he hecho cosas como al margen. Aunque parece como que me estoy dando de algo al decir de estaba al margen, pero es que es verdad, siempre he hecho cosas un poco al margen. Entonces me gusta que me hayas dicho que lo mío se parece más al humor de internet porque en internet hay cosas muy malas, pero también hay cosas muy buenas. Y el hecho de que se haga en la SER, llevo un montón de tiempo y nunca me han dicho nada. A lo mejor demuestra que la SER permite hacer todo eso. Porque de verdad nunca me han dicho nada. Y mucha gente me dice 'te van a echar y tal'. Nunca, jamás, hasta ahora, he tenido ninguna llamada de atención. A lo mejor es porque mi programa no lo oye nadie, ni la dirección de la radio, no lo sé. Nunca he tenido ningún problema.

—Muchas veces sus protagonistas son abuelitos entrañables de habla sencilla. ¿Porque los imita mejor?

—Me gusta mucho que sean gente mayor porque son más creíbles. Damos por supuesto que un joven puede decir locuras. O sea, un joven diciendo locuras nos parece normal, entra dentro de lo razonable, forma parte de la esencia de la juventud decir barbaridades, ¿no? En cambio que un anciano nos diga cosas que se salen de la norma nos choca más. ¡Hostia! Y por una cuestión de comedia, me interesa más que sea un anciano el que diga cosas. Y también porque me gusta siempre hacer humor de gente que lleva mucho tiempo o sufriendo o haciendo algo. Entonces, para llevar mucho tiempo haciendo algo hay que ser mayor. Y porque oír a alguien mayor da un punto de verosimilitud mayor. Al menos para mí, me gusta, me gusta más.

—¿Yayofílico?

—Sí. Yo escuchaba mucho a mi abuelo. Me gusta. Y también porque hay como una cosa de la juventud, todas las cosas son jóvenes, y me gusta que haya un registro. Pero nunca me planteo, voy a hacer que hoy sean todos mayores. No. Cuando se me ocurre la idea de lo que sea, inmediatamente la persona que quiero que participe es mayor. No sé por qué, no tengo ni idea.

—En los últimos tiempos se han hecho virales y memorables sus chanzas al mundo de la cultura. Con nombre y apellido, por ejemplo en el Teatro Almudena Grandes, haciendo sátira. ¿Ha sufrido algún peaje por ello?

—Ninguno, insisto, porque no he leído nada. Estoy convencido de que si yo me pusiese a leer comentarios, me habrán puesto a parir, estoy convencido. Pero estoy inmunizado al no leer. Alguna cosa seguro que habrá provocado... Pero me gusta... Es decir, si uno hace algo, que sea con todas las consecuencias. Una parodia, una crítica de lo de las gentes de la cultura y tal, hay que ir a saco. Entonces hay que ponerle al teatro el nombre de Almudena Grandes. Si lo haces, hazla a tope. Hacer críticas o humor a medias... No, tío. Entonces me gusta ir a saco. Y si hay que meterse con la gente de la cultura, del todo, sin que quede ninguna duda. Caiga quien caiga, digamos.

—Y los elogios a Pedro Sánchez de 'las gentes de la Cultura'. Percibe gregarismo y peloteo, un no salirse del carril.

—Yo eso sí lo veo. En el mundo de la cultura criticar a Sánchez y a la izquierda queda como mal, como ser un poco traidor, como que no forma parte de la naturaleza, de el hecho de ser de la cultura hacer ese tipo de crítica. Y no entiendo por qué, porque yo siempre había pensado que la cultura y el humor, una de las esencias, era criticar al poder, ¿no? Y ahora el poder es el que es, y ya está. Me hace mucha gracia esta imagen de bondadoso de Sánchez porque no me la creo. Me hace mucha gracia.

«No veo lo bueno ni lo malo que dicen de mí. No desprecio las opiniones de los demás, sino que aprecio mi bienestar»

—¿Qué recuerdos tiene de 'Crónicas Marcianas? Porque en su día se calificó al programa de telebasura.

—Sí, en su momento era definido como telebasura radicalmente. Si ahora viéramos las piezas que se conservan en pocos vídeos, porque en la tele, en aquella época, no quedaba como ahora todo lo que se hace, si ahora viéramos algunos programas de 'Crónicas Marcianas' nos daríamos cuenta de que son blanquísimos en comparación con muchas de las cosas que se han hecho después. Era injusto lo de telebasura. Era un programa magníficamente realizado, con entrevistas brutales y con Sardà que era el mejor presentador que había en la tele en ese momento, pero con una diferencia radical.

—¿Cuáles son sus referentes humorísticos?

—A mí me gusta mucho Miguel Gila, es la influencia más directa seguro. Luego, de más mayor, Woody Allen, Faemino y Cansado... Y en el plano literario y de humor Jardiel Poncela y Mihura. Esos son como la base y, luego, tengo muchos amigos que me hacen mucha risa y que me pueden influir a veces más que un cómico consolidado.

—El coro de gospel 'ETA ya no existe'... ¿Ha creado un formato en el que a través de la ficción, de personajes, de abuelitos, pueda decir cosas potentes y hacer sátira bruta con suavidad?

—Esto es maravilloso, claro. Porque uno puede expresar una opinión en un tuit o en un artículo o lo que sea, pero poderlo expresar utilizando personajes y utilizando la ficción hace que tu opinión esté más delimitada, más exacta, más precisa. Y también más difícil de definir. Si tú me dijeras, ¿qué has pretendido decir con el programa del Teatro Almudena Grandes? Te diría no sabría definirlo exactamente. Es más rico. Uno puede expresar opiniones con más riqueza utilizando el humor que en un tuit o un artículo.

«Si haces una parodia de 'Las gentes de la Cultura' hay que ir a tope, sin que quede ninguna duda, caiga quien caiga»

—«Basta ya de insultos, que los hijos de puta dejen de insultar» o «Que reine la concordia y que los hijos de puta esos se tranquilicen» es uno de sus chistes recurrentes. ¿Cree que las estructuras de comunicación social digital nos están distanciando?

—Hay muy mal rollo. A mí el hecho de que haya dos bandos o tres o los que sea y que sean muy marcados no me preocupa. O sea, cuando la gente dice la polarización, a mí no me preocupa la polarización, me preocupa la mala hostia que hay entre los polarizados. Pero si están polarizados y se llevan bien, no pasa nada. Si hay unas derechas y unas izquierdas mega requete diferenciadas y marcadas no pasa nada. Lo malo de la polarización no es la polarización, sino la mala hostia que hay entre ellos. Pero sí, hay mucho odio. Creo que el humor, dentro de lo posible, puede ayudar a que el que se siente retratado un poco diga: «Va, a lo mejor me estoy pasando». No lo sé.

—A raíz de esto, de linchamientos y cancelaciones, usted surfea las olas de decir lo que le dé la gana y que la gente le quiera igual. ¿Por hacerlo por elegancia, por estatus?

—Puede ser, sí. A lo mejor he hecho sketches en los que he parodiado determinados temas que con otro enfoque hubieran sido: «Hostia, lo que ha dicho este». Pero creo que, más que la elegancia, que te agradezco que lo digas, creo que si haces reír al objeto de la crítica, ya estás salvado y no pasa nada. Tengo mucha gente que me oye y amigos que sé que se sienten retratados, pero igualmente les gusta y me dicen: «Capullo, me has retratado totalmente». Pero se han reído. Si el objeto de la burla se ríe, no hay problema.

—Quizá hemos olvidado que es sano reírse de uno mismo.

—Claro, es eso. Hay que conseguir eso. Una vez hice en la tele un programa sobre el monólogo de Gila de la guerra, que no hay nada más en contra de la guerra que el monólogo de Gila de la guerra. Entonces pusimos a un general con todas sus medallas ahí, viendo el monólogo, y se moría de risa. Y claro, ¿cómo se podía morir de risa ese hombre al que le estaban criticando y burlando la esencia de su vida, que es lo militar, pero se reía? Cuando consigues hacer reír al enemigo, es eso.

—¿Si tuviera que caricaturizarse en 'Las noches de Ortega' como empezaría?

—Empezaría riéndome con una entrevista a un humorista que cree que con el tiempo ha mejorado y que mantiene su esencia, lo que he dicho al principio... Soy perfectamente parodiable y podría hacerme una parodia mañana mismo. No descarto hacérmela.

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