Gilbert Gottfried y el humor negro
ESTO NO ME HACE GRACIA: Un viaje por nuestros humores
En un mundo que pierde el sentido del humor, nada mejor que recorrer sus límites, fronteras que hay que conocer
Capítulo 1: Benny Hill y los chistes verdes

«Tengo que coger un vuelo a los Ángeles esta misma tarde, pero estoy un poco preocupado porque me avisan que hace escala en el Empire State». De esta forma, en el mítico Friars Club de Nueva York, sonó el cómico Gilbert Gottfried ( ... 1955-2022). Junto a otros compañeros celebraban un 'roast' dedicado al creador de Playboy, Hugh Hefner. El 'roast' es un formato cómico depredador donde se lanzan chistes y frases humorísticas hirientes, muy hirientes, tanto al homenajeado como entre los participantes. Aún entendiendo lo bestia del show, desde el público reprocharon a Gottfried: «¡Demasiado pronto!». ¿Por qué? Porque tan solo habían pasado tres semanas desde el atentado a las Torres Gemelas, aquel maldito 11S. Los abucheos comenzaron y Gottfried se salvó con una ejecución casi perfecta del chiste verde de 'Los aristócratas' -sí, Alsina, algún día lo contaré en esta sección-. ¿Era demasiado pronto para hacer un chiste sobre ese tema, con los sentimientos a flor de piel de todos los estadounidenses? ¿En España hubiésemos aguantado una jocosidad del 11M o de algún otro atentado? En nuestro país, además de consideraciones artísticas, el ejecutante de una humorada sobre este tema podría estar penado legalmente por humillación a las víctimas. La legislación estadounidense, más avanzada en temas de libertad de expresión que la nuestra, no lo contempla.
Pero hay otras formas de coartar la libertad de expresión. En marzo de 2011, el mismo cómico, Gilbert Gottfried, tuiteó doce chistes sobre el terremoto y el tsunami que desgraciaron Japón y donde murieron tres mil personas. Uno de ellos: «Japón es muy avanzado. No van a la playa, la playa viene a ellos». Habían pasado sólo tres días desde el terrible suceso. No tuvo consecuencias legales, sólo empresariales: Aflac, la compañía de seguros que tenía contratado a Gottfried para doblar a su mascota animada, le despidió inmediatamente.
¿Tragedia más tiempo igual a comedia?
La fórmula «tragedia + tiempo = comedia», no siempre exacta, se le atribuye a Woody Allen, especialmente a partir de 'Delitos y faltas' (1989) donde el personaje de Alan Alda la utilizaba con pomposidad. Pero parece que el culpable de la ecuación es el cómico Steve Allen (1921-2000), con el que Woody trabajó en sus inicios televisivos. A partir de ahí se multiplicó a manos de humoristas como Carol Burnett o Bob Newhart y pasó a integrarse en la cultura global.
Según el mito Lenny Bruce, «la sátira es tragedia más tiempo. Le das suficiente tiempo y el público y los críticos te permitirán satirizar lo que sea. Algo ridículo, si lo piensas detenidamente». Siento llevarle la contraria. Esta fórmula no funciona con la sátira negra, donde no se puede tardar ni un segundo con una tragedia de actualidad para dar una opinión, es decir, «dar» una sátira sobre ella. A veces esta sátira casi instantánea no incluye humor pero cuando ocurre debe contener además grosería, pasote y mala leche. Si no, mal satirista.
André Breton
«El humor negro tiene demasiadas fronteras: la tontería, la ironía escéptica, la broma sin gravedad… (la enumeración sería larga), pero sobre todo, es el enemigo mortal del sentimentalismo con aire perpetuamente acorralado -el eterno sentimentalismo sobre fondo azul- y de una cierta fantasía de corto vuelo, que se toma demasiado a menudo por poesía, que persiste vanamente en querer someter el espíritu a sus caducos artificios, y que no dispone ya de mucho tiempo para alzar sobre el sol, entre las demás semillas de adormidera, su cabeza de grulla coronada.» (André Bretón, Antología del humor negro, 1939. Traducción de Joaquín Jordá).
Un chiste negro
Un padre espera en el hospital a que le avisen del nacimiento de su primer hijo, que viene con adelanto. Atacado de los nervios. De pronto, llega la enfermera y le dice: «¡Enhorabuena! Ya puede ver a su hijo». Acto seguido le acompaña a la sala de las incubadoras y, de entre los muchos, le señala a su bebé. Ilusión tremenda del padre. En ese momento, entra un enfermero, coge al bebé y lo empieza a estampar repetidamente contra el suelo, las paredes, el techo. La sangre salpica las incubadoras de los otros bebés, que reaccionan riéndose y dando palmas. El padre entra en shock y alcanza a exclamar: «Pero, ¿qué hace? ¿Qué hace con mi bebé?...». El enfermero se detiene con el cuerpo de niño abrumado por los golpes y la enfermera le tranquiliza: «Olvídese, buen hombre, si nació muerto».
Declaración de responsabilidad por el chiste negro anterior
Ningún bebé fue maltratado en la ejecución de este chiste. El bebé que ustedes ven está generado por ordenador y la sangre está añadida, por bajo presupuesto, a partir de unos cuantos sobres de ketchup robados del McDonald's. El padre, en realidad, se llama Remigio Fernández y es un actor secundario contratado a tal propósito. El resto de niños, si se fijan bien, son ingenios mecánicos accionados desde abajo por enanos. De su vívida imaginación, queridos lectores, sale el tremendo impacto del chiste. Pero es todo mentira, ¿eh?
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