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Estibaliz Urresola, una española a la caza del Oso de Oro: «Tendemos a infantilizar a las personas de corta edad»

Es la primera cineasta española que estrena su ópera prima en la Sección oficial de la Berlinale

Rosalía Sánchez

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Es la primera vez que una cineasta española estrena su ópera prima en la Sección oficial de la Berlinale y lo hace con una película muy del gusto del festival. Estibaliz Urresola presenta '20.000 especies de abejas' para competir por el Oso de oro con la historia de Aitor, un niño de ocho años que quiere llamarse Lucía.

—¿Por qué presentarla en la Berlinale?

—El año pasado nos seleccionaron en el European Film Market, asociado a la Berlinale y ahora podemos presentar la película terminada. Además era el primer festival con el proceso de selección abierto cuando terminábamos el montaje, se dio de forma muy natural.

—¿De donde surgió el proyecto?

—De un suceso muy triste en el País Vasco, el suicidio de un niño de 14 años que llevó a un despertar a a un problema que antes no formaba parte del debate social. Este niño dejó una carta en la que deseaba que quienes llegasen detrás de él encontrasen un lugar más habitable en el mundo. Yo tomé ese testigo y he intentado hacer una película que cambiase la narrativa tradicional de la presentación de las personas trans y ver de qué forma la expresión de una de estas personas puede transformar a la familia. En las familias con niños o niñas en esta situación a las que entrevisté, que fueron más de veinte, me repetían que la familia entera había hecho una transición y cambiado su mirada.

—¿Cómo fue el trabajo con la actriz protagonista? ¿Cómo enfrentar a un actor de esa edad tan temprana a la expresión de sentimientos y situaciones tan complejos?

—No habría sido posible si no hubiese encontrado a Sofía Otero, la niña que encarna el personaje, que es tremendamente inteligente y con una madurez tremenda. Me he descubierto entablando conversaciones con ella en las que enseguida entendía al personaje. Le sugería: imagínate que eres una niña a la que el resto del mundo no ve como una niña y te tratan constantemente de otra forma, no te permiten acceder a grupos, todos dan por hecho que eres un niño... y le fue fácil imaginar ese sufrimiento, la limitación de no poderte expresar con naturalidad ante el mundo... Dentro de la dificultad que suponía ese difícil rango de emociones, en el rodaje alegró el set enormemente, diferenciaba muy bien cuando estaba interpretando y cuándo no. Tendemos a infantilizar a las personas de corta edad y con Sofía he descubierto que estaba trabajando con una actriz más. Ha sido una gozada

—El problema de Aitor se camufla mejor en el entorno urbano en el que vive que cuando llega al pueblo de su abuela. ¿Es un problema diferente en el entorno rural?

—También vive situaciones conflictivas en el colegio, se introduce en las primeras escenas y la familia desea dejarlo atrás en las vacaciones en el pueblo, pero he querido revertir esa idea de que el pueblo va a tener una mentalidad más cerrada. El anonimato que le permite el pueblo le permite al personaje empezar a relacionarse de cero con otras personas y encuentra un espacio de cierta libertad, aunque en el ámbito familiar genera más fricción.

—En la confusión y en el conflicto de Aitor parecen confluir muchas otras confusiones y conflictos de los otros personajes que datan incluso de un par de generaciones antes y que desembocan en el niño.

—Exacto, pero el recorrido de Aitor no lo veo tanto una confusión como un camino en el que va consiguiendo la confianza y las herramientas para nombrarse a sí mismo. Lo que pasa es que en su recorrido va obligando también al resto de los personajes a reflexionar sobre su propio bagaje, sobre las herencias de todo lo que no se ha dicho en la familia y que sin embargo sigue afectando, limitando y construyendo las relaciones. Quería darle una dimensión más amplia a la cuestión de la identidad, no solo desde lo trans, sino como una instancia íntima y personal pero muy sujeta a la mirada del otro, en este caso dentro de la familia.

—En la familia se aprecia un gran desconcierto. No saben por donde coger el asunto. Todos quieren al niño, pero no saben ayudarle. Todos sufren, cada uno desde su propia perspectiva.

—He tratado de exponer una diversidad de formas de reaccionar, no todos están carentes de herramientas para afrontarlo, hay un personaje que permite entrever que ha vivido algo así. La madre intenta crear un espacio de libertad en el que sus hijos puedan crecer explorando roles, pero se encuentra con que cuando salen al mundo se ven de nuevo confrontados a un mundo que se divide. Responde a los relatos con los que he contado de las familias. No hay un arquetipo o paradigma de vivencia de estas situaciones, cada uno ha tenido que confrontar sus propias dificultades y, como todo en esta vida, no estamos preparados, tenemos que actuar sobre la marcha y, con respeto, amor y tolerancia, encontrar la fórmula que solo va a valer para ti y para la persona que tienes delante.

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